Título original:
La calle de la amargura
Año:
2015
Fecha de estreno:
27 de Noviembre de 2015
Duración:
99 min
País:
México
Director:
Arturo Ripstein
Reparto:
Patricia Reyes Spíndola, Nora Velázquez, Silvia Pasquel, Arcelia Ramírez, Alejandro Suárez, Emoé de la Parra, Greta Cervantes, Alberto Estrella, Eligio Meléndez
Distribuidora:
Wanda
El
año que viene se cumplirán 50 años de carrera de Arturo Ripstein,
un veterano director hecho a sí mismo, autodidacta, que empezó su
carrera a los 21 años con Tiempo de morir, en 1966.
Enfrentarse a una película de directores con una amplia filmografía
a sus espaldas es aventurarse a un trabajo por lo general muy libre
de ataduras y, en consecuencia, con la visión propia del director.
Pocos son los que tras una larga carrera no dejan su sello autoral en
sus últimos trabajos, y Ripstein no es la excepción. Quizás
precisamente por su distintivo enfoque, conviene conocerlo
previamente para saber que lo que nos espera durante la película no
es precisamente un camino de rosas.
Ripstein
siempre tiende en sus películas a retratar el lado oscuro de la
vida, acercando la mirada a personajes desesperados y a menudo en la
cuerda floja. “El mundo es un guiñol tenebroso”, ha llegado a
decir Ripstein en alguna entrevista y así lo constatan sus
películas. El destino suele jugar a los dados para jugar una mala
pasada a sus personajes principales y poner a prueba sus, ya de por
sí, difíciles vidas. Todo esto puede verse en La calle de la
amargura, título que no da lugar a equívocos, donde se ha
apostado por una fotografía en blanco y negro que sirva de reflejo
de las miserias de los personajes. Y es que, si en sus vidas no hay
color, que tampoco lo haya en toda la película.
Destacado
también es el patetismo y grotesco de la ambientación y personajes
que pueblan la cinta del director mexicano (prostitutas, luchadores
enanos, travestis, borrachos, timadores, y seres miserables) que le
han llevado ser comparado con alguna de las obras de Fellini. Incluso
ese humor tan negro y particular del italiano también aparece en La
calle de la amargura. Y eso que, en principio, la historia no da para
muchas risas. Basada en una historia real, se nos relata el trágico
destino (el avatar del destino, de nuevo) de dos prostitutas que,
debido a su edad, y siguiendo el hilo del humor negro del film,
podría decirse que 'ya no valen ni para putas'. Por otro lado
tenemos a dos luchadores enanos, que se ganan la vida haciendo de
réplicas de dos luchadores de lucha libre de prestigio. Sus vidas se
entrelazarán pero sus suertes no mejorarán, sino todo lo contrario.
El
problema que yo le encuentro a la película es la nula empatía que
desde el espectador se siente pon los personajes. El tratamiento que
se les da no es, desde luego, para que nadie se identifique con ellos
y entonces tan sólo queda la baza del morbo, el espectador voyeur
que ve desde la platea la desgracia ajena. En ese problema de
cercanía con los personajes habría que añadir también cierto tono
teatral en las actuaciones, dando lugar a ciertos pasajes donde el
actor recita ideas como si nos estuvieran leyendo el guión en vez de
sentir sus palabras.
Por
suerte hay un contrapunto, y es que el buen trabajo de cámara
(predominando los planos secuencia de seguimiento de personajes) y la
escenografía causan un malsano hipnotismo. La calle de la
amargura consigue asquear, sí, pero a pesar de ello también
consigue que sigas queriendo ver más, saber qué destino les aguarda
a los personajes.
Arturo
Ripstein siempre ha sido un devoto admirador de Buñuel desde bien
pequeño, llegando a conocerlo y con la fortuna de poder asistir
incluso al rodaje de El ángel exterminador. Pero, aparte de
influenciar en su cine, Ripstein lo ha emulado en su personalidad en
sí misma. Irreverente y visceral, volcado hasta las entrañas en sus
proyectos, el director cree en sus películas y pone su toque en
ellas. Así, como si fuera el Almodóvar mexicano, pese a no ser
ambos reconocidos en su país natal y ser más apreciados en Europa,
ambos podrán ser incomprendidos por ciertos críticos o
espectadores, pero es lo que lleva implícito el arte y el artista,
que provocan sensaciones y controversia. Y, desde luego, Arturo
Ripstein es, más que cineasta, un artista que se expresa mediante el
celuloide.
6/10
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