Para empezar a hablar de Stockholm hay que mirar primero la difícil situación de la industria cinematográfica española. Con ministros que tiran piedras sobre su propio tejado y una difícil situación económica que hace que financiar proyectos sea una empresa muy arriesgada. Así, películas de corte minoritario y/o de equipo técnico novel encuentran mil y un problemas para llevarse a cabo y, en caso de tener al final la fortuna de realizarse, viene la no menos difícil tarea de la distribución en cines. Así, muchos proyectos acaban muriendo sin llevarse a cabo o solo una pequeña minoria son los que tienen el privilegio de verlas.
El director y guionista del proyecto, Rodrigo Sorogoyen, después de decidir que su proyecto para un cortometraje se convirtiera en una película, consciente de esta grave situación, y después de reunir todo el capital que pudo de amigos y conocidos, recurrió a Verkami (reconocida página de crowfunding) para conseguir el dinero que aún le faltaba para sacar el proyecto adelante con la suficiente calidad.
El equipo técnico y artístico no recibió sueldo alguno durante los doce días de rodaje (no había presupuesto para más), para no comprometer la estabilidad económica del proyecto, y, a cambio, se convirtieron en productores asociados.
Al fin, después de la colaboración de 244 personas a través de Verkami (a las que se recompensó, según su aportación, con descargas en HD, Dvds de la película o entradas para la premiere, entre otras cosas) que aportaron 13.050€ de 8000€ que se pedían y que, por supuesto, salen en los créditos finales de la película, Stockholm se convirtió en una de esas pocas películas que sobreviven al proceso y llegan a nacer.
Por ello, que tras todo este camino empedrado la película haya llegado, no sólo a estrenarse en cines (unos 15 en toda España), sino al festival de Málaga haciéndose con tres premios (director, actriz y guión novel) es para ponerse en pie y aplaudir.
Si encima de todo esto, la película está resultando todo una revelación y recibe elogios de todo aquel que la visiona, hablamos de un éxito merecido y compartido. Éxito para Sorogoyen y todo el equipo que hay detrás de la película, para el crowfunding, para el cine minoritario y para el cine español en general.
Una película de apenas dos actores y tres o cuatro escenarios, de una sencillez envidiable y enorme calado emocional.
Un guión con dos partes bien diferenciadas, la noche y el día, mostrando dos caras opuestas de sus protagonistas, presentando por la noche un amor idílico en clara referencia a Antes del amanecer, por el día un thriller psicológico que completa el díptico.
Sus protagonistas, Javier Pereira (Tu vida en 65', Heroína) y Aura Garrido (El Cuerpo, Los ilusos) están espléndidos en sus papeles, mostrando varios registros sin que ninguno desentone, dándose la réplica y llenando la pantalla, dotando de veracidad su encuentro amoroso.
Ambas partes tienen su carga dramática y la tensión adecuadas para que la hora y media sea un viaje compartido entre el espectador y la película. No hay momentos para desconectar, Sorogoyen e Isabel Peña no les dan cabida en el inteligente guión. Lo que sí se permiten son unos pocos "momentos mágicos" que perdurarán en la memoria y sacarán la sonrisa bobalicona cuando vuelvas a ellos en la memoria.
Una historia atrayente a la par que profundamente humana, podría decirse que generacional, donde los jóvenes verán reflejadas sus inseguridades emocionales y otros dilemas morales que convierten a Stockholm en algo más que un drama romántico.
Nunca Madrid fue fotografíada de noche con tal belleza, dando la sensación de que todo puede pasar en ella. Y así fue, que mientras un director soñaba con llevar a cabo su proyecto donde dos chavales chocaban en la inmensidad de la noche, en las más precarias de las situaciones se gestaba la mejor película española y una de las mejores en general de lo que va de año. Y es que la luna luce más de noche.
8/10
Muy guay la crítica, precisamente la vi ayer, me gustó mucho y si además ahora leo como se ha llevado a cabo dicha película todavía tiene más mérito. Tengo que reconocer que lo que me sorprendió fue el final.
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