Título original:
Murder of a cat
Año:
2014
Fecha de estreno:
11 de Diciembre de 2015
Duración:
101 min
País:
Estados Unidos
Director:
Gillian Greene
Reparto:
Fran Kranz, Nikki Reed, Blythe Danner, Greg Kinnear, J.K. Simmons, Aidan Andrews, Leonardo Nam
Distribuidora:
Paycom
Desde que vemos el póster
de El asesinato de un gato (claramente influenciado por el
diseño que Saul Bass hizo para el póster de Anatomía de un
asesinato de Preminger), ya queda evidenciado que la película se
va a conformar con emular otros trabajos, de forma más o menos
paródica, más que en ofrecer algo original por sí misma. Esto no
tiene por qué ser malo, pero conviene tenerlo presente para las
expectativas. Aunque no se puede obviar que estamos ante una película
de grandes carencias, voy a ser condescendiente por tratarse de una
película de pocas pretensiones.
Lo primero que llama la
atención es el nombre de Sam Raimi en la producción, lo que da idea
del tono paródico y humor negro que puede habitar en la película.
Aunque si conocemos el dato de que Gillian Greene es la esposa de
Raimi, tampoco es un dato muy sorpresivo, pero sí puede aportarnos
más ideas de que se tratará de un producto 'familiar', en el
sentido de que los involucrados son en su mayoría amigos, familiares
y conocidos, y las pretensiones artísticas de la película no van
más allá de ofrecer un buen rato de diversión y entretenimiento.
De hecho, el círculo sigue, porque aunque El asesinato de un gato
sea el debut oficial de Greene, anteriormente había realizado un
cortometraje titulado Fanboy en el que ya salían Fran Kranz y J.K.
Simmons, así que volvió a contar con ellos para su salto al
largometraje. Lo curioso es que el personaje de Fran Kranz (el
protagonista de la trama) en principio iba a estar interpretado por
Jay Baruchel, pero en algún momento se descolgó de la producción y
lo reemplazó el chico mimado de Whedon, pues su fama se la debe
principalmente a La cabaña en el bosque y posteriormente a
Mucho ruido y pocas nueces, producida y dirigida,
respectivamente, por Josh Whedon. Ya completando el reparto tenemos a
Nikki Reed (Saga Crepúsculo, Thirteen, Los amos de
Dogtwon), Blythe Danner
(trilogía de Los padres de ella, Alice, Maridos y
mujeres, Otra mujer) y Greg Kinnear (Mejor...
imposible, Pequeña Miss Sunshine, Los amos de la
noticia), lo que pone de relieve que estamos ante un reparto no
desconocido precisamente. El hermano de Sam Raimi, Ted, también
tiene un cameo.
El guión lo firman
Christian Magalhaes y Robert Snow (ambos guionistas de la serie New
Girl) y estaba en The Hollywood Blacklist la recopilación anual
de los mejores guiones hollywoodienses que aún no han visto la luz.
Es cierto que el guión tiene cierta chispa e intenta ser una especie
de parodia de las películas de detectives con un humor negro muy a
juego con Sam Raimi, pero también es verdad la historia acaba
cayendo en lugares comunes y finaliza muy convencionalmente. Ese
proceso de transición del personaje de Fran Kranz de pardillo a
exitoso no se siente realmente auténtico. La película no acaba de
cuajar su humor, y es una pena, porque tenía grandes bazas esa
comedia/parodia detectivesca. No sabe bien cuando ser seria, cuando
sarcástica... se acaba perdiendo un poco en sí misma. Y el error
principal es de tono (que aquí ya entraría la dirección de Gillian
Greene más que el guión). La presentación del hecho desencadenante
de todo (la famosa muerte del gato del protagonista) no funciona del
todo, y no por bizarra, sino por cómo se presenta todo. El dicho “no
hay malas historias sino malos narradores” creo que es cierto y
Greene no acierta en introducir al espectador de la manera adecuada
en la historia.
El personaje de Kranz
empieza perdido, como si el actor no supiera muy bien por dónde
cogerlo, qué hacer, hacia dónde dirigirlo... Luego, cuando la
película tiene ya una trama definida, parece que se asienta, o es
que el espectador quizás ya se ha acostumbrado a su estrambótico
personaje. Y eso que pienso que el personaje de Clinton ha ganado con
Kranz que con Baruchel pese a las críticas recibidas por otros
medios. Así, la historia se va desarrollando como un Cluedo,
buscando las pistas que puedan dar luz a quién y por qué mataron a
Mouser, el gato (y mejor amigo) de Clinton. Pero las rarezas que
adornan la historia son sólo para disimular su convencionalismo y
patrones comunes y el espectador la acaba viendo por la simple
curiosidad de ver cómo acabará todo. Pero no seremos tan malos para
hacer la gracia de “la curiosidad mató al gato”, en todo caso
compararía la película con un crucigrama o un pasatiempos de los
que se lleva uno a la playa. No los coges precisamente por su
capacidad intelectual (de hecho los hay bastante malillos), sino que
te los llevas, pues eso, para pasar el ratillo. Eso es El
asesinato de un gato y no le
pidan más.
5,5/10
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