Después de un capítulo algo extraño y
tremendamente dramático, Águila Roja termina sus emisiones hasta más ver con un
episodio todavía más extraño. ¿Y más dramático? Eso es difícil. ¡Alerta spoiler!
Micaela
Satur está de vuelta. Había ido al
valle aquel secreto y escondido a llevar al Sucesor1. Sin embargo la vuelta más
sorprendente no es la suya, sino la de Cristina. No sé si os acordareis porque
esto es de la temporada uno. A mí me lo han contado, que yo ni me acuerdo.
Cristina, mujer de Gonzalo y hermana de Margarita, asesinada por Hernán, su
cuñado sin saberlo. Pues parece que está viva.
A ver, como ahora ésta esté viva vamos
a tener capitulazo. Pero claro, nos cuesta creerlo a estas alturas, la verdad. Satur
intenta convencerle de que eso es una locura. Pero Gonzalo ve esperanzas: puede
que todo haya sido una mentira. O a lo mejor es una serranada y nos despertamos todos algunas temporadas atrás. El caso
es que Gonzalo, de civil, sale en su busca, pero no la encuentra.
Porque la encuentra ella a él. Pero parece
que el parecido razonable solo tiene un sentido, y ella no tiene ni idea de
quién es él. Cristina2 es mendiga y no tarda en darse cuenta de que Gonzalo le
mira con ojos de cordero degollado. Cristina2 nunca se ha casado, es decir, que
no es su mujer. Pero como era de esperar, el héroe se encariña y la acoge en
casa. Cuando Alonso la ve, por supuesto, lo flipa todo.
Cristina2 se llama Micaela. No tiene
donde vivir. Pero eso no importa a Alonso, que no está dispuesto a tolerar que
un clon de su madre viva con ellos. Menos mal que, al final, parece que Gonzalo
entra en razón y se da cuenta de que aquello no va a ninguna parte. Y ahí queda
la cosa.
Soy la mano que te da de comer
Hernán ha decidido no irse a Argel. Lo
que no le gusta a Nuño, que ve como sus oportunidades con Irene sí que son las
que se van de paseo. Lucrecia, por su parte, sigue fingiendo que no puede
moverse de cuello para abajo.
Pronto ve como su engaño puede acarrearle
la vida, cuando Catalina incendia sin querer la mesa y ella tiene que quedarse
allí sentada. Cómo prenden los manteles. La Marquesa deja de fingir y se
levanta, viéndose ya más asada que un pollo al ast. Pero no pueden salir,
porque algo atasca la puerta.
Resulta que dos se habían dejado un baúl
justo en la puerta, pero ya se encarga Hernán de hacerles escarmentar a base de
látigo. Además, acompañará en todo momento a Lucrecia, debido a su estado. Otro
secreto más que le tendrá que guardar Catalina, que se suma a una inmensa lista
en la que, recordemos, se incluye un hijo del Rey. Que por ahí estará perdido. Aunque
Hernán eso lo sabe, creo recordar.
La pareja recibe la visita del nuevo
comisario de la Villa, Rodrigo, que va buscando un arma que falta. Rodrigo dura
poco: le mete manaza a Lucrecia, que ve como aquello de no poder moverse es más
difícil de lo que pensaba, y cuando aparece de nuevo Hernán le pega un tiro en
la cabeza. Obviamente, pronto dan con él y todo apunta a Hernán. El engaño de
la Marquesa se toma las primeras víctimas.
Juicio
Nadie se cree que aquello Hernán lo
hiciese por salvar a Lucrecia, y no por envidia, así que le someterán a juicio.
Lucrecia y su impedimento es la base de su defensa. ¡Menuda defensa! En el
juicio, todo parece ir en contra de Hernán, al que tachan de violento y
sanguinario. Lucrecia borda su testimonio, recalcando el horror al que fue
sometida por aquel tipo, que le metió mano y buscaba más; sin embargo, todo se
tambalea.
La acusación popular hace llamar a
declarar a Catalina, y le preguntan sobre la relación de la Marquesa con Hernán.
Bajo juramento, la criada se ve entre la espada y la pared cuando le preguntan
sobre su relación con Lucrecia, y si es propensa a mentir.
Para Catalina la Biblia es sagrada y
se desmaya allí mismo. El tribunal declara a Hernán finalmente inocente, pero de
la emoción Lucrecia se levanta. Y a tomar viento todo. El arrebato de alegría
de la Marquesa hace cambiar el veredicto y el juez declara culpable a Hernán,
condenándole a morir decapitado. Y ahí queda la cosa.
Los muertos son nuestros
En el Palacio Real, la reina Mariana
le da la enhorabuena a Margarita, que ya ha terminado el nuevo traje del príncipe.
Hasta ella ve una lástima que vaya a meterse a monja, podría quedarse allí y
ser su costurera personal. A Marga la bombardean a propuestas, maritales y laborales,
y a todas se niega. Y así no se puede ir por la vida.
Al Rey que su mujer esté organizando
su funeral le parece algo ya demasiado. Recibe la visita del Cardenal Mendoza y
le manda a presidir una ejecución de desertores, actos tan propios de la España
del XVII. Uno de ellos se llama Cristóbal Santos (Florentido Fernández), y da
la casualidad que Satur le conoce y le tiene muchas ganas.
Cuando parece que van a ajusticiarles
frente al pelotón, tiene lugar una explosión y consiguen escapar. Se esconden
en el bosque del Soto, donde se dirige Satur a aclarar antiguas rencillas con
Cristóbal. Claro que el Rey también se entera, así que manda a toda la tropa a
por ellos. Como era de esperar, pillando a Satur allí en medio y deteniéndole. Águila
Roja vuelve a aparecer (recordemos que ahora le odia todo el mundo) para
salvarle de morir exactamente como los demás, fusilado.
Marga recibe su hábito. Solo le queda
una noche antes de ser monja del todo. Y no parece que la vaya a aprovechar. Va
a visitar a Gonzalo, pero claro, él estaba en sus cosas delirantes con Micaela
y pasó de ella. Pero por suerte, Marga se lo piensa dos veces y decide que no
está preparada para casarse con Dios. Lo que yo os diga, esta mujer a todo el
mundo le dice que no. Ahora la pregunta es, ¿dónde está? Ahí queda la cosa.
La próxima temporada promete:
La próxima temporada promete:
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