viernes, 10 de junio de 2016

Summer Camp. Juego de expectativas.

Título original:
Summer Camp
Año:
2015
Fecha de estreno:
10 de junio de 2016
Duración:
85 min
País:
España
Director:
Alberto Marini
Reparto:
Diego Boneta, Maiara Walsh, Jocelin Donahue, Andrés Velencoso, Mark Schardan, Rick Zingale, Xavier Capdet
Distribuidora:
Filmax


Tras muchos años en la sombra de grandes producciones de género como productor ([Rec]), guionista (Mientras duermes, El desconocido) y otras labores técnicas, Alberto Marini da el salto a la dirección con un guión cosecha propia. Summer Camp es su ópera prima, una reinterpretación del subgénero -por llamarlo de alguna manera- de campamentos que tanto ha divertido a los amantes del slasher desde la irrupción de Jason en Viernes 13 o Angela en Campamento sangriento. Su Summer Camp se aleja del prototipo de slasher/splatter para aproximarse más al universo de Raimi en Evil Dead: no hay un asesino suelto en el campamento si no una infección de origen desconocido que vuelve locos a los monitores haciendo que se ataquen entre ellos. Así, Marini juega con una localización reconocible para los asiduos al género pero tratando de darle un punto original -o al menos una vuelta de tuerca divertida.


Apadrinada por Jaume Balagueró y Filmax, una productora que vivió un momento goloso gracias al éxito de [Rec] y sus secuelas, y que ha apostado por nuevos cineastas incursionando en el cine de género con títulos de empaque internacional como Sweet home o Retornados. Por eso, Summer Camp está rodada en inglés -la excusa de un campamento de inmersión lingüística para niños-, con actores "internacionales". Diego Boneta, conocido por ser uno de los chicos de la serie mexicana Rebelde; Maiara Walsh protagonista de la spoof movie Los muertos del hambre; Jocelin Donahue heroína de La casa del diablo y el modelo reconvertido a actor Andrés Velencoso. No obstante, en el apartado de las actuaciones, la mediocridad hace acto de presencia. El género de terror, así, en general, se nutre de actores sin talento que hacen carrera en esa categoría porque no exige de grandes alardes interpretativos, más allá de histrionismos, aspavientos, gritos y caras de póker embadurnadas en sangre, vísceras y otras porquerías. Quizá esto sea simplificar demasiado y de ser muy cínico en el análisis de este tipo de películas pero es que Summer Camp no destaca por la elección en la calidad de las interpretaciones. Su baza se halla en la apuesta por la sorpresa en cuanto a los derroteros tópicos del género, en el intercambio de roles de los personajes y en la búsqueda del lado gamberro de la trama.

Marini ha reconocido su pasión por películas como 28 días después y su reto era realizar una película de infectados -que no zombies- con su particular punto de vista. Aislados en el campamento, los cuatro monitores empezarán a sufrir una especie de virus/infección/mutación que les convierte en seres irracionales y violentos, pero sólo temporalmente. Marini introduce un elemento de despiste empático pues los personajes asumen roles contrapuestos: en un momento dado son los atacantes y, en el siguiente, los atacados. Este juego consciente con las expectativas del espectador supone un atractivo añadido. Porque Summer Camp, al igual que otras producciones de terror, se estructura según los patrones formulaicos del género en cuanto a presentación -un tanto larga-, infección -y cómo sobrevivir a ella-, superarla -o no- y sorpresa final -con mucha ironía. El intercambio de roles entre los personajes es el plus de tensión requerido, para huir de tantas convenciones. Asimismo, Marini también tontea con los elementos del entorno para despistar sobre el origen de la infección así como otros elementos presentes perennes en la historia (ese tronco maldito) para que el espectador se desespere y se divierta con su posible función en la trama.


Aún con su comienzo dubitativo y el exasperante mareo constante de la cámara cuando la acción más frenética se condensa en la pantalla, Summer Camp sabe balancear el tono hacia arriba, con un interés creciente cuando saca su lado canalla y más cachondo. Si ese gamberrismo se hubiera mantenido durante todo el metraje, estaríamos hablando de una producción más compacta y sui géneris dentro del terror español en cuanto al poco cine de género subversivo realizado en nuestro país. A pesar de sus muchos peros el debut de Marini se asienta como una propuesta refrescante en la cartelera, sobre todo porque en su tercio final se desboca -positivamente- hacia la acción, la supervivencia y el sarcasmo. 

5,5/10 

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