No es muy común ver
estrenar en cines películas nacidas en el orgulloso lodazal del
gore, humor negro, los homenajes y escasez de medios que desprende la
serie B. Estas películas que, lejos de llorar por tener cuatro duros
para llevar a cabo su propósito, deciden echarle un par de huevos
fritos al asunto y sacarse un producto hecho con alegría con la
única finalidad de pasar el mejor de los ratos.
Con este tipo de
pretensiones y tras la precariedad de medios, no hay que ser
especialmente exigente a la hora de valorarla, sino dejarse llevar y
empaparse de su gozoso amor por el cine que destila. Y es que así
nace el germen de Diablo,
cuando Nicanor Loreti decidió cambiar de escribir sobre cine (fue
editor de la revista La Cosa,
entre otras colaboraciones y varios guiones escritos) a hacer cine y
formar parte activa de él.
Diablo
ha sido comparada mucho con Tarantino, y aunque quizás la
comparación le venga grande y le haga a veces más daño que bien
(por eso del hype y demás), es innegable que coge prestada esa
tendencia a homenajear todo lo que se pueda las películas que de
alguna forma han marcado la vida cinéfila del director. Así, aparte
de evidentes guiños a Quentin y sus películas (ya en los créditos
nos recuerda su estilo), encontramos un variopinto collage
de escenas que recuerdan desde Toro Salvaje de
Scorsese, Ciudad del crimen
de Ferrara, Por un puñado de dólares
de Leone, un poco de Peckinpah, películas de Bruce Lee e incluso
referencias a la propia filmografía argentina, de películas como
Gatica, el mono,
76-89-03,
Noches sin Lunas ni Soles,
No Habrá Más Penas ni Olvido o
la filmografía de
Germán
Magariños,
director
argentino de películas gore de serie B. Hasta en los créditos
finales cuela agradecimientos a La Troma y Lloyd Kaufman (la
productora por antonomasia de la serie B y su gran precursor y
director de varias joyas de dicha productora, como El
vengador tóxico,
Tromeo
y Julieta,
Sgt.
Kabukiman
o Poultrygeist)
Buscar y reconocer estos y otros
detalles se acaba convirtiendo en el mejor pasatiempo que puede
ofrecer la película.
Como
es evidente y común en películas de bajo presupuesto, la mayoría
del equipo técnico y artístico hace más de un trabajo y todo el
mundo participa en lo que puede. Así puede dar la impresión de que
se está ante una película “de colegas”, pero la verdad es que
el resultado final, aparte de intuir que se lo pasaron bien en el
rodaje, destila la suficiente calidad para poder tomarla en
consideración y no tacharla de video casero, lo cual es muy de
agradecer. Consigue transmitir en general su buenrollismo y hace
pasar un rato ameno, que al fin y al cabo es su pretensión.
El
problema viene al abusar tanto del homenaje sin ofrecer a cambio su
sello autoral, su toque distintivo que convierta todo ese collage
en una película con personalidad propia. La sencilla historia de
enredos (“quilombos” que dirían nuestros amigos porteños) ayuda
a no tomarse demasiado enserio la película, pero debería
preocuparse menos en recalcar sus gustos y sí demostrar una
verdadera identidad (cosa que, por ejemplo, Tarantino ha logrado, de
convertirse en el homenajeador al homenajeado).
Nicanor
aún debe mejorar en varios aspectos, como en la utilización de la
música (denota bastante falta de estilo y parece de simple relleno)
pero para ser un debut en la ficción (anteriormente ya había hecho
un documental) ya ha sabido ganarse cierto crédito, ganando el
festival de cine de Mar del Plata.
Juan
Palomino es el más carismático del reparto, donde su némesis, el
“clon de Stallone” Hugo Quiril , demuestra más presencia que
dotes actorales, pero que su historial en la lucha profesional (es
más conocido por sus sobrenombres 'Kato, el gran ninja blanco' o
'Shuto Omori') servirá más que suficiente para levantar los ánimos
de cara a la ansiada pelea final.
Sergio
Boris y Luis Aranosky, 'Huguito' y 'Café con leche' en la película,
respectivamente, aportan los toques de humor a la cinta, donde muchos
de sus diálogos provienen de la improvisación en el rodaje.
A los
amantes de este tipo de cine les contentará en mayor o menos medida,
pero, sobre todo, llenará ese hueco que parece no tener cabida en
las grandes pantallas y parece relegado al disfrute casero con amigos
afines a dichos gustos. Simplemente por eso, ya es motivo de orgullo
que Diablo , después de dos años, al menos llegue a
estrenarse en España.
5,5/10
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