jueves, 9 de abril de 2015

Aguas tranquilas. Serenidad, demasiada serenidad.

Título original:
Futatsume no mado (Still the Water)
Año:
2014
Fecha de estreno:
10 de abril de 2015
Duración:
110 min
País:
Japón
Director:
Naomi Kawase
Reparto:
Nijiro Murakami, Jun Yoshinaga, Makiko Watanabe, Hideo Sakaki, Tetta Sugimoto, Miyuki Matsuda, Jun Murakami, Fujio Tokita
Distribuidora:
GoodFilms


El mar embravecido (paradoja respecto al metafórico título), la muerte amenzazante y un romance incipiente. Los tres elementos definen el último trabajo de la nipona Naomi Kawase, Aguas tranquilas. En consonacia con otras películas como El bosque del luto, el tema principal circunda alrededor del significado de la muerte y la relación del ser humano con la naturaleza. La directora ha tratado de captar la tranquilidad y serenidad respirada en una remota isla del Japón más rural. Esa calma en el modo de vida se transmuta -por suerte o por desgracia- al soporífero desarrollo de la película por mucho que nos intente romper la monotonía con primeros planos de cabras degolladas y con un hecho sorpresivo.


Esa sorpresa, al inicio de la película, es la aparición de un cadáver en la orilla, tras un tifón. Es el adolescente Kaito quien lo descubre y esta aparición perturba su mundo, ya roto por el divorcio de sus padres. Por otro lado está Kyoko, con quien comparte un pequeño romance. La joven Kyoko tiene que lidiar con la enfermedad terminal de su madre mientras aprende a aceptar la muerte como una consecuencia natural de la vida. 

El insólito romance entre los dos adolescentes marca su iniciación al mundo adulto. Kawase nos habla del sexo, de la muerte, del amor... pero a su manera. La japonesa se muestra más interesada en los elementos periféricos a los protagonistas. La exaltación del paisaje natural, incidiendo en la belleza de los mismos, provoca una sensación de superficialidad en la trama de los personajes. Por momentos, con esa cercanía de la cámara en la acción, parece que nos sitúamos ante un cine de corte cuasi documental -sobre todo si lo unimos a los ritos mostrados, al folklore propio de la isla.



El país del sol naciente posee una cultura contrapuesta al estilo occidental. En su Aguas tranquilas, Kawase explota esa cultura y, además, busca la espiritualidad “zen” del estilo de vida de sus personajes logrando, con esa fotografía focalizada en el entorno natural de los alrededores, transmitir la serenidad intrínseca de esa zona. Pero, a su vez, esto es lo que convierte su cine en un cine de difícil degustación. Aguas tranquilas no es una excepción; la directora retrata las banalidades -el mar en movimiento, un romántico paseo en bicicleta, una canción en el lecho de una moribunda- recreándose en ellas lo cual imprime un carácter de lentitud a la película así como un sentimiento de falsa profundidad, de pseudobelleza. Al final, todo se reduce a una cuestión estética y el guión queda en un segundo plano.

3/10

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