Título original:
Shemtkhveviti paemnebi (Brma paemnebi) (Blind Dates)
Año:
2013
Atlántida Film Fest:
Sección Oficial
Duración:
99 min
País:
Georgia
Director:
Levan Koguashvili
Reparto:
Andro Sakhvarelidze, Ia Sukhitashvili, Archil Kikodze, Vakho Chachanidze, Kakhi Kavsadze, Marina Kartsivadze
Las
asociaciones que hace la mente humana pueden llevar a ser a veces un
tanto caprichosas o irracionales. Yo, por ejemplo, veo que Blind
Dates es una producción
georgiana y mi mente piensa en “Georgia on my mind” de Ray
Charles, aunque realmente el cantante no hable de la misma Georgia.
Incluso ni siquiera se refiere a la Georgia de los Estados Unidos,
sino a la hermana del escritor de la canción, que se llamaba Georgia
(sí es cierto que más adelante, el estado de Georgia se apropió de
la canción como su himno). Es por este tipo de asociaciones extrañas
y sinsentido (del todo) que en parte soy fan del chic@ que pone los
textos que hacen de gancho para las películas del Atlántida Film
Fest en Filmin. En este caso, se atreve a compararla con el cine de
Aki Kaurismäki y con Jo, qué noche! de Scorsese. En el primer caso
supongo que vendrá por el particular humor del director, con esos
personajes tan que digo yo “sangre de horchata”. La comparación
con la obra de Scorsese ya escapa a comprensión alguna.
Un
texto mucho más enriquecedor e interesante es el de nuestros
compañeros de CineMaldito sobre el “nuevo
cine georgiano”. Yo debo admitir que hasta hace poco lo único
que había visto del cine georgiano era la infame 247°F, cinta de
terror sobre unos chavales que se quedan encerrados en una sauna (con
eso lo digo todo) y Mandarinas,
la coproducción con Estonia que estuvo nominada a los Oscars; así
que poca sensación de un resurgir del cine georgiano tenía. Aunque
sí llamaba mi atención que recientemente se estrenase Corn
Island; cuando vi Blind
dates, más que su
nacionalidad me atrajo su argumento. Un cuarentón que aún vive con
sus padres y que, junto a su mejor amigo, conciertan citas a ciegas
por internet para dejar de estar soltero. La cosa se complicará
cuando se enamore de Manana, una peluquera casada con un preso que
apuñaló a un hombre con un tenedor, por, a su entender, estar
cortejando a su novia.
Lo
mejor que puedo decir de la película es que va de menos a más, hay
que ser paciente y aunque el protagonista tenga menos salero que las
comidas de las residencias de ancianos, la trama gana enteros en su
recta final, cuando las tramas desembocan en resoluciones tan
absurdas como genuinamente locas. Al principio cuesta congeniar tanto
con el ritmo de la película (muy de planos largos que ralentizan la
narración) como con el personaje principal, pero las películas se
valoran por el resultado final, y en este caso es satisfactorio a
rasgos generales, que si bien no me ha seducido, al menos sí me ha
aportado lo necesario para que el visionado haya merecido la pena. Además, es capaz de regalarnos alguna que otra secuencia interesante, como la salida de la cárcel de Tengo, donde se juega hábilmente con los desenfoques, las distancias y el fuera de plano. El
personaje de Tengo, el novio de Manana, aporta además a la película esa
bizarro y estrambótico caos pero entrañable conjunto que se echaba
en falta en los primeros minutos.
Si
es cierto que el guión puede despistar al espectador, pues realmente
no sigue a Sandro (el protagonista) y su relación con Manana, sino
que más bien sigue al personaje en su particular recorrido y hacia
donde le dirige la historia, quedando en algún tramo de ésta Manana
hasta en segundo plano.
Blind
dates puede ser una historia atractiva para el espectador paciente
que esté dispuesto a conectar con el particular humor seco e
introvertido que se gasta Levan Koguashvili (a mí, hasta su segunda
mitad, prácticamente ni me había hecho sonreír) y dejarse
arrastrar por las rocambolescas vivencias que le suceden al
desafortunado Sandro a lo largo de la trama.
6/10
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