Summer Camp
Año:
2015
Fecha de estreno:
10 de junio de 2016
Duración:
85 min
País:
España
Director:
Alberto Marini
Reparto:
Diego Boneta, Maiara Walsh, Jocelin Donahue, Andrés Velencoso, Mark Schardan, Rick Zingale, Xavier Capdet
Distribuidora:
Filmax
Tras muchos años en la sombra de
grandes producciones de género como productor ([Rec]),
guionista (Mientras duermes, El desconocido)
y otras labores técnicas, Alberto Marini da el salto a la
dirección con un guión cosecha propia. Summer Camp es
su ópera prima, una reinterpretación del subgénero -por llamarlo de
alguna manera- de campamentos que tanto ha divertido a los amantes
del slasher desde la
irrupción de Jason en Viernes 13
o Angela en Campamento
sangriento. Su Summer
Camp se aleja del prototipo de
slasher/splatter para
aproximarse más al universo de Raimi en Evil Dead: no
hay un asesino suelto en el campamento si no una infección de origen
desconocido que vuelve locos a los monitores haciendo que se ataquen
entre ellos. Así, Marini juega con una localización reconocible
para los asiduos al género pero tratando de darle un punto original
-o al menos una vuelta de tuerca divertida.
Apadrinada por Jaume Balagueró y
Filmax, una productora que vivió un momento goloso gracias al éxito
de [Rec] y sus secuelas, y
que ha apostado por nuevos cineastas incursionando en el cine de
género con títulos de empaque internacional como Sweet home o Retornados. Por
eso, Summer Camp está
rodada en inglés -la excusa de un campamento de inmersión
lingüística para niños-, con actores "internacionales".
Diego Boneta, conocido por ser uno de los chicos de la serie mexicana
Rebelde; Maiara Walsh
protagonista de la spoof movie Los muertos del hambre;
Jocelin Donahue heroína de La casa del diablo y
el modelo reconvertido a actor Andrés Velencoso. No obstante, en el
apartado de las actuaciones, la mediocridad hace acto de presencia.
El género de terror, así, en general, se nutre de actores sin
talento que hacen carrera en esa categoría porque no exige de
grandes alardes interpretativos, más allá de histrionismos,
aspavientos, gritos y caras de póker embadurnadas en sangre,
vísceras y otras porquerías. Quizá esto sea simplificar demasiado
y de ser muy cínico en el análisis de este tipo de películas pero
es que Summer Camp no
destaca por la elección en la calidad de las interpretaciones. Su
baza se halla en la apuesta por la sorpresa en cuanto a los
derroteros tópicos del género, en el intercambio de roles de los
personajes y en la búsqueda del lado gamberro de la trama.
Marini
ha reconocido su pasión por películas como 28 días
después y su reto era realizar
una película de infectados -que no zombies- con su particular punto
de vista. Aislados en el campamento, los cuatro monitores empezarán
a sufrir una especie de virus/infección/mutación que les convierte
en seres irracionales y violentos, pero sólo temporalmente. Marini
introduce un elemento de despiste empático pues los personajes
asumen roles contrapuestos: en un momento dado son los atacantes y,
en el siguiente, los atacados. Este juego consciente con las
expectativas del espectador supone un atractivo añadido. Porque
Summer Camp, al igual
que otras producciones de terror, se estructura según los patrones
formulaicos del género en cuanto a presentación -un tanto larga-,
infección -y cómo sobrevivir a ella-, superarla -o no- y sorpresa
final -con mucha ironía. El intercambio de roles entre los
personajes es el plus de tensión requerido, para huir de tantas
convenciones. Asimismo, Marini también tontea con los elementos del
entorno para despistar sobre el origen de la infección así como
otros elementos presentes perennes en la historia (ese tronco
maldito) para que el espectador se desespere y se divierta con su
posible función en la trama.
Aún
con su comienzo dubitativo y el exasperante mareo constante de la
cámara cuando la acción más frenética se condensa en la pantalla,
Summer Camp sabe
balancear el tono hacia arriba, con un interés creciente cuando saca
su lado canalla y más cachondo. Si ese gamberrismo se hubiera
mantenido durante todo el metraje, estaríamos hablando de una
producción más compacta y sui géneris dentro del terror español
en cuanto al poco cine de género subversivo realizado en nuestro
país. A pesar de sus muchos peros
el debut de Marini se asienta como una propuesta refrescante en la
cartelera, sobre todo porque en su tercio final se desboca
-positivamente- hacia la acción, la supervivencia y el sarcasmo.
5,5/10
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