Zoolander Nº2
Año:
2016
Fecha de estreno:
12 de Febrero de 2016
Duración:
102 min
País:
Estados Unidos
Director:
Ben Stiller
Reparto:
Ben Stiller, Owen Wilson, Kristen Wiig, Penélope Cruz, Will Ferrell, Justin Theroux, Benedict Cumberbatch
Distribuidora:
Paramount
Hace quince años el cerebro de un joven modelo era lavado
para asesinar al primer ministro de Malasia, tras la decisión de este líder político
de restringir el trabajo infantil. Pasada esa década y media, Zoolander se ha convertido en una comedia de culto con algunos
momentos inolvidables y un transfondo social que, a pesar de no haber sido
demasiado explotado, hace que te pares a pensar sobre la banalidad de la fama. Cierto
es que era una película absurda, que hace de la ridiculez su fuerte, y dejando
claro que el humor inteligente no iba a encontrar refugio en ella. Pero prescindir
de un humor más maduro concuerda con sus personajes y su trama, ya que resultaría
imposible tomarse en serio a Derek Zoolander y al resto de la industria de la
moda retratada en la cinta. Por lo tanto la parodia era el camino a seguir en
aquel momento, algo que ha respetado como una norma impuesta su continuación.
Zoolander 2 logra aquello a lo que aspira cualquier secuela: dar un paso a lo megalómano
sin perder la esencia de lo que triunfó en su momento. ¿Y cómo lo logra? Marcándose
un J.J. Abrams al perseguir exactamente la misma estructura que la original,
con el objetivo de que el entretenimiento y el atractivo no se disipen.
Al igual que emplear una fórmula similar puede asegurar el
éxito, también puede ser tan redundante que genere rechazo. En el caso de Zoolander 2, en ningún momento se oculta
que se emplea el esqueleto de su predecesora y de hecho lo hace deliberadamente
para revivir aquellos momentos que gustaron de aquella. Eso sí, llevados al
extremo demostrando que el doble de presupuesto no te da un guión mejor, pero
sí que sirve para pagar las explosiones y accidentes excesivos. Ese espíritu
autorreferencial era bastante previsible, pero al dar forma a una locura mucho
mayor que la de la original se intenta desligar de la sombra de aquella, algo
más sencilla pero mucho más certera. La secuela recupera a los protagonistas ya
conocidos y trata de introducir a nuevos personajes que den energía al
desarrollo. Kristen Wiig es la gran incorporación, a pesar de quedar algo
desaprovechada como villana suplente hasta la aparición del magnífico Will
Ferrell, que se mete de nuevo en la piel de Mugatu como si no hubiera pasado el
tiempo. Mientras que la otra notoria incorporación, Penélope Cruz, cumple sin
demasiado brillo, aunque eso no le impide estar a la altura de Ben Stiller y
Owen Wilson cuando comparten pantalla. Hasta ella se ríe de ella misma, lo cual
no hace más que reafirmar la nula gravedad con la que hay que tomarse la
película.
Algo que no podía faltar eran los cameos, ya que la primera
entrega prácticamente vivió de ellos. Como ocurre con todo en esta vida, cuando
se abusa de algo termina por cansar, a no ser que se dosifique de la manera
correcta. En Zoolander 2 se nos
lanzan los cameos continuamente a la cara, a veces de manera fugaz e inservible,
como el de Olivia Munn, perdiendo el poder de sorpresa por la sobredosis de
estrellas. De todas formas, algunas breves apariciones como la de Justin Bieber
están bien hiladas dentro de la historia, pero, como sucedía en la película de Entourage, resulta difícil encajar tanto
cameo dentro de la historia. Además de evidenciar la pobreza del guión al
tratar de engatusar al público con la estrella de turno. Pero meterse con el
guión de Zoolander 2 sería ir a lo fácil, porque se trata de un absurdo
continuo cuyo encanto, para aquellos que sean capaces de encontrarlo y
apreciarlo, radica en su desfase sin miramientos.
Tal éxtasis de gags que se suceden uno tras u otro al menos
proporciona un entretenimiento que no decae durante la película. Los egos del
mundo de la moda, que es perfectamente extrapolable al del cine, vuelven a
tener cabida y a ser parodiados en Zoolander
2, pero una vez más queda la sensación de que se pierde la oportunidad de
meterse aún más con un entorno tan elitista, que a la vez atrae tanto al
público general. La estupidez de la película es evidente y de nuevo eso no
importa para dejarse llevar un rato.
6/10
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