Título original:
(Trudno byt bogom) Hard to be a God
Año:
2013
Fecha de estreno:
10 de Abril de 2015
Duración:
170 min
País:
Rusia
Director:
Aleksei German
Reparto:
Leonid Yarmolnik, Aleksandr Chutko, Yuriy Tsurilo, Evgeniy Gerchakov, Natalia Moteva
Distribuidora:
Capricci Cine
13 años le llevaron a
Aleksei German elaborar esta titática obra llamada Qué difícil
es ser un Dios (Hard to be a God). Y encima el pobre ni pudo
verla estrenada, pues murió en febrero de 2013, incluso aún sin
terminar de montar la película, la cual fue terminada según las
detalladas instrucciones que dejó el difunto por su mujer (y
co-guionista) Svetlana Karmalita e hijo Aleksei German Jr. German
padre, en 43 años de carrera sólo llegó a realizar 6 películas
(con la que nos ocupa) incluyendo su debut, codirigido con Grigory
Aronov. Y es que la censura le tuvo siempre en el punto de mira,
hasta el punto de que la idea de hacer la película que nos ocupa se
remonta a 1968, cuando empezó a escribir el guión, pero la entradas
de las tropa soviéticas a Checoslovaquia dictaminaron la prohibición
de dicho guión.
'Qué difícil es ser
Dios' es una novela de ciencia ficción muy reputada de los hermanos
Strugatski, en la cual se basa la película. Incluso ya hubo una
fallida adaptación a la gran pantalla de ella en 1989 que se tituló
El poder de un Dios, a cargo de Fleischmann. Pero no es la
única novela de los Strugatski que da juego en la gran pantalla,
pues una de las películas más emblemáticas de Tarkovski, Stalker,
está inspirada en la novela 'Picnic extraterrestre'. En cualquier
caso, el trabajo de German trasciende novela o cualquier semejanza
con Juego de tronos por su ambientación. Qué difícil es
ser un Dios es un proyecto único y ambicioso como ningún otro,
rozando incluso lo enfermizo con tal de ser lo más realista posible.
Esto engloba, por ejemplo, crear las espadas o armaduras tal y como
se forjaban en aquella época, rodar en el castillo Tocník de la
República Checa o la búsqueda personal de todas y cada una de las
personas que salen en pantalla en la película, por pequeño que sea
su papel, por el propio Aleksei. Como podéis ir comprobando, no
estamos ante una película común, así como tampoco deberíamos
lanzarnos a su visionado así a la ligera, sin ir antes un tanto
prevenidos.
No estaría de más
conocer un poco a su director, su forma de rodar e ideas, para lo que
podría venir bastante bien este fabuloso escrito de los compañeros
de Hacerse
la crítica, pero en
resumidas cuentas, a los 170 minutos que dura el ejercicio hay que
tenerle en cuenta que predominan los planos secuencia (lo que dilata
enormemente su ritmo) y que la historia queda relegada a un segundo
plano en pos de la ambientación y la experiencia sensorial. Y todo
esto, para representar una Edad Media (supuestamente en un universo
alternativo, lo que le confiere una capa extra a la distopía)
brutal, sórdida, putrefacta y sin concesiones de ningún tipo.
Llvuvia incesante, barro y heces por doquier, tripas y
desmenbramientos, vómitos y máquinas de torturar propias de un
museo de los horrores, todo en un inmaculado blanco y negro de
hipnótica belleza, con cámara en mano que se pasea por los
escenarios, con personajes deambulando por un escenario
tridimensional sin necesidad alguna de gafas, simplemente con una
grandiosa planificación milimétrica de su director.
Es
una película incómoda, pesadillesca, extrañísima, pero a su vez
tiene ese algo que atrapa y que denota genialidad. Quizás
recomendaría, siempre que sea posible, tomarse un descansillo a
mitad de peli, de unos quince minutos o así, como en los interludios
de los grandes clásicos, para tomar aire, despejar la mente,
descargar la vejiga... lo que requiera tu cuerpo y mente para
proseguir su visionado en las mejores condiciones. Y es que puede
costar acabar su visionado, bien por su duración, su ritmo,
prácticamente nula historia o simplemente por la brutalidad de sus
imágenes, pero merece la pena, pues es un cine que no se ve todos
los días. Créeme.
Es
muy probable que vivir en la Edad Media fuera muy parecido a lo que
se vislumbra en Qué
difícil es ser un Dios,
y no las bellas e idealizadas gestas medievales románticas que hemos
adorado. Y también es muy probable que, de existir un infierno, se
pareciera a esto. No apta para todos los paladares, pero seguro que
el buen cinéfilo sabrá deleitarse con el enorme trabajo realizado
por German.
6/10
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