Asistimos una vez más a la cita anual obligada con nuestro amigo Woody Allen. Una cita que se marca automáticamente en el calendario desde 1982 (desde entonces nunca ha fallado a la cita de película por año, incluso ofreciendo algún que otro dos), demostrando la mente prolífica de este pequeño genio neurótico que nos ha encandilado tantas veces con la magia de su cine.
Siempre se habla de las mujeres almodovarianas, que destacan sobremanera, pero Allen también tiene una gran colección de talentos femeninos en sus películas: Diane Keaton, Geraldine Page, Mariel Hemingway, Charlotte Rampling, Mia Farrow, Barbara Hershey, Gena Rowlands, Diane Wiest, Mira Sorvino, Judy Davis, Samantha Morton, Scarlett Johansson o Penélope Cruz son unas de las innumerables actrices que han destacado con el neoyorquino. Ahora se une a este gran elenco Cate Blanchett, una actriz que siempre ha sabido elegir con mucho acierto sus proyectos y se está labrando una carrera muy interesante, alternando grandes éxitos de taquilla con grandes películas de circuito más independiente. Además, la crítica y el público se han puesto de acuerdo en elogiar la enorme actuación de la actriz australiana, que ya tiene en su haber un Oscar por El aviador (de actriz secundaria) y no sería muy descabellado verla este año competir de nuevo por la estatuilla, esta vez como actriz principal.
De hecho, el atractivo principal de Blue Jasmine radica en el personaje de Cate Blanchett, una película de personajes y donde el suyo destaca sobremanera. Un personaje complicado, con un perfil psicológico complejo y donde hubiera sido muy fácil caer en la sobreactuación y pasar la frágil línea de la ridiculez, pero Blanchett siempre sabe mantenerse en la raya y solventar la actuación muy dignamente.
Blue Jasmine (nombre que se autoadjudica la protagonista para otorgarse más 'glamour') nos habla de una mujer que no nació en un status privilegiado, pero que una mala educación y la sociedad que la ha rodeado le ha metido en la cabeza que no debe conformarse con menos que una vida de lujos y excesos, adornada con joyas y casas de ensueño. Esa vida es la que le ofreció su ex marido Hal y ya no concibe otra. En el otro extremo se encuentra su hermana Ginger, quien ha aprendido de la vida la humildad de trabajar para conseguir una vida digna. No en vano, es cuanto menos curioso que sea el personaje de Blanchett el que recrimine a su hermana que se conforme con maridos mediocres y aspire a más, cuando Hal la engañó con incontables mujeres y estafó a mucha gente para costearse esa vida privilegiada. Esa ceguera se vuelve en cierta manera cómica en el guión de Allen, cosciente del patetismo que desprende el personaje, de ideas tan radicales y cuestionables como querer estudiar diseño de interiores online sin saber siquiera manejar un ordenador. Una mezcla de compasión y de justicia divina sobrevuela los pensamientos del espectador en esta comedia dramática que, sin ser lo mejor del neoyorquino, en la balanza se posicionaría más cerca del montón de buenas obras que de las pocas menos agraciadas que tiene el director.
Se le puede achacar que quizás no sea tan divertida como otras suyas, pero se compensa con la reflexión y, sobre todo, con un personaje que justifica por sí mismo el visionado de Blue Jasmine, y no en vano le da el nombre a la película.
Woody Allen no nos ha fallado y la cita la recordaremos con agrado y entusiasmo.
7,5/10
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