Título original:
The Duke of Burgundy
Año:
2014
Fecha de estreno:
15 de Julio de 2016
Duración:
104 min
País:
Reino Unido
Director:
Peter Strickland
Reparto:
Sidse Babett Knudsen, Chiara D'Anna, Monica Swinn, Eugenia Caruso, Eszter Tompa, Zita Kraszkó
Distribuidora:
La Aventura Audiovisual
Uno de los directores
que encabezan una nueva ola de cineastas británicos, el inclasificable Peter
Strickland, ahonda en las relaciones de pareja con su propuesta The Duke of
Burgundy aunque, como no podía ser de otra forma, lo hace con el empaque menos
convencional que podía utilizar: analizando la posibilidad (o imposibilidad) de
la reciprocidad en una relación sadomasoquista, en un micro-universo donde no
parecen existir los hombres y teñida por una obsesión por el estudio de las mariposas.
Aburrirse no es una opción con el bueno de Strickland.
Como ya lo había
hecho en otras películas, Strickland sigue reinventando elementos del cine de
género europeo. Si en Berberian Sound Studio el giallo era el género que estaba
en el centro de la propuesta, en The Duke of Burgundy, va un poco más al fondo
y rinde homenaje a ese cine erótico de la Europa de los setenta, del que Jess
Franco fuese uno de los referentes, pero manteniéndose dentro de la estética
específicamente británica: el erotismo sin sexo, la mirada fría y distante de
las relaciones. Suena aburrido, pero además de ser lo más lógico, Strickland
deja bien parado a sus antepasados demostrando el potencial erótico que tienen
la insinuación, los planos detalles de medias y zapatos y la entrega completa
de dos actrices en estado de gracia. Todo se filma con belleza extrema pero
también con la frialdad de la distancia, un efecto buscado deliberadamente,
pues la mirada de Strickland a este universo de relaciones enfermizas de dos
mujeres necesita ser la misma de un científico, de un entomólogo que observa y
clasifica comportamientos de sus insectos, o sus mariposas para ser más exacto.
Y es que aunque
nuestras protagonistas se aman o parecen amarse, son una eterna crisálida
incapaz de salir del capullo, encerradas en comportamientos repetidos, juegos
insatisfactorios y rituales cíclicos. No existe reciprocidad, no hay
comunicación, no hay individuo; sólo existe el temor a dejar de ser amado, la
obligación de satisfacer al otro a costa de lo propio, en un conjunto de juego
de roles de dominador/dominado donde nunca queda claro quien domina y quien
obedece, ni quien sale satisfecho y quien finge.
Es una obra
sobrecargada de simbolismos bruscos y de artificios estéticos, que hará a más
de uno preguntarse si ha visto la obra de un genio de valor o de un charlatán
muy hábil. Más allá de cualquier conclusión, la de Strickland es una
experiencia que satisface los sentidos y deja reflexionando, logrando el autor
hacerte partícipe de sus inquietudes aún cuando puede ser frustrante que tantas
preguntas se queden si aparente respuesta.
6/10
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