miércoles, 5 de febrero de 2014

Happy Family. Personajes manipulando a un guionista en crisis.



Título original:
Happy Family
Año:
2010
Duración:
90 min
País:
Italia
Director:
Gabriele Salvatores
Reparto:
Fabio De Luigi, Fabrizio Bentivoglio, Diego Abatantuono, Margherita Buy, Carla Signoris, Valeria Bilello, Corinna Agustoni
Distribuidora:
Paycom Multimedia



Se abre el telón, literalmente, y se nos presenta el neurótico Ezio. Hablando directamente a la cámara, Ezio le cuenta al espectador que es un guionista, escritor de cine de autor, en plena crisis amorosa pues su novia le ha dejado. En medio del proceso creativo de su nuevo guión, sus personajes se rebelarán pidiéndole más protagonismo. Se trata de dos familias imaginarias unidas porque sus hijos de dieciséis años han decidido casarse. Cada uno de los personajes no podría ser más estrambótico, desde una hija gótico-punk, un hijo reprimido, un padre hippy fumador compulsivo de porros, otro con cáncer terminal, otra hija obsesionada con su mal olor corporal... Esto, unido al estilo visual, remite sin duda a Wes Anderson. El cromatismo excesivo con toques surrealistas y los personajes simpático-patéticos del universo wesandersoniano han sido trasladados a la italiana Happy Family pero con mucha menos efectividad. La nueva comedia de Gabrielle Salvatores acierta en la elección de colores vivos para llamar la atención en un mundo caótico y en esa especie de homenaje a Anderson, especialmente a Los Tenenbaums, con esa familia tan particular pero falla en su empeño de hacer reír al espectador. La culpa no la tiene sólo la elección de diálogos sin chispa o personajes cargantes si no también el ejercicio estilístico de ruptura espacial capaz de construir un muro entre la película y el espectador puesto que, aunque traten de ocultarlo a nivel formal, el trasfondo no deja de ser el de una meliflua comedia romántica.


Happy family supone la adaptación de la exitosa obra teatral de Alessandro Genovesi quien, junto a Salvatores, se ha encargado del guión de la película. No cabe duda de la influencia del dramaturgo Luigi Pirandello quien ya deconstruyó el lenguaje teatral creando una obra de meta ficción en Seis personajes en busca de autor cuyo eje central también va de personajes con crisis de identidad interactuando con el director de la obra, en un mundo ficcionado. En Happy Family Ezio decide convertirse en un personaje más en la trama de su guión mediante un accidente con la madre de una de las familias y acaba enamorado de la hija mayor, cediendo a la petición de ésta, que buscaba el amor en la película. Con esto, se entra en una dinámica de percepción de irrealidad; ya no se sabe qué es verdad y qué ilusorio. La estructura narrativa fragmentada sugiere una sensación de antirrealismo acrecentada por el tono cansino de los personajes hablando directamente a los espectadores. Y es que, ya desde la pesada escena en que ellos se presentan a sí mismos, repitiendo cada uno de ellos lo mismo que ha dicho el anterior, les coges un poco de manía.

Todo esto sin olvidar que estamos ante una comedia con pocos momentos humorísticos inspirados. Se lleva la palma la divagación con la masajista china; una escena introducida para el chiste fácil de manual que el propio Ezio confiesa que es superflua pero le apetecía ponerla. En cambio, el momento en el cual los dos padres comparten un porro y se confiesan, es lo mejor de la película. Quizá se deba a la química entre el enorme Fabrizio Bentivoglio y Diego Abatantuono quienes ya coincidieron con Salvatores en Marrakech Express (de hecho, hay una referencia a esta película). Otros puntos favorables lo suponen la banda sonora plagada de temas de Simon & Garfunkel o la visión momentánea de un precioso Milán en blanco y negro al son de la música de Chopin.


En este universo donde los personajes buscan y manipulan al autor a su antojo, un final abierto no es posible, tal y como los personajes le reclaman. Toda historia necesita un final y Ezio se ve obligado a acabar su disección de una “familia feliz”. Salvatore y Genovesi, a pesar de su arriesgada propuesta formal, optan por una resolución cursi, el ya mencionado antes típico final de comedia romántica dejando en un segundo lugar el difícil trabajo de puesta en escena. Esta mezcla romántica de realidad y ficción ya la retrató magistralmente Woody Allen en la soberbia La rosa púrpura de El Cairo mucho más emotiva, simpática y sincera que Happy Family, una película que se estrena en España con cuatro años de retraso.

5/10

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