lunes, 26 de mayo de 2014

Dos madres perfectas: dos historias para olvidar.

Título original:
Adore (AKA Two Mothers)
Año:
2013
Fecha de estreno:
30 de mayo de 2014
Duración:
111 min
País:
Australia
Director:
Anne Fontaine
Reparto:
Naomi WattsRobin WrightXavier SamuelJames FrechevileSophie LoweJessica ToveyGary Sweet
Distribuidora:
Vertigo Films


Dos madres perfectas se presenta como una historia de deseo, de límites clandestinos y morbo. Pese a ser un buen intento, la última película de Anne Fontaine se queda en una laxa historia de amistad y vejez, de pretendida apología feminista que al final resulta ser todo lo contrario. O eso diría yo, quizá habré entendido mal el discurso de Fontaine, que sin duda hubiera resultado mucho más intenso si hubiera sido interpretado por otros actores que (a diferencia de la inane Naomi Watts o el par de apolíneos e irreales jóvenes inexpresivos que encarnan a los protagonistas masculinos) hubieran sabido emanar la tensión y la perturbación imprescindibles en este tipo de historias prohibidas.

En definitiva, Dos madres perfectas o cómo el morbo de Robin Wright no puede sostener casi dos horas de película, narra la historia de dos amigas íntimas que un día deciden embarcarse en una aventura sin vuelta atrás: la de enamorarse cada una del hijo de la otra. O eso nos cuenta la sinopsis, a la cual habría que añadirle algunos matices realmente importantes.

Lil y Roz, amigas desde la infancia, viven en un paraje paradisíaco en Australia acompañadas de sus respectivos hijos. La una viuda y la otra abocada al fracaso matrimonial, se aferran como a un clavo ardiendo a una vida totalmente irreal y perfecta junto a sus retoños, que una vez alcanzan la mayoría de edad se convierten en dos jóvenes que bien podrían haber salido de cualquier catálogo de Abercrombie & Fitch (no lo descarto). El ambiente es ideal, eso es innegable: playa, eternos días de sol, mar cristalino, vino y rosas.


La tensión sexual es incipiente, pero nada más. No esperen provocación, ni deseo contenido ni lujuria reprimida. Miraditas, risas, alcohol. Un baile achispado, una mano en la cadera, poco más. Y así, tras esos insípidos y breves prolegómenos, un buen día el hijo de Lil se abalanza sobre Roz, que no se muestra excesivamente reticente. Este resulta ser el pistoletazo de salida de un ménage à quatre que pretende ser transgresor pero sólo resulta ridículo.

Efectivamente, Roz y el rubiales inician un apasionado romance, y al tiempo la pareja formada por cara-de-palo y Lil también se rinde a la pasión. Como se deducirá por mis palabras, los dos efebos tienen la misma capacidad expresiva que un ficus, pero eso poco importa mientras enseñen su divina anatomía, justificadamente o no. El caso es que Fontaine se inclina más por el drama que por la lujuria y al poco de dar comienzo estos idílicos romances, las dos mujeres maduras empiezan a flagelarse por su condición, precisamente, de mujeres maduras. Vamos, que no hace falta que terminen la película: las propias protagonistas se encargan de augurárselo.


La historia discurre por derroteros previsibles, intentando alcanzar clímax dramáticos que de nuevo caen en lo irrisorio y desembocando en un final de igual condición anodina. Los primeros planos de las arrugas de Watts, el discurso de Wright afirmando que lo que les toca es "ser adorables abuelas" y el mensaje de fondo de todo el film en general resultan tópicos y contradictorios. Dos madres perfectas no es nada más que, en fin, unas interesantes pretensiones diluidas en la nada, un reparto que se desinfla por momentos y solamente sostenido por una más que aceptable Robin Wright y, eso sí, unas imágenes preciosas. Pero, por suerte, para eso ya tenemos el National Geographic.


5/10

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