Y el segundo día ya nos ha regalado una buena película. Hablamos de Beneath, la nueva película de Ben Ketai cuyo argumento gira en torno a unos mineros que acaban atrapados en las profundidades de una montaña. Sam (Kelly Noonan) quiere visitar el lugar de trabajo de su padre (Jeff Fahey) antes de que éste se jubile. En el primer día que una mujer bajaba a la mina, ésta sufre un derrumbamiento. ¡Si es que no se puede ser más gafe! Ketai aprovecha esta claustrofóbica premisa para encerrarnos con sus personajes en una angustiante y opresiva travesía. Sabe medir sus dosis de tensión basándose sólo en elementos naturales -vamos que, al contrario que en The Descent, no necesita de "monstruitos" para aterrorizar al espectador-, inherentes a quedarse aislados en una mina de carbón. El guión añade cuotas de misterio al contar la leyenda urbana sobre un grupo de mineros que, casi cien años atrás, murieron asfixiados en dicha mina. Nunca se encontraron sus cuerpos y la gente comenta que se mataron entre ellos. En la película, Ketai juega con esta leyenda cuando nuestros personajes comienzan a volverse locos. Nunca sabremos si están poseídos por los fantasmas, hay algún gas tóxico en el ambiente o, simplemente, están perdiendo la cabeza. Todo un acierto dejar está incógnita para que el espectador la despeje. Beneath está a la altura de The Descent y no nos ha defraudado.
Precisamente Neil Marshall, director de la mencionada The Descent es el productor ejecutivo de Soulmate, la película que vimos justo antes de Beneath. Y claro, nos imaginamos a su mujer, Axelle Carolyn, en una ardiente noche, pidiéndole a su marido financiación para dirigir Soulmate, su primer largometraje. El señor Marshall nos tiene acostumbrados a historias más turbias, más sucias, más sangrientas. Su esposa ha creado un melodrama moñas sobre un fantasma enamorado de la huésped de su casa. En ella, una viuda reciente que acaba de salir de un intento de suicidio, se muda a un caserón en un pueblo perdido de Gales. Los lugareños le reciben con cierto recelo pues en el caserón vivía un joven que se suicidó por amor. La viuda nota la presencia y, gracias a su experiencia cercana a la muerte, logra conectar con el fantasma. Ambos establecen una relación de amistad hasta que un día el espíritu confiesa sentir algo más por ella... No os creáis que esto alcanza la calidad de El fantasma y la señor Muir pues Soulmate evoluciona muy lentamente, con poca emoción y se hace cansina. Su parte final tiene momentos irrisorios, además. Los personajes secundarios parecen esconder un terrible secreto pero, conforme avanza la trama, descubrimos que todo queda en agua de borrajas y esa supuesta tensión de esta historia paralela se diluye del todo. Una pena.
Y la última película de la noche fue la peor con diferencia. Viy, la superproducción rusa éxito de taquilla en su país, llegaba con el objetivo de entretenernos con una historia épica de brujería y entes demoníacos. En cambio, Spetchenko nos castiga con una caótica, pelma y desalmada película que escupe a la cara -con mocos incluidos- al espeluznante cuento de terror de Gogol. Si éste levantara la cabeza, invocaría al Viy para asesinar a todo aquel involucrado en esta estupidez de película. Mal escrita, mal narrada y peor montada, Viy 3D (bueno, a nosotros nos timaron el 3D) utiliza el cuento homónimo de Gogol como punto de partida para inventarse qué hubiera ocurrido si un cartógrafo británico, un pasado de vueltas Jason Flemmyng, hubiera llegado a la región a investigar los hechos referidos a la muerte de Pannochka y el filósofo Jomà Brut. Y, tirando por tierra todo el tema sobrenatural tan magistralmente descrito por Gogol en su cuento, Spetchenko configura una ambiciosa película con un despropósito tras otro. Técnicamente incluso es cutre. Los efectos digitales, hechos para ser vistos en 3D, cantan mucho más vistos en 2D así como las escenas realizadas para "tirarle cosas al espectador". Los chistes ridículos, aprovechando la obsesiva adicción de los rusos al aguardiente, moran a su antojo en Viy. Lástima que no consiguieran hacer reír al respetable ni una sóla vez. Ni siquiera para burlarse de la película, señal inequívoca del coñazo sin sentido que estábamos viendo.
Como siempre, todas las películas fueron precedidas de un cortometraje. El primero de ellos, Fisio, es la historia de un fisioterapeuta cornudo que sospecha de su mejor amigo, también paciente suyo. No entedemos muy bien su inclusión en este Festival pues carece de ningún elemento fantástico. En cualquier caso, aunque previsible en su historia, se dejaba ver. El segundo de la tarde fue Sinnside, un batiburrillo de monstruitos malvados asesina-niños con una historia endeble pero con unos currados efectos especiales. Y el último fue otro "homenaje" a Gravity (está de moda entre los cortos del Nocturna). Se trataba de On/Off, con su trama existencialista y un toque de profundidad para tratar de hacernos reflexionar sobre la evolución de los seres humanos. Pero claro, en tan poco tiempo no les ha dado tiempo a desarrollar con empaque dicha trama.
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