martes, 18 de noviembre de 2014

Nunca es demasiado tarde. Vida y muerte de Billy Stoke.

Título original:
Still Life
Año:
2013
Fecha de estreno:
21 de Noviembre de 2014
Duración:
92 min
País:
Reino Unido
Director:
Uberto Pasolini
Reparto:
Eddie Marsan, Joanne Froggatt, Karen Drury, Andrew Buchan, Neil D'Souza, David Shaw Parker, Michael Elkin
Distribuidora:
A Contracorriente


No os dejéis engañar por tan poco atractivo título en español, que parece sacado de un libro de autoayuda barata. Still Life ('Vida inmóvil', literalmente) contiene mucho más cine y, además, lecciones de vida más profundas que las cuatro palabras bienintencionadas (para el bolsillo del autor, claro) que se plasman en esos libros banales.

Uberto Pasolini, productor de Full Monty y Palookaville y director de Machan, dirige con entusiasmo y delicado tacto la historia de John May, un hombre solitario que trabaja para el ayuntamiento organizando funerales y buscando a los familiares de aquellas personas que han muerto solas.


Para encarnar al complejo John May tenemos al buen actor Eddie Marshan, quien hemos podido ver últimamente en Filth y Bienvenidos al fin del mundo. Nunca es demasiado tarde supone su primera película como protagonista absoluto y desde luego cumple perfectamente con su papel, expresando sentimientos sin apenas pronunciar palabra. Una vida rutinaria dedicada íntegramente a su labor, un oficio que convierte en su motivo de vida y al que, por supuesto, se vuelca para hacerlo de la mejor de las maneras posibles.
Nunca es demasiado tarde nos habla de la soledad, la muerte, la sociedad y cómo ésta ha ido dejando de lado a ciertos individuos, que no sólo viven solos, sino que a veces también perecen solos y no se les honra lo necesario. Con diferente temática pero con algo de sintonía, la película de Pasolini me recordó a Despedidas, de Yojiro Takita, por la forma de dar voz y voto a las almas que ya nos han abandonado. Y quizás guarden algo más en común, ya que su director admite que tuvo en mente las últimas películas de Ozu a la hora de planear su película. Esa quietud de la cámara mientras todo pasa alrededor, es un poco como el personaje de John May, un “muerto viviente” en cierta manera hasta que justamente le dicen que le van a despedir. Ahí, en ese último trabajo, el inestable Billy Stoke que vivía enfrente suyo, empezará a saltarse sus costumbres y, en definitiva, a vivir de nuevo.


La película sobre todo funciona porque Pasolini pone cuerpo y alma en ella y en su personaje, porque sabe tratar el tema sin caer el tópicos ni chabacanerías diversas. Se respira sutilidad, se deja fluir la historia. Se juega con los contrastes (la vida que tuvo Billy Stoke y la que lleva John May, por ejemplo) y se hace gala a veces de un humor fino que casi parece no querer aparecer, pero que se aprecia y ayuda a llevar una historia sin caer en cursilerías ni moralinas. De hecho, huye bastante de juzgar a su personaje y le dignifica por hacer de su trabajo una pasión (cosa que hoy en día es más difícil de ver que un gamusino. Todo desembocando en un final de hermosa poética que acaba por redondear un estupenda película. Un film con encanto, único y de gran calado. De esas gratas sorpresas que nos trae de vez en cuando la cinefilia.

8/10

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