Ma vie de Courgette
Año:
2016
Fecha de estreno:
24 de Febrero de 2017
Duración:
66 min
País:
Suiza
Director:
Claude Barras
Reparto:
Animación
Distribuidora:
La Aventura Audiovisual
La errónea concepción del cine de
animación como transbordador exclusivamente diseñado para la evasión ha perdido
ya todo su etéreo peso. Cuando se define a Pixar o Ghibli como estudios con
especial calado se debe a su habilidad a la hora de casar una atractiva
imaginería con un contenido trascendente. Es decir, que provocan el
mismo cristalino reflejo de emoción en la mirada de un niño que en la de un
adulto. Los temas subyacentes pueden ser desenterrados por adultos y asimilados
por niños, provocando un efecto equiparable en ambos, ya sea de aprendizaje o
de recuerdo. En los márgenes de los estudios más notorios también brota el
talento, y La vida de calabacín, inspirado ejercicio de stop-motion, da buena
muestra de ello y de los atributos expuestos previamente.
La película dirigida por Claude
Barras, nominada al Oscar en la categoría de mejor película de animación,
cuenta precisamente con niños como protagonistas, entrañables figuras que desbordan
vida de forma agridulce. Entre ellos destaca el personaje titular, Calabacín,
víctima de los incesantes maltratos ejecutados por su madre alcohólica. Este
chico pasará de vivir en la casa familiar a un centro de acogida de menores,
descubriendo que el hogar no lo construye necesariamente la familia de sangre.
La inagotable imaginación de Calabacín le acompaña allí donde va, ya que se
trata de su única arma para combatir los miedos que le calan hasta sus huesos
de plastilina. Por lo tanto, Barras introduce un tema tan delicado como son los
abusos infantiles en un film animado. La arriesgada apuesta se salda con un
resultado de estética sencilla y ligera, sensaciones alimentadas
por la breve duración del metraje, pero que encierra un mensaje de integración
y optimismo que hay que escuchar hoy más que nunca.
A pesar de ese aire algo liviano,
que tiende a desenlaces y desarrollos poco sorprendentes, la película se acerca
a los abusos con mano firme, sin apartar la mirada ni ocultar sus efectos,
tanto físicos como psicológicos. Lo más evidente queda marcado en la superficie
de los cuerpos de estos niños, marcados algunos con cicatrices, aunque son sus sutiles
gestos los que denotan sus infancias trastocadas y su lucha colectiva por aprovechar la
vida que les queda por delante. Otros cineastas, como Montxo Armendáriz con No
tengas miedo, han atisbado las consecuencias de los abusos infantiles de forma
más concienzuda, pero lo que hace especial a La vida de calabacín es su
potencial para aunar al público infantil y adulto en una sala de cine. Este
desgarrador y esperanzador trabajo vuela alto con su ambiente burtoniano, y aterriza de forma efectiva
en nuestra memoria gracias a su sensible tratamiento de una problemática a la que nos
cuesta mirar de frente.
8/10
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