Oh Boy
Año:
2012
Fecha de estreno:
07 de Marzo de 2014
Duración:
85 min
País:
Alemania
Director:
Jan Ole Gerster
Reparto:
Tom Schilling, Marc Hosemann, Friederike Kempter, Justus von Dohnányi, Michael Gwisdek, Katharina Schüttler
Distribuidora:
Surtsey Films
El 'nuevo cine alemán'
fue el término empleado para las nuevas generaciones que surgían
entre los cineastas alemanes en los 60, cuyo movimiento duró hasta
los 80, con la muerte de Fassbinder, uno de sus principales
exponentes.
Este movimiento fue
semejante a la Nouvelle Vague francesa, pero sin una postura
tan crítica o teórica del cine, pero sí intentando cambiar ese
“cine de entretenimiento” que se venía estando haciendo en los
50, más enfocado a una vertiente artística que comercial, y
generalmente con temáticas que les atañen sobremanera: los
problemas de la juventud, el pasado del país y su repercusión en el
presente o la posguerra vista desde el individuo, el ciudadano.
Jan Ole Gerster, de
treinta y seis años, debuta en 2012 con Oh Boy,
una película con claras reminiscencias a aquel 'nuevo cine alemán',
pero con tintes más tragicómicos, influenciado por Jean-Luc Godard,
Woody Allen o Jim Jarmusch.
Rodada
en un pulcro blanco y negro, la película sucede en el transcurso de
veinticuatro horas, donde el protagonista, Niko, en su búsqueda
incesante de un café nos retratará con gran acierto el perfil de un
joven treintañero que no acaba de encontrar su lugar en el mundo.
Niko
se acaba de mudar a Berlín, tras haber roto con su novia y haber
dejado sus estudios de derecho. Acaba de perder el carnet del coche,
se le ha tragado su tarjeta el cajero y su padre le acaba de cortar
el grifo monetario. Son sólo detalles de lo que dará de sí el día
de Niko, vagando por las calles mientras The Major Minors y Cherilyn
MacNeil lo acompañarán con sus ritmos de jazz en la banda sonora.
Si
recuerdan ¡Jo, qué noche!
(1985) de Martin Scorsese, podrán reconocer otra de las influencias
de Gerster, con esos encuentros pictorescos y idas y venidas de un
sitio para otro, pero aquí con cierto toque dramático añadido a la
comedia imperante, creando en Niko las emociones y sensaciones de
miles de jóvenes sin un rumbo fijo en la sociedad actual,
tambaleantes, sin las ideas claras sobre qué hacer con su vida
realmente. Y por eso funciona tan bien Oh Boy,
pues se puede disfrutar tan en su vertiente cómica como el su parte
más intimista y reflexiva, además, las dos se ayudan mutuamente a
sobrellevarse mejor.
Tom
Schilling (Nápola,
Hijos del Tercer Reich)
crea un personaje totalmente humano y reconocible. Pitillo siempre en
boca y mirada melancólica, es un ser que está en las situaciones,
pero, a la vez, su mente no está del todo ahí. Más de uno se
reconocerá en esa incertidumbre de su personaje, que para más inri
el destino le retrotrae el pasado, para que aún le sea más difícil
dar el paso hacia el futuro.
Los
personajes con los que se cruza Niko a lo largo del día forman un
entramado de situaciones de lo más variopintas. Son de ese prisma de
situaciones en que algún que otro espectador puede pensar que no
está sucediendo nada, pero realmente continuamente están sucediendo
cosas. Tiene esa habilidad de sacar humor de situaciones que en
principio no están destinadas a ser cómicas por naturaleza, y acaba
acogiendo el cariño del espectador por ello, que ve como se nos
presenta de forma inteligente y todo lo alegre que se puede ese
aspecto difícil en la vida de cada uno, encaminar su vida.
Por
eso, tan importante como encontrarlo es ver la vida con humor, y, de
vez en cuando, tomar ese metafórico café que nos reconforte y nos
cargue las pilas cuando todo parece irse a pique.
Y
películas que en ochenta y cinco minutos y de apariencia tan
sencilla acaben contando tanto y tan bien contado como hace Oh
Boy, se convierten en un bálsamo
espiritual, tanto para el espectador, como para la industria
cinematográfica en general.
De
esas pequeñas películas que se les coge especial cariño.
7,5/10
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