sábado, 11 de julio de 2015

Atlántida Film Fest. Mercuriales.


Título original:
Mercuriales
Año:
2014
Atlántida Film Fest:
Sección Oficial
Duración:
108 min
País:
Francia
Director:
Virgil Vernier
Reparto:
Philippine Stindel, Ana Neborac, Annabelle Lengronne, Jad Solesme





Como ya sucedía en la personalísima adaptación de Ion de Sosa alrededor de Do androids dream of electric sheep? de Phillip K. Dick, la orografía urbanita de un mundo en descomposición se erige con importancia capital en la ópera prima del realizador francés Virgil Vernier, Mercuriales. Las dos torres que dan nombre a la película se alzan sobre un paisaje gris, de ilusoria modernidad, como dos faros post-apocalípticos de una Europa agobiada por el neoliberalismo y por la crisis de sus estados de bienestar. 
Y frente a la pomposidad con que esas obras faraónicas y fantasmales inician el viaje de nuestras dos desnortadas protagonistas, vemos cómo Vernier introduce al final del metraje, a modo de círculo que se cierra, unos edificios que están siendo derruidos lenta pero inexorablemente. Unos edificios que bien podrían ser las torres Mercuriales, metáfora de doble dirección hacia un continente que no puede asegurar un futuro digno a todos sus habitantes y hacia una juventud que intenta parapetarse sin éxito ante sueños imposibles.  


Pero si hay un terreno en el que Mercuriales se mueve realmente bien es a la hora de fluctuar su tono entre el realismo social más desangelado (jóvenes que luchan contra molinos de viento para salir adelante hacia nadie sabe dónde) y ese realismo mágico que con tanta pericia e ironía relataban maestros de la pluma como Bontempelli o Pere Calders. Es decir, que el debutante Vernier simplifica la realidad decadente de una sociedad europea deshumanizada y la traduce en fábulas nuevas, revelando el sentido mágico que puede encontrarse si escarbamos entre la cotidianeidad.

Un día a día denso, en el que las horas nunca parecen avanzar, y en el cual el futuro es inexistente. En un contexto tan enrarecido como éste, Vernier introduce a sus dos particulares ninfas (lolitas nabokovianas), que hacen de su encuentro una trinchera contra la realidad y la alienación. Su unión resulta el único hálito de esperanza en un cosmos que las rechaza contundentemente, ajeno a sus bondades. Mercuriales no funciona solamente enclavada en una juventud francesa vacilante e insegura, sino que surge con una vocación de denuncia claramente transnacional. No importa que vengas de Europa del Este, de África o hayas nacido en Francia: el sistema te engullirá y te desplomaras junto a él.


Pero como sucede en la mayoría de proyectos en los que prima el elemento sensorial en detrimento del análisis racional (y el debut de Vernier no es ajeno a ello), la sensación que tiene el espectador al finalizar su visionado es de desconcierto. Podríamos achacarlo a las dificultades de Vernier para egresar del lodazal narrativo en el que se ha metido en su debut tras las cámaras. También a su tono abstracto, anárquico, exigente hasta con el espectador más curtido en el cine experimental. Quizá se deba a la imposibilidad de identificarnos mental y afectivamente con el estado de ánimo de sus eugenésicas protagonistas. Mercuriales es un film dónde convergen sensaciones tan antagónicas como la fascinación y la irritación, lo hipnótico con el tedio vital, lo brillante con lo irregular. Se trata, en suma, de un experimento con evidentes áreas de interés, casi tan evidentes como el resabio que deja en el espectador cuando la pantalla se funde a negro por última vez y empieza el desfile de los créditos finales.


5,5/10

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