¿Lo estábamos esperando? Lo estábamos esperando. Ya era hora de que el Águila volviese a retomar el vuelo en las noches de la 1 de TVE. Si no recuerdas como terminó la temporada anterior, puedes rememorar aquel capítulo aquí. ¡Alerta spoiler!
Chinés
La temporada comienza con Satur, que no deja de tener pesadillas en las que Margarita y Gonzalo se despeñan al abismo. Al maestro, por cierto, le llega a su puerta una caja misteriosa. De su maestro. El maestro tiene un maestro. “Chinés” según Satur. Y ahora necesita de la ayuda de Gonzalo.
Dentro de la caja hay otra caja que lleva un buda de oro y un retrato del hijo del emperador chino. Resulta que unos españoles le secuestraron (los españoles siempre tan emprendedores) y le toca al Águila encontrar al heredero. Que, obviamente, está en Madrid. Porque no hay más España.
Su propio hijo, Alonso, quiere entrar en el ejército. Y se encuentra entrenando en el bosque, mientras Cipri intenta sacarle la idea de la cabeza. Como si no hubiese más bosque, se produce un encuentro familiar: se cruzan allí mismo Nuño y Hernán, al que llevan esposado. Las tramas de Alonso y de Nuño han quedado para esto, para salir exactamente en los mismos 3 minutos. Por ahora.
Daga
En el palacio de la Marquesa, el drama inunda los cuartos. Menos el suyo: Lucrecia retoza en su alcoba con un señor, que resulta ser el juez que encausa a Hernán y le ha condenado a morir. Claro, ella buscaba algo de clemencia. El juez le dice que “nanai”, aunque agradece sus esfuerzos.
Le concede un permiso para visitarle, y no se lo ocurre a Lucrecia nada más que presentarse allí armada, para ayudarle a escapar. Catalina le comenta que te registran toda, pero parece que la Marquesa está dispuesta a todo con tal de ayudar al padre de su hijo. “Si cabe el miembro de un varón, cabe una daga”. Refranero español.
Con la surprise en sus recodos más íntimos, Lucrecia recibe la visita del Cardenal, que quiere que le acompañe a la celebración del Corpus. Ella se niega, él niega su negativa y se la lleva de paseo, de misa, de visita y todo. Como era de esperar, Lucrecia sufre destrozos por ahí abajo. Se la tiene que sacar, tendrá que encontrar otra manera de ayudar al ex comisario.
Marga
Gonzalo manda a Satur a vender el buda, pero el señor prefiere pasar el tiempo con Elena, una mujer de reputación comedida que le está frota que te frota en la bañera. Antes de dar rienda suelta a su imaginación y a que la muchacha se disfrace de Cleopatra y le dé un tour por el Nilo, el criado escucha la voz de Margarita.
Porque resulta que en la habitación de al lado encontramos a Monseñor Adrián, al que hemos podido ver en todos los lugares posibles menos en una iglesia, por cierto. Recordemos que él le había dicho a Marga que se marchaba, y que si quería irse con él. Y allí va su repuesta.
“Eres el hombre que toda mujer querría tener a su lado”. Un cura. Muy bien Marga, un cura. “Pero no siento por ti lo que debería”. Porque es cura. CU-RA. Bueno, ERA cura. Menos mal que reina el sentido común y Margarita dice que no se va con él. Aunque el beso se lo lleva. Que nunca está de más.
De todo esto, Satur –por supuesto- deduce que Margarita se va a casar con Gonzalo. Y corre a contárselo. Dejándose –por supuesto- el buda dorado. Aunque la buena noticia le llega a Gonzalo en seguida y le gusta (ya nos quedó claro que quiere casarse con Marga), en seguida también se le empaña ante la nueva suerte que va a correr su hermano Hernán, al que van a ejecutar en breve.
Satur vuelve al lugar y consigue encontrar el buda. Y de paso pasa a saludar al Monseñor, al que le deja las cosas bien claras. Muchacho, vigila el lenguaje, que te saca una cabeza. El caso es que el criado le cuenta a Elena que tienen ahí a un Monseñor, y Elena se lo comenta a su siguiente cliente, que no es otro que el Cardenal (que ha sacado tiempo entre tanta misa y procesión). Y ya se ha liado parda otra vez.
Malasangre
Aunque parezca mentira, Gonzalo no quiere salvar a su hermano, mientras que Satur sí. Se han cambiado los papeles. Entre eso, lo del chino y que Margarita no ha aparecido, Gonzalo está algo enfadado. Resulta que su cuñada está con la Reina, suya es la propuesta –de costurera- que iba a aceptar (y no la proposición nupcial de Gonzalo).
Precisamente en el Palacio Real su Majestad está muy contento con la captura en América de Sebastián Ventura, aka Malasangre, un soldado que se pasó al bando de los indígenas. En realidad el Rey lo que quiere es contratarle. Pero el señor no está interesado en su oferta. Por supuesto, le mandan a la misma celda de Hernán, donde hacen hasta buenas migas.
Lucrecia tiene que sacarle de allí, y se le ocurre una manera muy imaginativa. Contrata a unos bandoleros para que la ataquen y así poder dar con el Águila Roja, que acude como era de esperar a un bosque oscuro. Tendrá un radar de personas en peligro o algo. La Marquesa le pide y suplica que salve a Hernán. Ahora todo el mundo quiere que salve a Hernán.
Monseñor
El Cardenal termina encontrando al Monseñor. Pero Adrián tiene una sorpresa para Mendoza: envió una carta al Papa Alejandro contándole sobre sus cositas y le dice en italiano que se olvide de ser el próximo pontífice. Su futuro, al menos, no será muerto como él. Decide emparedarlo al lado de su cama, para que le cante por las noches.
El Águila descubre que los secuestradores del chino lo vendieron a un señor. Pero antes de pagar el rescate con el dinero del buda, es disparado cuando pretendía alcanzar el carruaje de la Reina, en el que acababa de ver a Margarita. Le han disparado en el brazo, sí, pero no hay dolor frente a Marga. Por cierto, el niño chino no aparece, aunque sí que lo vemos como criado de alguien.
Además, Gonzalo recibe una carta de Hernán, en la que le confiesa que sabe que son hermanos. Y que mató a su mujer. Sin embargo, esto no cambia la opinión del Águila, que quiere que sufra. Satur, haciendo de las suyas, decide contestar con otra misiva sin que Gonzalo se entere, lo que no le gusta nada a su amo.
Plan fallido
Nuño tampoco está dispuesto a dejar que Hernán muera y logra reclutar a Alonso para que le ayude a rescatarle. A cambio, el hijo de Gonzalo quiere un caballo (para lo del ejército). Por otro lado, Lucrecia se entera de que Catalina está embarazada de Cipri, y para no delatarles, decide que él se hará pasar por guardia y ayudará a escapar a Hernán. Vamos, que ahora todo el mundo va en su ayuda. Y por separado. Llega primero Cipri, que traslada a un preso con un saco en la cabeza.
Como me esperaba, no se trata del ex comisario, sino de Malasangre, que se ha aprovechado de ellos. Una vez que Hernán se puso el saco, le golpeó y se hizo pasar por él. Muy mal Cipri por no comprobarlo. Siempre tiene que estar liándola.
Por último, vemos como cuando Satur se encuentra un nuevo caballo en casa, ata cabos y va en busca de Alonso, ya preparado para rescatar a Hernán. Las cosas se salen de madre y Satur le suelta un guantazo a Alonso que se queda traspuesto. Aparece Nuño con un arma y… ya se ha liado otra vez. Ahora será el propio Satur quien le ayude a rescatar al ex comisario.
La temporada comienza con Satur, que no deja de tener pesadillas en las que Margarita y Gonzalo se despeñan al abismo. Al maestro, por cierto, le llega a su puerta una caja misteriosa. De su maestro. El maestro tiene un maestro. “Chinés” según Satur. Y ahora necesita de la ayuda de Gonzalo.
Dentro de la caja hay otra caja que lleva un buda de oro y un retrato del hijo del emperador chino. Resulta que unos españoles le secuestraron (los españoles siempre tan emprendedores) y le toca al Águila encontrar al heredero. Que, obviamente, está en Madrid. Porque no hay más España.
Su propio hijo, Alonso, quiere entrar en el ejército. Y se encuentra entrenando en el bosque, mientras Cipri intenta sacarle la idea de la cabeza. Como si no hubiese más bosque, se produce un encuentro familiar: se cruzan allí mismo Nuño y Hernán, al que llevan esposado. Las tramas de Alonso y de Nuño han quedado para esto, para salir exactamente en los mismos 3 minutos. Por ahora.
Daga
En el palacio de la Marquesa, el drama inunda los cuartos. Menos el suyo: Lucrecia retoza en su alcoba con un señor, que resulta ser el juez que encausa a Hernán y le ha condenado a morir. Claro, ella buscaba algo de clemencia. El juez le dice que “nanai”, aunque agradece sus esfuerzos.
Eh, la pierna quieta, aguililla. |
Le concede un permiso para visitarle, y no se lo ocurre a Lucrecia nada más que presentarse allí armada, para ayudarle a escapar. Catalina le comenta que te registran toda, pero parece que la Marquesa está dispuesta a todo con tal de ayudar al padre de su hijo. “Si cabe el miembro de un varón, cabe una daga”. Refranero español.
Con la surprise en sus recodos más íntimos, Lucrecia recibe la visita del Cardenal, que quiere que le acompañe a la celebración del Corpus. Ella se niega, él niega su negativa y se la lleva de paseo, de misa, de visita y todo. Como era de esperar, Lucrecia sufre destrozos por ahí abajo. Se la tiene que sacar, tendrá que encontrar otra manera de ayudar al ex comisario.
Marga
Gonzalo manda a Satur a vender el buda, pero el señor prefiere pasar el tiempo con Elena, una mujer de reputación comedida que le está frota que te frota en la bañera. Antes de dar rienda suelta a su imaginación y a que la muchacha se disfrace de Cleopatra y le dé un tour por el Nilo, el criado escucha la voz de Margarita.
Porque resulta que en la habitación de al lado encontramos a Monseñor Adrián, al que hemos podido ver en todos los lugares posibles menos en una iglesia, por cierto. Recordemos que él le había dicho a Marga que se marchaba, y que si quería irse con él. Y allí va su repuesta.
“Eres el hombre que toda mujer querría tener a su lado”. Un cura. Muy bien Marga, un cura. “Pero no siento por ti lo que debería”. Porque es cura. CU-RA. Bueno, ERA cura. Menos mal que reina el sentido común y Margarita dice que no se va con él. Aunque el beso se lo lleva. Que nunca está de más.
De todo esto, Satur –por supuesto- deduce que Margarita se va a casar con Gonzalo. Y corre a contárselo. Dejándose –por supuesto- el buda dorado. Aunque la buena noticia le llega a Gonzalo en seguida y le gusta (ya nos quedó claro que quiere casarse con Marga), en seguida también se le empaña ante la nueva suerte que va a correr su hermano Hernán, al que van a ejecutar en breve.
A ver cuándo inventan el WhatsApp. |
Satur vuelve al lugar y consigue encontrar el buda. Y de paso pasa a saludar al Monseñor, al que le deja las cosas bien claras. Muchacho, vigila el lenguaje, que te saca una cabeza. El caso es que el criado le cuenta a Elena que tienen ahí a un Monseñor, y Elena se lo comenta a su siguiente cliente, que no es otro que el Cardenal (que ha sacado tiempo entre tanta misa y procesión). Y ya se ha liado parda otra vez.
Malasangre
Aunque parezca mentira, Gonzalo no quiere salvar a su hermano, mientras que Satur sí. Se han cambiado los papeles. Entre eso, lo del chino y que Margarita no ha aparecido, Gonzalo está algo enfadado. Resulta que su cuñada está con la Reina, suya es la propuesta –de costurera- que iba a aceptar (y no la proposición nupcial de Gonzalo).
Precisamente en el Palacio Real su Majestad está muy contento con la captura en América de Sebastián Ventura, aka Malasangre, un soldado que se pasó al bando de los indígenas. En realidad el Rey lo que quiere es contratarle. Pero el señor no está interesado en su oferta. Por supuesto, le mandan a la misma celda de Hernán, donde hacen hasta buenas migas.
Lucrecia tiene que sacarle de allí, y se le ocurre una manera muy imaginativa. Contrata a unos bandoleros para que la ataquen y así poder dar con el Águila Roja, que acude como era de esperar a un bosque oscuro. Tendrá un radar de personas en peligro o algo. La Marquesa le pide y suplica que salve a Hernán. Ahora todo el mundo quiere que salve a Hernán.
Monseñor
El Cardenal termina encontrando al Monseñor. Pero Adrián tiene una sorpresa para Mendoza: envió una carta al Papa Alejandro contándole sobre sus cositas y le dice en italiano que se olvide de ser el próximo pontífice. Su futuro, al menos, no será muerto como él. Decide emparedarlo al lado de su cama, para que le cante por las noches.
El Águila descubre que los secuestradores del chino lo vendieron a un señor. Pero antes de pagar el rescate con el dinero del buda, es disparado cuando pretendía alcanzar el carruaje de la Reina, en el que acababa de ver a Margarita. Le han disparado en el brazo, sí, pero no hay dolor frente a Marga. Por cierto, el niño chino no aparece, aunque sí que lo vemos como criado de alguien.
¿Que has hecho qué? La frase más repetida en esta serie. |
Además, Gonzalo recibe una carta de Hernán, en la que le confiesa que sabe que son hermanos. Y que mató a su mujer. Sin embargo, esto no cambia la opinión del Águila, que quiere que sufra. Satur, haciendo de las suyas, decide contestar con otra misiva sin que Gonzalo se entere, lo que no le gusta nada a su amo.
Plan fallido
Nuño tampoco está dispuesto a dejar que Hernán muera y logra reclutar a Alonso para que le ayude a rescatarle. A cambio, el hijo de Gonzalo quiere un caballo (para lo del ejército). Por otro lado, Lucrecia se entera de que Catalina está embarazada de Cipri, y para no delatarles, decide que él se hará pasar por guardia y ayudará a escapar a Hernán. Vamos, que ahora todo el mundo va en su ayuda. Y por separado. Llega primero Cipri, que traslada a un preso con un saco en la cabeza.
Como me esperaba, no se trata del ex comisario, sino de Malasangre, que se ha aprovechado de ellos. Una vez que Hernán se puso el saco, le golpeó y se hizo pasar por él. Muy mal Cipri por no comprobarlo. Siempre tiene que estar liándola.
Por último, vemos como cuando Satur se encuentra un nuevo caballo en casa, ata cabos y va en busca de Alonso, ya preparado para rescatar a Hernán. Las cosas se salen de madre y Satur le suelta un guantazo a Alonso que se queda traspuesto. Aparece Nuño con un arma y… ya se ha liado otra vez. Ahora será el propio Satur quien le ayude a rescatar al ex comisario.
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