Hace DOS (2) semanas que no tenemos un capítulo de Modern Family. Puedes leer sobre el anterior emitido aquí. Todo el mundo esperaba con ansia una de las mejores entregas de la serie, el especial de Halloween, pero alguien decidió poner entonces un episodio repetido.
La semana pasada lo que pasó es que en vez de Modern Family se volcaron, me parece, con la gala de los premios a la música country. Qué le vamos a hacer. Lo importante es que la serie ha vuelto. ¿Cómo? ¡Alerta spoiler!
El caso Dunphy
Los hijos de los Dunphy están totalmente fuera de sí. El primero en hacer acto de presencia en este capítulo es Luke, que ha cogido prestado un coche para visitar a una compañera de clase cuyo gato ha muerto. “Como se le había muerto el gato pensé en ir, a ver si tenía ganas de enrollarse conmigo”. La esperanza es lo último que se pierde, sin duda.
Luke es arrestado, pero ese es su problema más liviano (en su cabeza). Todos sus amigos triunfan entre las chicas, incluso Manny. De hecho, mientras limpia la casa de los patos (el primero de los muchos castigos que Phil –ahora su peor pesadilla- le impone), se les distrae uno, que termina en casa de los vecinos. Manny se lanza a por él y parece caerle simpático a la hija de los vecinos.
Sin embargo, aunque Luke (que, por cierto, termina recibiendo la visita de la compañera del gato muerto) se revela a momentos , los Dunphy tienen como problema principal cierta tendencia al engaño de su otra hija, Alex. Por un casual, la espían sin querer entrando en una licorería y subiendo rauda a una furgoneta cochambrosa que, a ojos de su madre, “seguro que es de algún tipo raro de mediana edad”.
Alex les miente sobre su ubicación, y los Dunphy comienzan a perseguir a la furgoneta, que termina en su propia casa. Al final todo tiene su explicación, Rouben (nueva pareja de Alex), se dañó una pierna jugando a algún juego friki y lo que compraron en la licorería fue hielo. Claro que, algo avergonzada de su peculiar nueva conquista, Alex le había escondido en el armario y un embravecido Phil le golpea en la cara para que salga. Al final el hielo va a dar de sí.
Haleyluya
Por cierto, Phil anda muy preocupado por sus patos, que no dejan de seguir a Claire, lo primero que vieron al nacer. Sus intentos de confundirles resultan raros y poco acertados: se viste como Claire, e incluso se echa su perfume. Al final los patos le siguen cuando empieza a gritar su nombre por teléfono. ¿Pero es que hay algo más típico de su mujer que estar todo el rato gritando “Phil”?
La otra Dunphy que queda también tiene que lidiar con su propio drama. Ella iba tan tranquila con su novio Dylan a ver una película de zombies enamorados cuando, allí mismo, se da cuenta de que los únicos asientos libres están junto al futuro matrimonio Andy-Beth. Por supuesto, no deja de ser incomodo ver como los zombies se echan en cara no confesar sus sentimientos al lado de su love interest.
Andy le confiesa más tarde que ahora todo está bien con Beth, ya no está gordo, y solo quiere mirar hacia adelante y pensar en su inminente matrimonio. Aquello parece no entrar de frente en la mente de Haley, que en el camino de vuelta a casa decide romper con Dylan por enésima vez. Ya ni le hace falta decir nada, solo por el tono el joven deduce el resto.
Cecina de trucha
En la ciudad, Mitchell y Cam están vendiendo sus tomates en el Mercado Granjero, un acontecimiento ideal para dar a conocer ese manjar tan reconocido comarcalmente que tienen entre manos. Por supuesto, allí encuentran a otros enemigos acérrimos de Cam, Andrew y Simon, que venden su propia cecina de trucha artesanal (?). Aunque se odien, uno de ellos sabe que Mitch es buen abogado, así que le ofrece un puesto en su empresa.
Mientras tanto, Jay intenta –en su casa- grabar un vídeo de aceptación del prestigioso premio Titán de la Industria que le va a entregar la Cámara de Comercio. Aquello no se le da muy bien (“¿Qué es lo que mueve a Jay Pritchett? Un Audi”), y deja dormitando a toda su familia. Ni siquiera la ayuda de su hijo Mitch consigue inspirarle lo suficiente.
Gloria, por su parte, pierde la receta de la salsa de tomate de sus antepasados, “mi abuela me la pasó por ser la mayor no casada con un peruano”. Cuando se la enseña a Cam, a este se le cae dentro de una jarra de agua y aquello termina bastante mal.
Así que mientras Mitch le explica a su padre por qué no está atento a su vídeo (se plantea crear su propia firma de abogados, en vez de aceptar la oferta de antes), Cam ayuda a Gloria a recrear la salsa haciéndole recordar a trozos qué es lo que llevaba. Jay termina diciéndole a Mitch que no se arriesgue, porque para eso hay que valer. Y a Gloria que no se le ocurra vender su salsa en el mercado, después del ridículo que hizo en el 2011 con un champú que casi deja a medio barrio calvo.
Por supuesto, ninguno le hace caso. Mitch crea su empresa y la salsa de Gloria es todo un éxito. Y es justamente eso lo que inspira a Jay para su vídeo: todas las veces que, cuando empezó, le dijeron que no podía. Y miradle ahora, Titán de la Industria.
El caso Dunphy
Los hijos de los Dunphy están totalmente fuera de sí. El primero en hacer acto de presencia en este capítulo es Luke, que ha cogido prestado un coche para visitar a una compañera de clase cuyo gato ha muerto. “Como se le había muerto el gato pensé en ir, a ver si tenía ganas de enrollarse conmigo”. La esperanza es lo último que se pierde, sin duda.
Luke es arrestado, pero ese es su problema más liviano (en su cabeza). Todos sus amigos triunfan entre las chicas, incluso Manny. De hecho, mientras limpia la casa de los patos (el primero de los muchos castigos que Phil –ahora su peor pesadilla- le impone), se les distrae uno, que termina en casa de los vecinos. Manny se lanza a por él y parece caerle simpático a la hija de los vecinos.
Sin embargo, aunque Luke (que, por cierto, termina recibiendo la visita de la compañera del gato muerto) se revela a momentos , los Dunphy tienen como problema principal cierta tendencia al engaño de su otra hija, Alex. Por un casual, la espían sin querer entrando en una licorería y subiendo rauda a una furgoneta cochambrosa que, a ojos de su madre, “seguro que es de algún tipo raro de mediana edad”.
Alex les miente sobre su ubicación, y los Dunphy comienzan a perseguir a la furgoneta, que termina en su propia casa. Al final todo tiene su explicación, Rouben (nueva pareja de Alex), se dañó una pierna jugando a algún juego friki y lo que compraron en la licorería fue hielo. Claro que, algo avergonzada de su peculiar nueva conquista, Alex le había escondido en el armario y un embravecido Phil le golpea en la cara para que salga. Al final el hielo va a dar de sí.
Haleyluya
Por cierto, Phil anda muy preocupado por sus patos, que no dejan de seguir a Claire, lo primero que vieron al nacer. Sus intentos de confundirles resultan raros y poco acertados: se viste como Claire, e incluso se echa su perfume. Al final los patos le siguen cuando empieza a gritar su nombre por teléfono. ¿Pero es que hay algo más típico de su mujer que estar todo el rato gritando “Phil”?
La otra Dunphy que queda también tiene que lidiar con su propio drama. Ella iba tan tranquila con su novio Dylan a ver una película de zombies enamorados cuando, allí mismo, se da cuenta de que los únicos asientos libres están junto al futuro matrimonio Andy-Beth. Por supuesto, no deja de ser incomodo ver como los zombies se echan en cara no confesar sus sentimientos al lado de su love interest.
Andy le confiesa más tarde que ahora todo está bien con Beth, ya no está gordo, y solo quiere mirar hacia adelante y pensar en su inminente matrimonio. Aquello parece no entrar de frente en la mente de Haley, que en el camino de vuelta a casa decide romper con Dylan por enésima vez. Ya ni le hace falta decir nada, solo por el tono el joven deduce el resto.
Cecina de trucha
En la ciudad, Mitchell y Cam están vendiendo sus tomates en el Mercado Granjero, un acontecimiento ideal para dar a conocer ese manjar tan reconocido comarcalmente que tienen entre manos. Por supuesto, allí encuentran a otros enemigos acérrimos de Cam, Andrew y Simon, que venden su propia cecina de trucha artesanal (?). Aunque se odien, uno de ellos sabe que Mitch es buen abogado, así que le ofrece un puesto en su empresa.
Mientras tanto, Jay intenta –en su casa- grabar un vídeo de aceptación del prestigioso premio Titán de la Industria que le va a entregar la Cámara de Comercio. Aquello no se le da muy bien (“¿Qué es lo que mueve a Jay Pritchett? Un Audi”), y deja dormitando a toda su familia. Ni siquiera la ayuda de su hijo Mitch consigue inspirarle lo suficiente.
Gloria, por su parte, pierde la receta de la salsa de tomate de sus antepasados, “mi abuela me la pasó por ser la mayor no casada con un peruano”. Cuando se la enseña a Cam, a este se le cae dentro de una jarra de agua y aquello termina bastante mal.
Así que mientras Mitch le explica a su padre por qué no está atento a su vídeo (se plantea crear su propia firma de abogados, en vez de aceptar la oferta de antes), Cam ayuda a Gloria a recrear la salsa haciéndole recordar a trozos qué es lo que llevaba. Jay termina diciéndole a Mitch que no se arriesgue, porque para eso hay que valer. Y a Gloria que no se le ocurra vender su salsa en el mercado, después del ridículo que hizo en el 2011 con un champú que casi deja a medio barrio calvo.
Por supuesto, ninguno le hace caso. Mitch crea su empresa y la salsa de Gloria es todo un éxito. Y es justamente eso lo que inspira a Jay para su vídeo: todas las veces que, cuando empezó, le dijeron que no podía. Y miradle ahora, Titán de la Industria.
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