lunes, 14 de septiembre de 2015

Doctor Who. Entre la dulzura del éxito y la amargura de la repetición





Sorprendería bastante en estos tiempos que haya alguien que no haya oído hablar de la longeva serie de la BBC (nada más y nada menos que 52 años de edad y con un universo expandido detrás que consta de libros, comics y audio-dramas), fenómeno que, tras su resurrección en 2005, dejó de ser exclusivamente británico para convertirse en un show de consumo mundial. Pese a su indiscutible éxito, la serie ha ganado con el tiempo una particular fama que, a la vez que refuerza el fanatismo del seguidor, repele al recién llegado: con 8 temporadas a sus espaldas (no contamos las 27 temporadas que tuvo la versión clásica de la cual la versión moderna se considera secuela), 10 años en el aire y una insobornable voluntad de eternizarse, la serie no ofrece un panorama muy alentador para quien tenga curiosidad de acercarse a ella. A modo de previa de cara una nueva temporada del hit británico, aprovecho el espacio para traer precisiones sobre los típicos mitos que asaltan al espectador más casual y de paso analizar críticamente algunos aspectos de esta destacable aunque irregular serie. Abordamos el tema como siempre, sin spoilers de ningún tipo.


Derrumbando mitos
A la hora de hablar con un casual sobre la serie, mala forma de venderla sería mencionar que es una secuela de otra serie de 27 temporadas y que estuvo 26 años al aire. Por muy obvio que sea, pues siempre se aclara lo mismo cuando se habla de Doctor Who, no es necesario ver esa etapa clásica para entender a la perfección la versión moderna. Los productores no son tontos y han hecho esta versión entendible y fácil de seguir. Y es que, por mucho que ambas series traten del mismo personaje y se muevan en el mismo universo, las diferencias formales y de género las convierten prácticamente en series diferentes. Aún siendo una generalización poco feliz, la serie clásica se mueve siempre en el terreno de la ciencia ficción clásica, mientras que la versión moderna es claramente una serie de aventuras y fantasía. Es uno de los principales motivos por lo que muchos chocan contra una pared de concreto a la hora de enfrentar la serie, el hecho de que se estile decir que pertenece al género “ciencia ficción” (más allá de que el género da para numerosos debates sobre lo que entra o no en dicho término) y sin embargo se encuentren con planteos más propios de una desenfadada aventura fantástica más propia del cómic que de lo que uno entiende como ciencia ficción. No se podrá negar que muchos de los tópicos básicos de la ciencia ficción están allí, y que algunos episodios son claramente de ciencia ficción (se me viene a la mente mi favorito, el maravilloso “The Girl in the Fireplace”, una verdadera joya del género), sin embargo el tono de la serie, donde no faltan pintorescos personajes, destrucciones y reconstrucciones (incluso reseteos) del universo y demás temas, cuyo escaso rigor las acercan más al género fantástico. Diría, a modo de orientación, que el futuro espectador de Doctor Who no deberá esperar de la serie una oferta como la de las películas Moon o Ex Machina (más allá que algunos capítulos sí lo hagan), sino que es una serie más cercana a las películas de superhéroes, encontrando posiblemente en las películas de Marvel su mejor comparación. Por supuesto es una serie flexible y que muchas veces ha jugueteado con su formato, tocando el terror (Blink), la aventura clásica (The Idiot Lantern) o la auto-parodia (Love and Monsters) casi siempre con acierto, sin embargo lo dicho anteriormente es la mejor manera de definir su público potencial, y puedo asegurar que quien no tome esto en cuenta puede llevarse un chasco importante.

La Fuerza está en las partes, no en el conjunto
En estos tiempos, donde es fácil que el fanatismo surja sobre prácticamente cualquier cosa e internet ayuda a que se forme una comunidad de fans con una voz audible, temas como la continuidad importa más de lo que importaba antes. Por eso resulta paradójico que con un fandom más exigente que el de antaño, la serie moderna haya cometido tantos errores de continuidad o trabajado tan irresponsablemente con los pequeños detalles. No quiero hablar muy a fondo de esto, pues me he comprometido a no hacer spoiler, pero resumiéndolo en pocas palabras, se han hecho flacos favores durante esta etapa a que logremos pensar el universo de Doctor Who como algo coherente, y más de una vez se ha requerido utilizar vergonzosos Deux ex Machina para resolver las tramas principales de las temporadas, siendo la regla general de la etapa moderna llegar a climax verdaderamente lamentables. Es un detalle que tras 8 temporadas, parece repetirse hasta el cansancio y por supuesto más de un fan no estará de acuerdo conmigo, pero eso es tela para cortar en otro tipo de charla.

Matt Smith, David Tennant y Christopher Eccleston, los tres primeros
doctores de esta etapa moderna


La fuerza de Doctor Who reside más en esos capítulos individuales, capítulos como “Blink”, “Dalek”, “Silence in the Library”, etc., que han forjado su fama como serie de calidad, más allá de la existencia de episodios flojos. Las series con formato procedimental no acostumbran a tener buena fama entre los críticos, más allá de que suelen ser las que llevan más público, sin embargo Doctor Who es de esas excepciones. Su formato procedimental va más allá del simple “monstruo de la semana”, pues más bien sirve para que un escritor particular (algunos de la talla de Neil Gaiman) lleve su propia visión de este particular universo. Doctor Who es, además, una serie que basa su fuerza en los guiones más que en la realización, y si bien hemos tenido en episodios puntuales con puestas en escena potentes (Silence in the Library) o direcciones de arte inspiradas (“Cold Blood”), la principal arma siempre será el guión ingenioso y la chispa del diálogo.

Russel T. Davies al poder: Una etapa irregular, controvertida, pero de irresistible corazón
Russel T Davies, el artífice del regreso
Cuando la serie volvió al aire en 2005, Russel T. Davies se hizo cargo durante las 4 temporadas que hicieron de la serie un producto de irresistible calidad. El showrunner traía consigo una visión clara de lo que sería la serie: una aventura relajada, con su particular sensibilidad a la hora de mostrar las relaciones entre los personajes (no exento de algo de cursilería) y sobre todo su buen manejo del personaje femenino. Estaba dispuesto sobre todo a romper la barrera eterna que había separado al personaje del Doctor de su clásica acompañante, quizá uno de los elementos más polémicos que tendría este regreso. No le hacía asco a la auto-parodia, a reírse incluso de los vicios de la televisión británica y de los propios del Doctor Who de los los 70 y los 80, y logró gracias a eso traer la frescura que un producto que se creía muerto debía tener para resucitar a lo grande. Su enamoramiento hacia el caos pirotécnico y poco controlado fue una mancha para su etapa y la principal razón por la que no pudo entregarnos temporadas perfectas, pero nunca faltó durante su etapa episodios rebosantes de imaginación no sólo en los mundos que creaba sino en la manera en que se enfocaron. Contó además con Steven Moffat (afamado guionista de Sherlock y que lo reemplazaría en el cargo más tarde) en su mejor momento y de dos actores impecables (Christopher Eccleston y David Tennant), que encarnaron a dos versiones del Doctor completamente diferentes que evolucionaron de manera natural uno del otro, gracias a la fina escritura de un showrunner con cabeza.

Es cierto que como guionista de episodios no dio muchos muy recordables, pues salvos las enormes excepciones de dos joyas como “Love and Monsters” y “Midnight” (este último, un episodio ideal para verlo sin saber nada de Doctor Who y quedar enamorado del potencial de la serie), en general Davies hizo más favores a Doctor Who impregnando su estilo en la totalidad del producto (aún con las ataduras que una serie para toda la familia siempre tiene. Hay que ver Torchwood para ver de lo que es capaz un Davies desatado).

El reinado de Steven Moffat: Dañina megalomanía
Steven moffat, entre amors y odios
Quizá alguno ya lo esté adivinando, pero no soy nada fan de la etapa de Steven Moffat como Showrunner de la serie. Aclamado por el fandom por ser quien dio los capítulos más memorables a la etapa de Davies, Moffat sigue siendo hoy casi un dios para los seguidores de la serie. Sin embargo, la etapa de Moffat y que tuvo a Matt Smith en el papel del Doctor (si te estás preguntando cómo tantos actores interpretan el mismo papel, tendrás que averiguarlo viendo la serie, pues no voy a hacer spoiler de mimgún tipo), tiene demasiados problemas como para sostenerse.

Curiosamente, el guionista que se había destacado por escribir guiones de corte más experimental en la etapa anterior, sufre una transformación completa tras convertirse en “el jefe” haciéndose portador de la llama de un comercialismo barato y vergonzoso. El Doctor de Smith se convierte en una caricatura simiesca con los típicos tics que las películas comerciales utilizan para dotar de carisma a un personaje sin personalidad. Es tal es esfuerzo de Smith por construir un Doctor distinto a los demás simplemente a base de slogans y chistes repetidos que acaba contrastando demasiado con la complejidad que habían alcanzado las anteriores encarnaciones. Pero este es el tono de la serie ahora, apunta más a sorprender a partir de un giro (muchas veces cuestionable que es lo malo) y pierde el foco en la firmeza de la trama. La temporada sexta es un pastiche efectista de constante giro argumental que terminó enredando tanto las cosas, que acabó destruyendo el misterio de uno de los mejores personajes de la factoría Moffat (River Song) con una resolución que no hizo justicia al misterio que se había planteado tan maravillosamente en el doble episodio “Silence in the Library”/”The Forest of Dead”.

Lo peor, sin lugar a dudas, fue la fracasada pretensión de manejar tres temporadas como un todo coherente que acabó del todo incoherente, pues para atar la cantidad de cabos sueltos que fue dejando inexplicablemente a lo largo de tres flojas temporadas, Moffat utilizó los sesenta minutos del especial de Navidad de 2013 (despedida además de Smith del papel del Doctor) para llenarlos de explicaciones al respecto, en una historia carente de ritmo narrativo y que requirió de el peor Deux Ex Machina de la historia de la serie (y mira que Russel nos había dado varios de esos) para solucionar uno de los dramas más importantes que pasaba la serie de Doctor Who en esos tiempos con respecto a su futuro (no quiero decir más para no hacer spoiler).

Peter Capaldi, el nuevo y esperanzador Doctor
El puzle ilógico, la trampa narrativa, el personaje de cartón, son las señas de identidad de una etapa que comenzó a partir de la temporada 5 y que, a partir de la temporada 8, empezó a dar señales de recuperación. Pese a que el fandom lo apoya y lo venera, Doctor Who ha perdido espectadores en Gran Bretaña desde la salida de Davies y eso parece haber sido motivo para bajar un poco los humos y darnos una sencilla temporada que se ha basado más en los personajes, que ha presentado a Peter Capaldi interpretando maravillosamente al Doctor e intentando encontrar su diferencia a partir de los elementos que componen una delicada personalidad. Las sensaciones que me acompañan de cara a la novena temporada, pues, son más positivas que las que acompañaban el inicio de la octava, pero aún así nunca se sabe por dónde saldrá el buen Moffat, pues muchos de sus fans se han quejado de la “extrema simpleza” de la octava temporada.

The Silence will fall


Pero entonces, ¿es buena o qué?
Ciertamente es difícil recomendar una serie cuando te la has pasado diciendo que es irregular. La etapa Davies es buena de fondo pero alcanza momentos vergonzosos, mientras que la etapa Moffat es floja de fondo, alcanzando algún buen momento (contado, eso sí). Particularmente, siempre recomiendo mirar primero esos capítulos sueltos, lo suficientemente independientes como para poder verse sin mayor compromiso con el argumento general de cada temporada y que se pueden entender simplemente sabiendo la sinopsis de la serie. Esto es recomendable para evitar luego cruzarse con un episodio malo como “Rose” (el primero nada más y nada menos) y quedarse quizá sin ánimo de avanzar. Pues entonces, los episodios que yo recomiendo ver antes de empezar a ver oficialmente la serie son: “Dalek” (1x06), “The Girl in The Fireplace” (2x04), “Silence in the Library”/”The Forest of Dead” (4x08 y 4x09), “Midnight” (4x10) y “Kill the Moon” (8x07). El primero y el último son excelentes ejemplares de la vertiente más fantástica de esta serie, mientras que Midnight y The Girl in the Fireplace son reflexivos relatos de ciencia ficción con un aroma clásico irresistible. El doble capítulo “Silence in the Library”/”The Forest of Dead” está más en la línea de los puzles lógicos moffatianos (cuando eran buenos) con una atmósfera más cercana a clásicos como la Invasión de los Ladrones de Cuerpos.


Si estos capítulos no te atrajeron, se puede decir que Doctor Who no es tu serie, mientras que si lo hicieron, probablemente encuentres mucha diversión de ahora en adelante. Por mi parte, es todo lo que quería decir al respecto, al menos hasta que la TARDIS vuelva a materializarse ante los ojos del mundo y el Doctor vuelva para una nueva aventura el 19 de septiembre.

La TARDIS (nave del Doctor) en pleno vuelo.
¿Que por qué es una cabina de policía antigua?
Larga historia...

1 comentario:

  1. Esta serie me parece maravillosa, creo que gran parte de los actores que han pasado a ser parte de ella hoy en día tienen fama por sus grandes interpretaciones, un ejemplo de ello es Christopher Eccleston quien se ha encargado de hacer la mejor versión de Doctor Who.

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