Título original:
O Menino e o Mundo
Año:
2013
Fecha de estreno:
19 de Febrero de 2016
Duración:
80 min
País:
Brasil
Director:
Alê Abreu
Reparto:
Animación
Distribuidora:
Rita & Luca Film
Usualmente suelo aborrecer las películas que tratan de la niñez y en especial aquellas que intentan contar a través de los infantes temas peliagudos y complejos, siendo muchas veces “la visión del niño” una excusa para presentar una visión simplista y masticada de una determinada realidad. Podría ser el caso de “El Niño y el Mundo”, la multi-premiada obra animada del experimentado ilustrador brasilero Alê Abreu, sin embargo tengo el gusto de poder decir que no lo es; la cinta que hoy nos ocupa es, además de una pieza de elegancia formal irrefutable, un ejercicio de imaginación que logra introducirnos en todo un universo simbólico, un universo que ahora sí, más que nunca, se siente como la construcción de un niño.
Contada a partir de imágenes, sin diálogo
prácticamente (y cuando lo hay, se habla en un portugués invertido), nos
presentan la historia de un niño que ha crecido emocionalmente afectado por la
ausencia de su padre, hasta el punto en que un día abandona su pequeña y
aislada aldea para salir en busca de ese hombre de la foto, a quien tanto añora
conocer. El viaje toma las características de una clásica aventura, muy del
estilo de “Babe, el cerdito en la ciudad”, aunque flaco favor le hacemos a
Abreu comparando el light ejercicio novententero de George Miller con su
película, ya que “El Niño y el Mundo” es una cinta que, en la medida en que
avanza, va mostrando su cartas, revelándose como una dura e incómoda experiencia.
Abreu, como toda esa generación de artistas que
bebió de los años de pasión libertaria latinoamericana, es un tipo con un
fuerte compromiso social, y su cinta no desaprovecha la oportunidad de enfrentar
a ese niño con ese “mundo”, con ese Brasil dominado por la máquina, por los
estragos de la economía de plantación y el latifundio heredado de los tiempos
coloniales y por el peso del factor militar en la política; un Brasil que bien
puede ser una pintura en formato micro de una pandemia que representa toda
Latinoamérica. Es curioso como una película que bien puede estar pensada para
los niños, aunque entendemos que no muchos niños podrían sentarse frente a esta
obra de la misma forma que lo hacen con una de Pixar, puede dar en una imágenes
y sin ninguna explicación, un panorama tan acabado de ese mundo de dependencia
y desigualdades sociales.
Pero si sólo fuese eso, no sería tan buena como
es. Abreu es ante todo, un ilustrador de talento, y las variadas formas de
presentarnos las experiencias de este niño recorriendo ese mundo desconocido
más allá de su aldea, nos regala postales de una belleza inconmensurable. Así pueda
escapársele al público los pormenores de la evolución histórica latinoamericana,
y de Brasil en particular, el trabajo artístico detrás de la película ayuda a
que la cinta se vea con agrado y entusiasmo. Y como no hacerlo cuando este
mundo fantástico salido de la cabeza de un niño tratando de entender y asimilar
los cientos de factores nuevos que van entrando en escena constantemente, es un
trabajo de imaginación apasionante y fresco.
La pasión del artesano, la habilidad del narrador
visual, el compromiso del político y la sensibilidad del ser humano; todo se
conjuga en una obra redonda que, si bien puede pecar muchas veces de cierto
estiramiento, consigue durante hora y veinte transportarte a un mundo cruel y
hermoso a la vez, logrando que eso sea posible.
7/10
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