Hace un poco más de un mes nos llegaba Gloria, la revelación chilena sobre una mujer al borde de entrar en la vejez y sus maneras de afrontarla para ganarle la batalla y no perder la chispa de la vida. Mis días felices no está muy lejos de esta premisa, pero desde luego no está tan acertada en su realización como la película de Sebastián Lelio.
Recién
cumplidos los 60 y atrapada en un matrimonio aburrido, la jubilación se
le hace muy complicada a Caroline. Ahora solo tiene tiempo libre, sin
saber qué hacer con él.
Cuando se acerca a un centro ocupacional, conoce a uno de los instructores y algo en su vida semidormida despierta. De nuevo la pasión le hace reencontrarse consigo misma, pero al mismo tiempo podría destruir todo lo que ha conseguido hasta ahora, incluido a su fiel esposo. Esta será para ella una nueva juventud, sus “días felices”, pero ¿a qué precio se consigue esa felicidad?
Cuando se acerca a un centro ocupacional, conoce a uno de los instructores y algo en su vida semidormida despierta. De nuevo la pasión le hace reencontrarse consigo misma, pero al mismo tiempo podría destruir todo lo que ha conseguido hasta ahora, incluido a su fiel esposo. Esta será para ella una nueva juventud, sus “días felices”, pero ¿a qué precio se consigue esa felicidad?
Basada en una novela de Fanny Chesnel (Une jeune fille aux cheveux blancs),
la misma autora que se inspiraba en las vivencias de su madre, ahora
colabora junto a la directora Marion Vernoux en la adaptación a la gran
pantalla.
Podría
pensarse en un principio que estamos ante otra película sobre el poder
seductor de las "maduritas", y en parte así es, aunque las intenciones
de la directora no fueran por ese camino.
Enfocada sobre todo a un sector femenino de mediana edad, con vida ya a sus espaldas, Fanny
Ardant (que es uno de los puntos destacados de la película) da vida a
Caroline, esa mujer que recién jubilada, busca encontrar una nueva
ocupación para el día a día, una nueva "salsa" que de sabor a su vida.
Ahí aparece en escena Julien, interpretado por Laurent Lafitte (quien
vimos este año en Incompatibles),
un joven de cuarenta años que da clases de informática en el club "Mis
días felices", al que recientemente Caroline se ha apuntado. Realmente
esta relación no responde al tópico de mujer madura que busca una
segunda juventud con jovencito, ya que no hay un amor romántico, Julien
es un mujeriego que anda con una cada día e incluso varias si se lo
puede permitir, y Caroline no busca una relación a largo plazo, sino que vive el día a día, ni siquiera emular un pasado nostálgico de su juventud.
Completando
el triángulo encontramos a Philippe, el marido de Caroline, que no
tardará en sospechar que su mujer tiene un amante. Quizás, aunque tenga
un perfil atractivo y sugerente, es el personaje menos desarrollado de
los tres y se echa en falta más protagonismo suyo, hubiera aportado más chispa e interés al relato.
Con
un toque muy francés, sin sobresaltos emocionales ni tensiones
dialécticas, la película acierta en llevar el tema sin caer en
melodramatismos ni falsas reacciones telenovelescas, pero, en cambio,
falla en no crear una mayor fascinación al espectador por su historia ni ofrecer alicientes para que la mente de un espectador medio que ve cine con cierta frecuencia
retenga en su memoria detalles de la película al cabo de cierto tiempo.
Todo sigue un ritmo tan correcto como convencional, que pasa sin pena
ni gloria por la retina.
Quizás eso pasa por limitar el sector a cierto público como decíamos, y los que se encuentran fuera de ese grupo no encuentran en Mis días felices algo que despierte su curiosidad.
Al
menos un servidor, enfermo ya de cinefilia en sus venas, se deleita con
las referencias cinéfilas que a veces nos llegan en las nuevas
propuestas, y Marion Vernoux ha querido sumarse con un guiño a El graduado en
un plano que emula al famoso poster de la media de la señora Robinson,
que, por otra parte, añade ese toque del poder seductor de las
"maduritas" que comentaba anteriormente al personaje de Caroline.
Para
el personaje de Julien también se tira de referencias cinéfilas para
apuntar datos a la personalidad de su personaje, viendo en la pared de
su habitación un poster de la película Les confidences de Sandra, un film erótico de 1973 de Jean-Claude Roy, remarcando ese aire mujeriego y enamorado del género femenino.
Otra
referencia, esta ya no sé si evidente o que motivado por el plano de la
media ya estaba al acecho, me pareció reconocer un plano trasero de
Caroline con un recogido que inmediatamente asocié al de Vértigo de Kim Novak.
En cualquier caso, con o sin referencias, la sensación final que nos deja Mis días felices es de una película simpática pero poco más, que no supone un gran aporte cinematográfico, y que aunque
lo más seguro es que no deje su huella en el espectador, por su mensaje
sencillo pero eficaz de afrontar la jubilación (y la vejez que se
avecina) de una manera positiva y ese plano final en la playa como paisaje rejuvenecedor y desprovisto de prejuicios hacen que se gane el aprobado.
5/10
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