Título original:
Berberian Sound Studio
Año:
2012
Fecha de estreno:
22 de Julio de 2016
Duración:
92 min
País:
Reino Unido
Director:
Peter Strickland
Reparto:
Toby Jones, Tonia Sotiropoulou, Cosimo Fusco, Susanna Cappellaro, Layla Amir,Eugenia Caruso, Hilda Péter, Chiara D'Anna, Katalin Ladik, Guido Adorni
Distribuidora:
La Aventura Audiovisual
La vieja rivalidad entre la
fogosidad italiana y la frialdad inglesa que tan bien nos trae a recuerdo la
maravillosa obra de Mankiewicz, La Huella, vuelve a ponerse bajo el foco en el
divertido y macabro juego que nos propone Berberian Sound Studio, nuestra
segunda parada en el universo creativo de Peter Strickland. Luego de haber
disfrutado las mieles de The Duke of Burgundy con su homenaje formal al
erotismo inglés de los setenta, el autor se mete ahora de lleno en otro de los
géneros del “bajo fondo” cinemático de Europa, el giallo, y presta otro tipo de
homenaje con menos préstamos formales esta vez pero llevando al género al
centro de la narración, el escenario físico y sonoro en que los acontecimientos
tomarán lugar.
La Historia se centra en Gilderoy,
un ingeniero de sonido tímido y de correctas formas inglesas que es contratado
para trabajar en la mezcla de sonido para la última película del director
Santini, sin saber del todo en qué se está metiendo ni el tipo de cinta en la
que está por trabajar. Será allí donde se dará cuenta Gilderoy que está por
trabajar en la mezcla de un Giallo (que se dice demasiado pronto teniendo en
cuenta el fuerte impacto que esto significa para el inglés) y que la atmósfera
que se respira en ese estudio está muy lejos de parecerse casa.
El asilamiento británico está muy
presente en los films de Strickland que hemos visto esta semana, tanto en The
Duke of Burgundy, donde aparecía más indirectamente en las formas de rodar la
sexualidad que hacían clara alusión a lo distinto que se ha tratado el tema
dentro de las fronteras inglesas, como la película que hoy nos toca, que aborda
el tema más directamente en la figura del retraído Gilderoy. Durante su trabajo
en la mezcla de sonido, Gilderoy se pone en contacto con un mundo desconocido,
no sólo propiciado por la habitual morbosidad característica del giallo como
género (cuyas cruentas escenas sólo llegamos a imaginar a partir de los sonidos
que los ingenieros van creando), sino también por la fauna humana decididamente
agresiva y con la carnalidad a flor de piel, que deja a Gilderoy completamente
contrariado. Uno de los momentos claves del filme es cuando, tomando los
consejos de uno de los pocos amigos que el protagonista tendrá en el estudio,
decide que debe enojarse y contagiarse de la violencia del entorno para
conseguir lo que merece, sin embargo no puede evitar que las lágrimas aparezcan
mientras intenta parecer duro. Y es que por mucho que este encuentro entre
ingleses y “latin lovers” nos recuerde mucho a “La Huella”, aquí nuestro
protagonista está lejos de ser un genio representante de esa frialdad inglesa,
sino un tipo sensible terriblemente afectado por su entorno.
Que la película esté catalogada
como terror es sólo un elemento más de la propia cinta para tomarse con negro
humor la tragedia de un Gilderoy perdido y mentalmente atrofiado. El tramo
final que se retuerce en demasía en busca de esos climas enrarecidos muy vistos
en Lynch o quizá en Cronenberg, bien puede entenderse como una rara expresión
de terror, sin embargo no hay que ver esta película si se está buscando ver
algo del género y mucho menos esperar que haya mucho giallo en ella. Aunque,
volviendo a trazar el parelelismo con The Duke of Burgundy, si el erotismo
inglés carecía de carne, ¿no podría pensarse Berberian Sound Studio como la
particular forma inglesa de hacer un Giallo? Como sea, la más reconocida obra
de Peter Strickland da para la reflexión y los segundos visionados.
6/10
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