miércoles, 15 de octubre de 2014

Relatos salvajes. Se acabó lo de poner la otra mejilla.

Título original:
Relatos salvajes
Año:
2014
Fecha de estreno:
17 de Octubre de 2014
Duración:
122 min
País:
Argentina / España
Director:
Damián Szifrón
Reparto:
Darío Grandinetti, Rita Cortese, Julieta Zylberberg, Leonardo Sbaraglia, Ricardo Darín, Oscar Martínez, Érica Rivas
Distribuidora:
Warner


Su título y frase promocional están tan compenetradas que no podía separarlas. Relatos salvajes: Se acabó lo de poner la otra mejilla. Y es que tanto el título como la tagline son tremendamente descriptivas con el contenido de la película.
Damián Szifrón, director de la serie Los simuladores y la película Tiempo de valientes, vuelve más macarra que nunca rodando con rabia y mala leche seis episodios cortos autoconclusivos unidos por una temática común: la fina línea entre civilización y barbarie. La pérdida del control ante situaciones límite.

Y creo que podemos decir sin miedo que es hasta la fecha el mejor trabajo de su director, una comedia negra que ha sido todo un éxito en Argentina llevando al cine a más de 50.000 espectadores en su estreno y más de 3.000.000 millones de espectadores generales (según Ultracine), que la dejan como el mejor estreno local desde que existen registros fiables. La anterior película más vista moderna era El secreto de sus ojos, con 2.410.000 espectadores. Esto ha supuesto que Relatos salvajes se la rifen en los principales festivales de cine y que haya sido elegida como representante argentina para los Oscars de 2015.


La película se compone de seis historias. Pasternak es la que abre la película antes de los créditos, relatando una disparatada coincidencia a bordo de un avión. Un buen preámbulo y declaración de intenciones, un caramelo para preparar lo que se nos viene encima. Realmente la película está muy bien estructurada, presentando historias que van subiendo el listón, dejando las tres más potentes y más desarrolladas para el final.
Los créditos iniciales, a tono con el humor de la película, presenta a las distintas personas que trabajan en la película asociándolas a un animal salvaje. Seguidamente, sucede el episodio Las ratas, donde una empleada de un bar de carretera se reencontrará con el hombre que hizo que su padre se suicidara hace años. El más fuerte es el tercer episodio, donde ya subimos un peldaño en lo retorcido del argumento. Dos conductores o, mejor dicho, dos gallos de corral, se disputarán el cuestionable honor de ver quién queda por encima del otro. Al parecer, el puente donde transcurre buena parte de la acción se ha convertido en algo parecido a un sitio de culto y de bastante tránsito de aficionados al cine.
Y seguimos subiendo, porque el siguiente episodio, Bombita, sin duda es uno de los más especiales y que será bastante recordado. Un ingeniero experto en explosivos, harto de que la grúa se le lleve el coche injustamente, tomará medidas en el asunto. La burocracia y su sinsentido ridiculizados de manera ejemplar. La propuesta, la quinta historia, mantiene muy bien el nivel de la anterior, contando los intentos de un padre por tapar el accidente de su hijo en coche que ha acabado con la vida de una mujer y el hijo que esperaba. Es ésta quizás la más “sesuda” de todas, o donde la mala leche no es tan física. Personalmente, es mi favorita junto a la de Bombita.
Para finalizar la película, sucede la historia Hasta que la muerte nos separe, donde en pleno banquete de boda, la novia descubre la infidelidad de su ahora marido, lo que la hará cambiar el rumbo de la “fiesta”. Quizás esta historia no llegue al nivel de las dos anteriores, pero es un punto final bastante digno y en sintonía con la película en general.


En contra de lo común en las películas por episodios, las seis historias cumplen a la perfección su cometido y no hay ninguna floja o de relleno que podamos decir que está de más. Las numerosas estrellas argentinas como Ricardo Darín, Leonardo Sbaraglia, Darío Grandinetti, Rita Cortese o Érica Rivas están convincentes y dejan en más de una ocasión grandes momentos que enaltecen la película. El ritmo nunca decae, al contrario, lo que hace que sus dos horas sepan a la mitad, y es que parece que Szifrón haya rodado con ese salvaje instinto animal que hacen gala los protagonistas de los diferentes cortos.

Una película divertida, irreverente, crítica con su entorno y, sobre todo, merecedora de su visionado. Un pedazo de carne latente y candente sobre nuestra sociedad y los miembros de ella. O de cómo, a veces y paradójicamente, la sociedad nos desocializa

7,5/10 

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