El episodio de la semana pasada de
Águila Roja fue muy emocionante. El Marqués de Santillana, cuando estuvo vivo, intentó matar a Lucrecia (aunque eso
solo lo sabemos –por ahora- nosotros).
Además, Gonzalo moría y resucitaba como
por arte de magia, así que ahora tiene que huir y esconderse en el bosque. Por
último, el Rey visitaba su velatorio y todavía no sabemos si es porque sabe que el héroe es su hijo.
¿Qué pasara esta vez? ¡Alerta spoiler!
Secretos
85 capítulos de Águila Roja y seguimos
sin saber NADA. La gente sabe que Gonzalo está vivo y, como ordenó el Rey, lo
tienen que encontrar. Para ello, vigilan
de cerca a su círculo más allegado, entre ellos su hijo, Cipri, Catalina y
Margarita. Como novedad, Hernán parece que comprende a su hermano, y su
negativa a casarse obligado. Sin embargo, su puesto está en juego (al borde de
la prejubilación), así que no tiene más
remedio que dar con Gonzalo.
Las nuevas noticias no le gustan al
Águila, que no piensa marcharse sin su hijo, aunque sea el hombre más buscado
de España. Para moverse por Madrid, lo
hará por los túneles subterráneos que serpentean bajo el suelo de la villa.
Terminan en el palacio de la Marquesa,
donde Gonzalo se libra de los dos guardas de Catalina y le pide llevar a esa habitación a su hijo, para poder huir. Sin
duda, por ese cuarto ha pasado ya todo Madrid, tiene más tráfico que la
Cibeles.
En su cuarto secreto, por donde han
llegado, esperarán a que aparezca Alonso y poder salir. Satur, sin embargo,
decide ir al nevero a por el botín que dejaron allí los de la Banda del Arrabal, que les vendrá muy bien para empezar
de nuevo. Sin embargo, es cazado por el Comisario, que le sigue.
Sorpresas
En el palacio de la Marquesa, Lucrecia
lucha con Nuño por su viaje a África. Ella quiere irse, ya ha vendido el palacio al duque de Bercero, de hecho. Aunque la
noticia de la resurrección de Gonzalo la pilla a contrapié. Aun así, no es eso lo
que le hace replantearse la venta de su casa, sino la idea de que el señor
duque va a remodelarlo todo y eso
conlleva levantar el jardín. Un jardín que guarda un gran secreto.
A la pobre Lucrecia no le da tiempo a
nada y el segundo premio sale pronto: han encontrado un ánfora visigoda. Casi. Trata de convencer al duque para anular su
contrato de compra venta, pero no cuela. La Marquesa recibe la visita del
Comisario, que está empeñado en encontrar a Gonzalo él primero. Le pregunta a
Lucrecia si sabe de algún lugar donde podría estar, y ella le cuenta sobre una cabaña, pero es mentira. En realidad
está ayudando al héroe.
Al final,
se hace esperar un poco más pero sale el Gordo de la Lotería, muy poco
repartido, cae íntegramente sobre Lucrecia. En un baúl, aparece el cadáver de
su marido, el Marqués de Santillana.
Porque no había pruebas de ADN por aquel entonces, pero al señor se le enterró
con su escudo y todo. La Marquesa disimula, por supuesto. Su esposo se fue de
viaje y desapareció.
Una madre
viva
Viendo que
de esa no se libra e irá para adelante, la Marquesa le pide al conde que no la
denuncie, ella hará lo que sea. Y el señor le propone un trato, su silencio a cambio de todo lo que tiene
el marquesado de Santillana. “No
puedo hacerlo, dejaré a mi hijo en la indigencia. ¿Qué le quedará?” El
conde es claro: “Una madre viva”.
Mientras
Lucrecia decide, Nuño se entretiene jugando con la caja de música que esconde
un arma dentro. En ese momento, entra en la estancia su amada Irene, que justo cuando se queda allí sola recibe
el disparo del artilugio. En esta serie ya no solo se muere gente, sino que
empieza a hacerlo de las formas más cómicas (no sufráis, que Irene no muere).
Se nos
muestra cómo y por qué Lucrecia mató a su marido. Resulta que el marqués
descubrió que Nuño no era su hijo e iba a tirarlo por una ventana. Así que la Marquesa le apuñaló repetidas
veces. Antes de pensarlo dos veces, rompe el documento que le ha mandado el
conde. No firmará.
Telebollo
Margarita recibe la ayuda de Monseñor
Adrián, que ve cómo los soldados se pasan con ella. Con esos guardaespaldas ya
no pueden intimar como antes.
Con tal de ayudar, el Monseñor le
propone un plan para poder sacar a Alonso de casa esquivando a los guardas. Envía a casa a un monaguillo con un bollo
que esconde un mensaje con instrucciones. Si visten de monaguillo a Alonso,
podrá salir sin que se den cuenta.
Catalina lleva al hijo con el padre,
pero cuando van a salir de allí por el
pasadizo del cuarto de la Marquesa, Lucrecia hace acto de presencia y les
caza. Pero la Marquesa siente cosas por el maestro y después de un beso robado
de despedida le deja marchar. No hay que olvidar que ella –al menos- ha yacido
con el héroe. Que otras siguen esperando (Margarita, Margarita).
Hermanos
En el
punto de encuentro, Satur no aparece, así que Gonzalo va a buscarle al nevero.
Y allí le espera, junto a Hernán. Para
más emoción, hace acto de presencia también el líder de la Banda del Arrabal,
que seguía vivo y se ha pasado una semana recuperándose tirado en la nieve. Eso
sí, él se espera arriba y ya los de abajo que
le pasen las monedas de oro que tiene allí escondidas.
Los dos
hermanos empiezan a pelearse por cuál será el plan idóneo a seguir. Mientras se
enzarzan, el bandolero no solo recupera
el dinero, sino que además les quita la escalera. Para qué desperdiciar
munición si allí abajo ya se están matando. Además, les encierra con una gran
roca que tapa el agujero. Gonzalo
intenta trepar por una cuerda y mover la roca, pero ésta se rompe y cae de
espaldas contra el suelo.
Cuando Gonzalo se recupera, la cosa se
vuelve más tensa si cabe. Al frio, hay
que añadirle los dos hermanos que ninguno sabe que el otro lo sabe. Además,
Hernán saca a relucir que él torturó a Cristina, la mujer de Gonzalo, que terminó
muriendo. Al final logran salir de allí, por Alonso, que le han pillado y sabía
dónde estarían.
Hay una bala para ti
El Cardenal Mendoza aparece en palacio
para llevarse a Catalina, que se han enterado que pagó al monaguillo para que
le diese sus ropas y así Alonso pudiese huir.
Lucrecia se da cuenta de que es la
siguiente en salir de allí presa, por lo que va a hablar con Nuño y contárselo todo.
El hijo, que investiga qué le ocurrió a Irene, acciona otra vez el mecanismo y es entonces cuando Lucrecia ata
cabos y descubre el arma mortal que es la caja de música.
Obviamente, de ahí la Marquesa saca un
plan. Aquello ha disparado ya tres veces, le queda una. Y puede que Lucrecia ya
tenga destinatario de aquella bala. Obviamente, el duque de Bercero.
¿Y quién se acuerda de Catalina? La
pobre va camino de la horca en plan Semana Santa por el barrio con redoble de
tambor y todo. Margarita va a pedirle
ayuda sobre aquello a Lucrecia, pero poco puede hacer. Ambas se enteran,
además, que han capturado a Gonzalo. Lo que las pone muy muy tristes.
Yo soy la justicia
Gonzalo es conducido ante el Rey, y
descubrimos que sí que sabe que es su hijo, pues guarda un retrato en el que
aparecería su familia oculta. De ahí a
reconocer al maestro pues es un poco difícil, pero la ficción es así. Otras
pistas sabrá. O se acordará de cuando su madre raptó al niño. Han pasado tantas
cosas en Águila Roja.
Gonzalo le dice que hará lo que pida,
pero que suelten a Catalina. El Rey le informa que entonces el pueblo pensaría que
se puede saltar sus órdenes, aunque Gonzalo le indica que no: el pueblo pensaría
que tiene un Rey justo. “Pero yo no soy justo, yo soy la justicia”.
Aun así, Catalina se salvará, porque qué le puedes negar a un hijo. Esto no lo
dice, pero lo piensa, o lo pienso yo, al menos.
Con motivo de la congelación, a Hernán
le tienen que cortar los dedos de una mano. Lo que no hace más que acelerar su
salida como Comisario. No podrá volver a trabajar como antes, así que es cuestión de tiempo. Menos tiempo.
Pero ojo, porque tiene guardada una mano de metal, así que puede volver a hacer
sus cosas con normalidad. Es el Jaime Lannister de España.
Sí, quiero
Llegada la hora de la boda, entre
Irina y Gonzalo, aparecen los reyes, invitados de excepción. Les casa, cómo no,
el Cardenal. Irina, que mira a su futuro marido así de soslayo pero con gusto, ni se piensa dos veces dar el “sí, quiero”. Él, no tiene mucha más
opción. Así que se casan. SE CASAN. Al menos, a ojos de Dios y el Rey.
Cuando van camino a Rusia (que hay un
trozo para ir a caballo, la verdad), se cruzan con Margarita, que ve como el
amor de su vida y, recordemos, viudo de
su hermana, se marcha para siempre. Intentan huir, pero vuelven a capturar
a Alonso, que la verdad es que mira que se lo lleven qué sopor de personaje.
Solo quedaba una opción para quedarse,
que volviese a enviudar. Y eso es justamente lo que ocurre, porque Lucrecia se encarga de disparar a Irina y
matarla. ¡Esa es mi Marquesa! Lo que no haga por amor…
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