HBO se ha convertido en el refugio
del cine serializado. Dejar que los brillantes creadores desarrollen sus
historias con menos fronteras temporales ha dado pie a una inmejorable época
para la pequeña pantalla y es la marca de calidad de la cadena por cable.
Después de dejar atrás tres grandes dramas como Treme, Boardwalk Empire y The
Newsroom, el canal propiedad de Warner Bros se enfrentaba al reto de encontrar
un proyecto que alcanzara la calidad de aquellos y que además tuviera más
repercusión de la que, desgraciadamente, esas fantásticas series no gozaron.
True Detective fue la elegida
para desempeñar la labor de mantener el prestigio de HBO, que cada vez cuenta
con más competidoras en la ficción televisiva de calidad. ¿Estuvo a la altura
de las obras maestras programadas a lo largo de las últimas dos décadas en la
cadena? Eso dependerá de cada uno, pero lo que está claro es que no se parecía
a nada que hubieran hecho antes. Su atmósfera hipnótica lograda por Cary
Fukunaga, guiones complejos e interpretaciones sobresalientes ofrecidas por
Matthew McConaughey y Woody Harrelson, provocaron que no pasara inadvertida.
Casi año y medio después, con nuevo reparto, ciudad, directores (en plural,
porque Fukunaga se encargó de la primera temporada completa) y manteniendo a
Nic Pizzolatto como mente pensante, llega la segunda temporada.
Lo primero que hay que destacar
tras ver el primer episodio es que desde el primer momento se desmarca de la
primera temporada, buscando componer algo nuevo, aunque todavía está por ver si
este material sobrevivirá a su predecesor. El cambio más obvio a primera vista
es el de elenco. Colin Farrell, Vince Vaughn, Rachel McAdams y Taylor Kitsch
son los encargados de cargar con el texto de Pizzolatto. Ese aumento en el
número de protagonistas ha propiciado que el primer capítulo tenga que
presentar la situación de cada uno, guiándola al encuentro entre los cuatro,
por lo que el inicio de temporada no ha tenido tanto impacto como podía haber
tenido con un número más moderado de personajes principales. Pero esto puede
dar juego a lo largo de la temporada para explorar diferentes personalidades,
aunque todas están inmersas en el mismo mundo, oscuro y corrupto.
Farrell protagoniza los que quizá
sean los momentos más memorables del arranque de temporada, pero de una manera
u otra se nos muestra las cicatrices de cada uno de estos personajes quebrados y que
son el ejemplo de que los héroes ya no existen. Así que ninguno queda realmente relegado a un segundo plano, aunque Kitsch y McAdams tengan mucho que mostrar todavía. Vaughn es la nota discordante, ya que
interpreta al único personaje que no pertenece a un cuerpo de policía o seguridad,
sino que representa los entresijos de los negocios que se hacen a costa de una
ciudad que parece pertenecer a una élite y no a la gente que en ella reside. Los
destinos de estos tres agentes quedan irremediablemente entrelazados por un
crimen, pero nada apunta a que vayamos a presenciar cómo intiman entre ellos
como ocurría en la primera temporada entre los dos protagonistas. Estos
personajes parecen más individuos solitarios, con un bagaje demasiado cargante,
que tratan de sobrevivir a ellos mismos, algo parecido al personaje de
McConaughey, que tampoco era un animador de fiestas.
El quinto personaje es
California, sus carreteras y zonas industriales son reflejadas de manera casi
obsesiva por parte del director Justin Lin. Este ambiente no es tan absorbente
como el construido en Louisiana y tanto plano cenital puede acabar resultando
redundante si el resto de directores deciden seguir por el mismo camino. No hay
que juzgar a una serie por un solo episodio, pero un buen indicativo es que
deje con ganas de ver el segundo tras una hora de inquietud. Así que dentro de
una semana comprobaremos cómo prosigue True
Detective, y podremos disfrutar de nuevo del fantástico opening al ritmo
del Nevermind de Leonard Cohen, que atrapa
desde el primer instante, algo que esta serie tiene la capacidad de conseguir.
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