Llegó el tan ansiado día para los
amantes del género fantástico. Ayer 26 de mayo daba comienzo la
segunda edición del Nocturna. La película escogida por la
organización para abrir boca fue la austriaca The Station de
Marvin Kren. Ambientada en los Alpes alemanes, la película nos
propone “congelarnos de miedo” junto a los protagonistas, un
grupo de científicos estudiosos del clima de la zona. Mientras
trabajan, encuentran una montaña cubierta de un organismo unicelular
que funciona como un parásito con los animales de la zona. El perro
de los científicos resulta herido por lo que ellos creen un zorro
rabioso. Pero el borracho del grupo ha visto una especie de
escarabajo mutante gigante. Y claro, nadie le cree hasta que se
encuentran con una cochinilla enorme muerte. Mientras tanto, una
Ministra se encuentra de camino a la estación para revisar el
trabajo de estos hombres.
Esa es
la premisa inicial de The Station,
una película de monstruos en la que destaca la imaginería de los
híbridos animales: una cochinilla-zorro, un escarabajo-cabra
montés... y un secreto más que no desvelaremos pero que supone el
broche bizarrísimo a esta divertida ida de olla (en serio, no tiene desperdicio, las carcajadas en la sala fueron épicas). Y es que, al
principio, Kren se mostraba más comedido en una cinta con
reminiscencias a La Cosa,
al focalizarse en las debilidades de sus protagonistas y cómo
afrontaban las adversidades. La entrada en acción de los “monstruos”
convierte la película en una survival movie
brutal, con muchos momentos para el recuerdo a pesar del empeño de
Kren por agitar frenéticamente la cámara y apenas dejarnos ver a
los bichos. El mejor personaje por su extravagancia es la Ministra
que se descubre como una super mujer capaz de aniquilar a los
mutantes con los ojos cerrados. ¡Pedimos una Ministra así para
España! ¡Se acabarían todos los problemas! En definitiva, The
Station, con sus ridiculeces y
excesos acaba siendo una entretenida e hilarante propuesta, ideal
como aperitivo de este Festival.
Una
lástima la segunda elección del día, Fractured.
El cuarto film del director Adam Gierasch es un confuso y caótico
thriller con aire retro y de estética muy cutre. De qué va es
difícil de definir. El protagonista es un insulso Callum Blue, un
cocinero amnésico con horripilantes visiones de su pasado
intercaladas en la narración de manera torpe, con subida de volumen
y “careto feo” en primer plano incluidas. Si esto podía tener
algún interés, éste se diluye rápidamente cuando la historia
comienza a fluctuar sin ton ni son, introduciendo elementos
superfluos que enmarañan el resultado. El cocinero estuvo
involucrado en una trama chunga de tráfico humano junto al siempre
malote Vinnie Jones. Reconozcámoslo, en El vagón de la
muerte infundía respeto pero
aquí Jones no es más que un espejismo. El cocinero descubre, en una
escena donde se enfrenta al mismo diablo, que tiene una segunda
oportunidad para redimirse. Pero claro, cuando llegamos a esta parte,
el espectador ya se ha perdido en una historia anodina, inane y
extremadamente aburrida.
Se me
olvidaba comentar que, como el año pasado, casi todos los
largometrajes vienen precedidos de un corto. Junto a The
Station se proyectó Runaway,
una especie de ¿falso tráiler
de película catastrofista? y previo a Fractured pusieron
Nothing stays, una
suerte de falso anuncio sin producto a vender. Vamos, un éxito la
elección de ambos. Antes de The zero theorem proyectaron
dos. Entity,
ambientado en el espacio y con un chorro inacabable de efectos
especiales pero sin nada de chicha y Time after time, de
Peris Romano y Pablo Silva González, un divertido homenaje a Regreso
al futuro con muchas referencias
ochenteras y un toque bizarro-entrañable que despertó los aplausos
del respetable.
Vamos
con el plato fuerte de la noche: The Zero Theorem.
La última película hasta la
fecha de Terry Gilliam fue escogida como cinta inaugural. Con su
estética cyberpunk, nos presenta un mundo donde los trabajadores
están oprimidos por la sociedad, por sus superiores. A Qohen
-interpretado por un irreconocible Christoph Waltz, se le ordena
encontrar la solución al teorema Cero, un proyecto que podría
suponer un descubrimiento importante sobre la existencia humana. The
Zero Theorem combina imágenes
arrolladoras con una historia de ciencia ficción ambiciosa con un
ritmo desigual a lo largo de todo su metraje. No puedo comparar con
otras obras suyas porque soy una novata en el cine de Gilliam –
sólo había visto El secreto de los hermanos Grimm – y,
tras visionar esta recargadísima película, no me quedan muchas
ganas de seguir ahondando en su filmografía.
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