miércoles, 25 de noviembre de 2015

La calle de la amargura. El extraño encanto de la miseria.


Título original:
La calle de la amargura
Año:
2015
Fecha de estreno:
27 de Noviembre de 2015 
Duración:
99 min
País:
México
Director:
Arturo Ripstein
Reparto:
Patricia Reyes Spíndola, Nora Velázquez, Silvia Pasquel, Arcelia Ramírez, Alejandro Suárez, Emoé de la Parra, Greta Cervantes, Alberto Estrella, Eligio Meléndez
Distribuidora:
Wanda


El año que viene se cumplirán 50 años de carrera de Arturo Ripstein, un veterano director hecho a sí mismo, autodidacta, que empezó su carrera a los 21 años con Tiempo de morir, en 1966. Enfrentarse a una película de directores con una amplia filmografía a sus espaldas es aventurarse a un trabajo por lo general muy libre de ataduras y, en consecuencia, con la visión propia del director. Pocos son los que tras una larga carrera no dejan su sello autoral en sus últimos trabajos, y Ripstein no es la excepción. Quizás precisamente por su distintivo enfoque, conviene conocerlo previamente para saber que lo que nos espera durante la película no es precisamente un camino de rosas.

Ripstein siempre tiende en sus películas a retratar el lado oscuro de la vida, acercando la mirada a personajes desesperados y a menudo en la cuerda floja. “El mundo es un guiñol tenebroso”, ha llegado a decir Ripstein en alguna entrevista y así lo constatan sus películas. El destino suele jugar a los dados para jugar una mala pasada a sus personajes principales y poner a prueba sus, ya de por sí, difíciles vidas. Todo esto puede verse en La calle de la amargura, título que no da lugar a equívocos, donde se ha apostado por una fotografía en blanco y negro que sirva de reflejo de las miserias de los personajes. Y es que, si en sus vidas no hay color, que tampoco lo haya en toda la película.


Destacado también es el patetismo y grotesco de la ambientación y personajes que pueblan la cinta del director mexicano (prostitutas, luchadores enanos, travestis, borrachos, timadores, y seres miserables) que le han llevado ser comparado con alguna de las obras de Fellini. Incluso ese humor tan negro y particular del italiano también aparece en La calle de la amargura. Y eso que, en principio, la historia no da para muchas risas. Basada en una historia real, se nos relata el trágico destino (el avatar del destino, de nuevo) de dos prostitutas que, debido a su edad, y siguiendo el hilo del humor negro del film, podría decirse que 'ya no valen ni para putas'. Por otro lado tenemos a dos luchadores enanos, que se ganan la vida haciendo de réplicas de dos luchadores de lucha libre de prestigio. Sus vidas se entrelazarán pero sus suertes no mejorarán, sino todo lo contrario.

El problema que yo le encuentro a la película es la nula empatía que desde el espectador se siente pon los personajes. El tratamiento que se les da no es, desde luego, para que nadie se identifique con ellos y entonces tan sólo queda la baza del morbo, el espectador voyeur que ve desde la platea la desgracia ajena. En ese problema de cercanía con los personajes habría que añadir también cierto tono teatral en las actuaciones, dando lugar a ciertos pasajes donde el actor recita ideas como si nos estuvieran leyendo el guión en vez de sentir sus palabras.
Por suerte hay un contrapunto, y es que el buen trabajo de cámara (predominando los planos secuencia de seguimiento de personajes) y la escenografía causan un malsano hipnotismo. La calle de la amargura consigue asquear, sí, pero a pesar de ello también consigue que sigas queriendo ver más, saber qué destino les aguarda a los personajes.


Arturo Ripstein siempre ha sido un devoto admirador de Buñuel desde bien pequeño, llegando a conocerlo y con la fortuna de poder asistir incluso al rodaje de El ángel exterminador. Pero, aparte de influenciar en su cine, Ripstein lo ha emulado en su personalidad en sí misma. Irreverente y visceral, volcado hasta las entrañas en sus proyectos, el director cree en sus películas y pone su toque en ellas. Así, como si fuera el Almodóvar mexicano, pese a no ser ambos reconocidos en su país natal y ser más apreciados en Europa, ambos podrán ser incomprendidos por ciertos críticos o espectadores, pero es lo que lleva implícito el arte y el artista, que provocan sensaciones y controversia. Y, desde luego, Arturo Ripstein es, más que cineasta, un artista que se expresa mediante el celuloide.

6/10

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