Título original:
Francofonia
Año:
2015
Fecha de estreno:
03 de Junio de 2016
Duración:
87 min
País:
Francia / Alemania / Holanda
Director:
Alexandr Sokurov
Reparto:
Louis-Do de Lencquesaing, Vincent Nemeth, Benjamin Utzerath, Johanna Korthals Altes, Jean-Claude Caër
Distribuidora:
Wanda
Supongo que no le
descubriré a nadie nada, puesto que la gran mayoría que se acerque
a leer sobre Francofonia y se interesen por esta película
serán ya gente conocedora de la obra del ruso, pero nunca está de
más recalcar lo que uno puede esperar, para evitar sorpresas. La
nueva película de Alexandr Sokurov sigue la estela de anteriores
trabajos suyos, por lo que el ritmo pausado, la conjunción entre
imágenes de archivo y recreación, una docuficción con la constante voz en off
narrativa... son elementos que confieren a la obra una singularidad
especial, por la que el espectador puede tanto alabarla como
atragantársele. En cualquier caso, Sokurov vuelve al mundo de los
museos y el arte en general, como hiciera con su obra más celebrada,
El arca rusa.
En esta ocasión, pasamos
del Hermitage al Louvre, y ya no nos encontramos ante un único plano
secuencia. En esta ocasión, el juego entre pasado y presente, guerra
y arte será el epicentro de la obra, contando cómo Jacques Jaujard
(director del Louvre durante la II Guerra Mundial) y el Conde
Franziskus Wolff-Metternich (oficial de la ocupación nazi en París)
tuvieron que colaborar, a pesar de su evidente confrontamiento de
posturas, para salvaguardar el arte que hoy día alberga este famoso
museo. Y, si la historia ya es de por sí interesante, realmente lo
importante es cómo nos lo cuenta Sokurov, dialogando (a veces
incluso literalmente) con el pasado, recreando lo que fue y lo que
nos queda hoy en día. Lo bueno también del director es que no
ofrece un mensaje claro, sino que prefiere bucear en el tiempo y los
hechos, y que las conclusiones sean fruto entero del espectador. Se
deja entrever, por ejemplo, como el arte está por encima del
conflicto armado, pero a su vez éste es quien nutre los museos de
conquistas (estatuas, cuadros y demás arte) del enemigo.
Napoleón y Marianne (el
símbolo de la Francia de la Libertad, Igualdad y Fraternidad)
también toman roles activos paseando por los pasillos del Louvre
mientras sus obras son salvaguardadas en castillos y túneles
subterráneos como medidas de seguridad frente a la guerra. Quizás
llegados a cierto punto, hubiera sido agradable que descansase la voz
del director-narrador y que fuese el mismo arte el que se expresase,
pero igualmente el mensaje final nos llega alto y claro: como el
barco del amigo del director, el arte a través de los siglos siempre
ha estado recorriendo un mar de tempestades, luchando contra viento y
marea para mostrar qué ha sido y es el ser humano. Y, siempre, se
las arregla para seguir a flote, por muy mal que se lo hagan pasar.
No sin cierta melancolía
por no haber corrido la misma fortuna su querido Hermitage, Sokurov
concibe una obra de amor hacia ese París, ciudad del arte en cada
rincón, al Louvre y a la expresión artística en general de la
única forma que podía hacerlo: dentro de una obra de gran calado
artístico por sí misma.
6/10
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