jueves, 25 de diciembre de 2014

Un padre en apuros. Yo también quise un Turbo-Man.


A finales de los 90, viví una segunda infancia en plena pre-adolescencia. Es la consecuencia de tener una hermana varios años más pequeña. Si yo me crié con películas como Big, Los Goonies, E.T. o Solo en casa, ella fue más de Pequeños guerreros, Matilda, Jumanji o Un padre en apuros. Y, claro, yo también disfruté de ese cine familiar y entrañable de los 90, repuesto hasta la saciedad en la pequeña pantalla. El año pasado, cuando se acercaban las fiestas navideñas, nuestra querida televisión pública recuperó uno de esos títulos que, como suele pasar cuando se siente la morriña de tiempos pasados, hizo que me quedara enganchada toda la tarde. No era otra si no que Un padre en apuros más conocida en mi casa como Turbo Man. De hecho, ese fue el nombre que le pusimos en la carátula del VHS cuando la grabamos y durante muchos años pensamos que, realmente, se llamaba así.

¡Ay, los 90! Esa época en la que el famoso cómico Arnold Schwarzenegger(¡Salud!), antaño héroe de acción, se reinventaba como actor de películas familiares y trataba de hacernos reír con sus gestos faciales, a cual más grotesco. En Un padre en apuros era un hombre de negocios demasiado ocupado como para pasar tiempo con su hijo. Para que el pequeño le perdone le promete que le regalará lo que él más quiera. El enano le dice que quiere un muñeco de acción Turbo Man (algo así como un Power Ranger , serie mítica donde las haya, ¿eh?). Pero el padre no sabe que es el juguete de moda entre los niños, el más vendido de la historia, y, como se le olvidó comprarlo cuando su esposa le advirtió hace unos meses, el mismo día de Nochebuena tendrá que recorrer toda la ciudad, en una épica odisea por encontrar un puñetero muñeco. Para más inri, hay otro padre en la misma situación a quien se tendrá que enfrentar más de una vez. Todo sea por el amor de un hijo. 
 

El reparto, encabezado por el gran Arnold, parece no tomarse en serio el guión. Están todos, sin excepción, sobreactuados, especialmente nuestro ex-gobernator quien parece siempre creyó que hacer reír era eso, exagerar; aunque nos engañara en la topérrima El último gran héroe, parodia bestial del cine de acción, género gracias al cual se hizo tan popular. Algún día le dedicaremos un homenaje a la peli de McTiernan en Críticas en 8mm, prometido. Por cierto, el niño protagonista de Turbo Man años más tarde interpretaría también al repelente de Anakin Skywalker en La amenaza fantasma. ¿Qué ha sido de Jake Lloyd? ¿Alguien lo sabe?

No le puedo negar a la película que, pese a lo previsible de su argumento y lo ridículo de algunas situaciones, tiene su encanto. Así que dejaos llevar por el espíritu navideño y vedla. Sí, ya sé, la nostalgia ayuda a valorarla positivamente pero, de verdad, es muy entretenida y perfecta para ver en familia con los más peques de la casa. Tiene sus toques cómicos, sus partes ñoñas y su final ¿adrenalítico?. Sí es cierto que ha envejecido fatal en cuanto a los efectos especiales. Llamarlos cutres es hacerle un favor. Me remito a sus escenas finales y el rollo superhéroe.



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