viernes, 12 de diciembre de 2014

St. Vincent. Más que un viejo borracho mezquino

Título original:
St. Vincent
Año:
2014
Fecha de estreno:
12 de diciembre de 2014
Duración:
103 min
País:
Estados Unidos
Director:
Theodore Melfi
Reparto:
Bill Murray, Jaeden Lieberher, Naomi Watts, Melissa McCarthy, Chris O'Dowd, Terrence Howard, Selenis Leyva, Dario Barosso
Distribuidora:
eOne


Más que un viejo borracho mezquino. Así es el último personaje cinematográfico de Bill Murray. Un vejete nada amable, malhumorado, de corazón misántropo. En St. Vincent, del debutante Theodore Melfi, Murray se erige como dueño y señor de la función. Y es que hay películas que no serían lo mismo sin la acertada elección de su protagonista. ¿Qué habría sido de toda la socarronería de Tony Stark sin el magnetismo de Robert Downey Jr.? ¿Te imaginas otro Hannibal Lecter más perfecto que Anthony Hopkins? Incluso Jude Law hace poco levantaba el nivel de la mediocre Dom Hemingway gracias a su entregada e intensa interpretación. St. Vincent supone un medio para el lucimiento de sus actores. Así lo atesoran las nominaciones a mejor actor cómico para Murray en los Globos de Oro o Naomi Watts como secundaria en los SAG.
 

Centrándonos en la película, nos hallamos ante la típica historia bienintencionada de redención y relaciones afectivas en la cual toman parte un gruñón y un niño enclenque sin nada en común. En este caso, se trata de un hombre solitario, un vecino a lo señor Wilson, pero con un trasfondo triste -su mujer está ingresada en un centro médico- y el niño es nuevo en la ciudad. No tiene amigos, le maltratan en la escuela, sus padres se han divorciado y la madre no tiene tiempo para cuidar de él a causa del trabajo. Vincent (Murray) hará de canguro forjando, entre ambos, un vínculo. Y ese vínculo es la clave de la película; más si has logrado que Murray sea el protagonista.

Porque a nuestro querido cazafantasmas le sobra salero y carisma. Él sólo te hace grande una película. Es capaz de hacerte reír hasta retorcerte de dolor o de hacerte lagrimear con una única mirada pesarosa. Vincent le ofrece a Murray la posibilidad de mostrar varios registros algo que el actor aprovecha al máximo. Varias escenas se te quedarán marcadas gracias a él (la carrera de caballos, todas las del banco, el baile del jukebox, la canción de Dylan...). Pero tampoco es justo con el resto del reparto otorgarle todo el mérito a San Bill Murray. Naomi Watts nos muestra su lado más divertido en el papel de prostituta embarazada rusa. Chris O'Dowd se sale como cura moderno a pesar de sus pocas intervenciones. Más comedida que de costumbre, Melissa McCarthy -pensamos en Sookie St. James o su nominación al Oscar por La boda de mi mejor amiga- no desentona en el conjunto; justo todo lo contrario que el desaprovechado Terrence Howard.


No obstante, St. Vincent posee virtudes más allá de la vena interpretativa. Aunque la historia la hayamos visto hasta la saciedad, el guión Melfi procura medir los niveles de lagrimeo y risas para que, al final del metraje, tengamos una sensación positiva. Todo nos suena a dèjá vu constante y, sin embargo, nos embelesa con sus buenas intenciones poco a poco. Encima, Melfi ha tenido la gran fortuna de contar con un reparto en estado de gracia; con un Bill Murray inconmesurable (en uno de sus mejores papeles desde hace años). Una pequeña gran historia para levantar el ánimo y creer que aún existen santos entre nosotros.

7/10

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