Sein letztes Rennen
Año:
2013
Fecha de estreno:
14 de noviembre de 2014
Duración:
114 min
País:
Alemania
Director:
Kilian Riedhof
Reparto:
Dieter Hallervorden, Tatja Seibt, Heike Makatsch, Heinz W. Krückeberg, Frederick Lau, Otto Mellies, Mehdi Nebbou
Distribuidora:
Karma Films
Quemar etapas mirando hacia adelante.
Esa es la evolución lógica de la vida. Y tirar para adelante
siempre, volviendo a las brasas ardientes, es la lección extraída de la primera película para la
gran pantalla del alemán Kilian Riedhof. Su propuesta intenta
transmitir un halo de esperanza, de fuerza interior, de superarse a
sí mismo demostrándote de qué eres capaz todavía... cuando ya
estás de lleno en la tercera edad. Vivir sin parar
nos presenta al octogenario Paul Averhof (Dieter Hallervorden) en una
residencia de ancianos junto a su amada esposa Margot. La vida ahí
es aburrida, monótona, gris. Ante el inminente maratón de Berlín,
Paul, antigua gloria del atletismo, decidirá que ha de seguir
adelante, de sentirse libre y de vivir, por eso, se entrenará para
correr dicha prueba atlética.
Una
prueba que simboliza una meta en la vida de un hombre en la última
etapa vital. Pero, para llegar a ese objetivo, Paul revivirá tiempos
pasados. Mientras entrena, su mujer será su incondicional compañera;
como antaño, le entrenará, le marcará los tiempos, estará junto a
él llueva o haga sol. Y básicamente por eso Vivir sin
parar se convierte en una oda a
la libertad y al amor atemporal. Sin embargo, su impostado buen rollo
creará una mezcla de amor-odio en el espectador por varios motivos.
Por un lado, admiramos las intenciones de crear una película amable
en la que la muerte, a pesar de sus ancianos personajes, no es la
protagonista -aunque sea inevitable hacer referencias hacia ella. El
problema es que Riedhof se queda a caballo entre la comedia y el
drama y no puede evitar tropezar con tópicos lacrimógenos, con la falsa hilaridad o con la
épica inherente a la maratón que va a correr Paul.
Por
otro lado, odiamos la facilidad para construir secundarios
antipáticos y / o prescindibles. En un empeño por dramatizar y
desdramatizar la trama, Riedhof (quien también guioniza la película)
ha incluido una amalgama de personajes irritantes. Desde los
compañeros de residencia peculiares -el salido, la loca, el amargado
con trasfondo “sorpresa”- hasta la insoportable hija de la pareja
protagonista, ninguno es la mitad de achuchable que Paul y Margot.
Esto es, Vivir sin parar
se sustenta en una supuesta empatía para con sus dos personajes
principales y, por momentos, esa complicidad burbujea en el ambiente.
Los veteranos Dieter Hallervorden y Tatja Seibt consiguen transmitir
esa mezcolanza de ternura y vitalidad. Lástima que, de nuevo
Riedhof, empañe sus escenas de lucimiento con recursos
estereotipados como, por ejemplo, la música lacrimosa.
Si
Riedhof hubiera optado por una fluidez natural en el transcurso de
los acontecimientos sin adornar tanto ciertos tramos de la película,
Vivir sin parar se
hubiera convertido en un buen estimulante cinematográfico y, su
mensaje positivo de seguir adelante sin frenos, hubiera calado con
más facilidad en el espectador. Como decíamos, tiene momentos
puntuales muy emocionantes pero que se suavizan, por paradójico que
parezca, por cómo el realizador se empeña en enfatizarlos. No os
dejéis engañar por nuestra valoración; esta película alemana no
es una mala opción dentro de la cartelera sobre todo si disfrutas
con las historias humanas y cercanas sobre la vida misma tintadas con
un toque de epicidad. Si no es así, tu veredicto será muy parecido al nuestro.
4/10
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