Título original:
Eden
Año:
2014
Fecha de estreno:
18 de Septiembre de 2015
Duración:
131 min
País:
Francia
Director:
Mia Hansen-Løve
Reparto:
Félix De Givry, Pauline Etienne, Laura Smet, Vincent Lacoste, Vincent Macaigne, Greta Gerwig, Golshifteh Farahani, Brady Corbet, Hugo Conzelman, Roman Kolinka
Distribuidora:
Abordar
Descubrí
a Mia Hansen-Løve con Un amour de jeunesse, con la que
irremediablemente tuve que apuntarla en la lista de directoras a
seguir. Aún con las cuentas pendientes de Todo está perdonado
y El padre de mis hijos, debo decir que Eden, pese a
conservar en algunos tramos esas virtudes que vi en su anterior
trabajo, está alejado del encanto de aquel por lo general; lo que no
quita que posea ciertos detalles que lo haga interesante.
Eden,
el título, hace referencia a un fanzine que empezó por la época de
las primeras raves, ambiente por el que se mueve y refleja bastante
bien el cuatro trabajo de la directora francesa. De hecho es un mundo
que conoce de cerca por su hermano Sven, con quien ha coescrito y
trabajado mano a mano para llevar adelante el proyecto, ya que Sven
sería como un alter ego de Paul Vallée, el protagonista de la
película. Sven, al igual que veremos a Paul en la película, fue un
Dj de la French Touch, movimiento parisino entre los '80/'90
que (simplificando) mezcló el house con el funk para obtener un
sonido nuevo, comercial y característico, del que luego han salido
artistas de la talla de Daft Punk, Justice, Cassius o Dimitri from
Paris.
Debo
confesar que no soy muy dado ni al garage, el house, electro ni la
música disco en general, por lo que alguien más puesto en el
mundillo es muy probable que la disfrute bastante más, aunque sea
mínimamente por la banda sonora. Podríamos decir que Eden es
como un 54 (Mark Christopher, 1998) a la francesa, pero ni es la
misma época exacta, ni el mismo espíritu el que aborda la trama.
Aquí
se impregna de la generación de los 90, aquella perenne de fiesta,
la que no dormía, la del complejo de Peter Pan y amargo despertar al
levantarse en los 2000. Para esta generación, vivir el sueño era
soñar despiertos, pues si no iban a la cama, no había otra forma de
soñar. Y la verdad es que esta esencia es lo que hace bastante
interesante la película de Hansen-Løve, el retrato de una
generación y una época ingenua, donde la meta era tan sólo pasarlo
bien, el objetivo en la vida. Y si la directora hubiera conseguido
que sus personajes fueran tan entrañables como los de Un amour de
jeunesse, hablaríamos de una obra notable, pero lamentablemente
Paul y su pandilla dejan un tanto indiferente. No veo la pasión con
la que supuestamente se dedican a pinchar todas las noches.
Otro
lastre es su duración, no porque dure más de dos horas, sino porque
se hace larga, que es distinto. Se hace repetitiva tanta fiesta que
parece no evolucionar (y supongo que en parte es así, pues hablamos
de gente anclada a un tiempo y lugar de cómo ve Paul que su entorno
evoluciona, madura, y él sigue intacto).
Supongo
que mi sensación final es un poco como la de Paul tras toda la
película, de que la “noche” ha sido muy larga. Creo que el
proyecto prometía más de lo que ha acabado siendo, que, insisto, no
es un resultado malo, pero no puede evitar dejar una sensación
amarga.
6/10
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