“La voz de la sabiduría.” Mario Casas define así a su veterano compañero de reparto en Toro, José Sacristán. Un hombre de
lengua estéril en cabellera y extremadamente fértil en ingenio y, sobre todo,
en eso, sabiduría. Entre ambos se encuentra Ingrid García Jonsson, que da vida
a Estrella, la novia de Toro, en la nueva película de Kike Maíllo. Y como no
podía ser de otra manera, es Sacristán el que con más firmeza sostiene el timón
de esta conversación, mostrándose entusiasmado con el mafioso antagonista que
interpreta en la cinta: “Lo que me parece emocionante de este
personaje es que Toro es un muchacho que trata de escapar de un territorio
moral determinado, y entonces Romano no quiere que se vaya de ese territorio
por una cuestión de afecto, por un acto de amor hacia este muchacho. Es el hijo
que no tiene. La única manera de retenerle es agrediéndole. Es la perversión
del poder.”
Sobre el
poder, Sacristán, que no tiene problemas para sacudir a izquierda y a derecha,
tiene las opiniones claras: “La insolencia del poder es que no se
para, y lo estamos viendo en la tele todos los días con estos muchachos de los
papeles de Panamá. Ellos dicen ‘¿Qué pasa? ¿Dónde está el problema?’ Le pasa al
personaje que estoy haciendo de Mamet en Muñeca de porcelana.
Cuando el poder se instala en lo económico, lo político, lo social… Se incluye en
lo moral.” En cuanto a las motivaciones de Casas para involucrarse en el
proyecto, el joven actor también se expresa con convicción: “Kike nos ofreció el proyecto primero cuando
no había todavía un guión, no había nada. Ya tenía bastante claro el mensaje y
lo que quería contar. Entonces me contó un poco el tipo de personaje que
quería. Enseguida dijimos que sí, tanto Luis como yo.” Mientras que ese relato
ya definido es valorado así por Sacristán: “Esto
ocurre en un territorio no solo geográfico, sino moral, intelectual, político,
social determinado. Y a partir de ahí, la película luego se expande o se
dispara y se incluyen territorios de otros estilos, una suma de géneros. Pero a
mí me parece que lo más interesante de esta película es que mantiene las
raíces, los perfiles, las señas de identidad de unos personajes.”
Tenemos delante a tres de los
principales intérpretes de la cinta, pero hay otro personaje al que no se puede
entrevistar, aunque nos envuelva: el costumbrismo. Aspecto que Sacristán considera
el más llamativo de la producción: “Además
la conexión entre mundos de tradiciones y de ancestros y de costumbres y de
puñeterías de esta índole, contrastadas con las imágenes de este mismo mundo,
retratado por Kike de manera que a veces parece Blade Runner.” Aunque no dejamos de encontrarnos
ante un thriller de acción, ese agregado de géneros de la que hablaba Pepe,
consciente de que conlleva sus dificultades: “Lo difícil de hacer películas de género es que no se agredan unos a
otros, que en ocasiones suele ocurrir. En ese intento de contar todo y para
todos los públicos y que a todo el mundo le guste, luego acaba no gustándole a
nadie. Pero en este caso creo que los elementos se complementan y los géneros
se suman.”
Rompiendo su silencio, la joven Ingrid
García Jonsson, nominada al Goya el año pasado, se pronuncia acerca de la
osadía de las nuevas generaciones y de las facilidades de las que disponen: “Antes te tenías que gastar el dinero en el
negativo y ahora te lo puedes gastar en una grúa. Entonces los medios de los
que se disponen ahora son mayores, se pueden hacer otro tipo de cosas que antes
eran impensables.” Pero el mundo del cine no es un camino de rosas, ya que
ese arrojo tiene sus consecuencias, como apunta García Jonsson: “También los noveles, hablando en mi caso
también que no soy directora, pecamos un poco de inconsciencia. Hasta que no te
das el trompazo y te das cuenta de que realmente no puedes hacerlo… Lo sueles
intentar.” Y si sigue habiendo un medio para empezar
a llevar a cabo esos necesarios intentos es la televisión, aunque Mario Casas opina
que la situación ha cambiado considerablemente en poco tiempo: “Hoy en día la televisión y el cine van de la
mano. Cuando yo empecé hubo el bullicio de la televisión. Los actores
televisivos que daban el salto al cine. Me parece que todo eso se ha dado la
vuelta.”
Algo que
remata Sacristán, Emilio en la popular serie Velvet, desde su experiencia en el medio: “El problema de la tele es que es una hipoteca. Para mí es oxigenante
poder estar haciendo teatro, televisión, cine… El prota de una serie de
televisión está ahí todo el puto día y otro día y otro. Y como tenga éxito, te
pasa como a Imanol.”
Para que una película de acción no se
convierta en comedia inesperadamente, es vital que las escenas más intensas
sean inmersivas para el espectador, que se las crea. Y sobre todo en las
secuencias de lucha, Maíllo y Casas logran un interesante resultado, reforzado
por el trabajo del actor gallego: “A mí
me gusta el thriller, me gustan las pelis de acción, aunque sean malas me
entretienen. Pero no me gusta que me mientan, que me escondan al personaje. Con
Kike hemos conseguido que las escenas de acción estén bastante creíbles, porque
puede enseñar constantemente mi cara. Yo tenía la necesidad de que la violencia
era una manera de explicar a este tío, la infancia que ha tenido. Cómo es él
por dentro. Entonces no era una cosa de poner yo ahí mis cojones y decir ‘Sí,
sí. Lo voy a hacer yo’. No, al final era interesante ver a Toro haciendo las
cosas realmente. La acción iba a coger más envergadura.”
La escasez de recursos en comparación
con Hollywood hace que algunas veces miremos con más recelo a producciones
españolas, que cada vez cumplen con mejor nota en acción. Pero Sacristán, con
el realismo de frente, se opone a estas comparativas: “Por una especie de asepsia no conviene intentar compararse. Porque son
dos mundos totalmente distintos. Mundos de posibilidades y de mercado y
expansión, que no tienen nada que ver.” Para ilustrar su posición al
respecto saca a relucir por segunda vez su proyecto teatral actual, Muñeca de porcelana: “Por ejemplo estoy haciendo ahora una
función que ha estrenado un tal Al Pacino en Broadway. Entonces, ayer fui a
Valdelaguna, que es un pueblo que está cerca del mío, de Chinchón, y tú dices
Al Pacino y todo el mundo sabe quién es Al Pacino en Valdelaguna. Y en
Wisconsin nadie sabe quién es Pepe Sacristán. Intentar hacer estas
comparaciones es mortal de necesidad.” Para apoyar ese talento emergente
que nada tiene que envidiar, Sacristán se ha puesto en los últimos años en
manos de jóvenes realizadores, aunque no a cualquier precio: “Hace no tanto tiempo había que ir al cine.
Entonces en el cine ocurría el milagro. La familiaridad con la imagen en
movimiento te da una facilidad a la hora de manejar la forma, pero cuidado con
los fondos. Porque caes en un mimetismo. Es el problema de la envidia. En
España hay cineastas como Alberto [Rodríguez], como [Daniel] Monzón, como
Carlitos Vermut con Magical Girl… Que
hacen unas películas con una marca, de esto está pasando aquí, pero pueden
perfectamente a nivel de producto y acabado competir o dar la cara en cualquier
otra latitud o cualquier otro frente.”
Aunque los elogios no solo circulan
desde el veterano a los jóvenes, ya que Casas confiesa precisamente lo que
hemos descubierto también nosotros en esta entrevista, que lo único que puede
hacer uno cuando tiene a Sacristán delante es aprender: “He tenido la oportunidad de conocer a actores de su edad a los que no
les he visto esa fuerza, ese ímpetu y ese dejarse la vida como si fuese sus
primeras películas. Ante Luis [Tosar] y José Sacristán, los jóvenes actores
debemos aprender, observar… Y no simplemente cómo interpretan y cómo crean
personajes, sino la manera que tienen de llevar todo lo que han llevado hasta
ahora. Y por algo siguen estando ahí, en el número uno de su generación.” Boomerang
de halagos que vuelve a recoger Sacristán para mostrar su humildad: “Pero todo esto es recíproco, Mario. Además,
lo digo con toda la satisfacción del mundo. Porque como decía don Antonio
Machado, no hay camino, el camino se hace al andar. Y en este oficio pobre de
aquel que sepa que lo sabe todo o casi todo. Primero es un coñazo de aburrido.
Y luego, no es cierto.” Reconociendo que el conocimiento no solo se adquiere de
los mayores y revelando el profundo sentimiento que le vincula a su oficio: “Uno aprende de los que vienen detrás, sin
ninguna duda. Porque esto es un salto en el vacío, esto de hacer creer a los
demás que eres Hamlet, Otelo… Hay algo ahí que sale, para mí concretamente,
empieza en el bajo vientre. Y es el crío que todos llevamos dentro. Las ganas
de jugar a ser el mosquetero, el gánster, el pirata… Y que los otros se lo
crean. Todo esto es la razón de mi vida. Llevo 60 años en esto. Y van de la
mano mi vida y mi trabajo. Porque es la ilusión del crío que, en Chinchón, en
los años 40 del siglo pasado, vio una película en el cine de su pueblo y
decidió que quería ser eso. Esto es la razón de toda una vida y no puedo si no
celebrarlo.”
Y no se podría terminar esta inesperada
pero fascinante conversación sin una última lección de Sacristán, en concreto
con respecto a los premios: “Yo soy el
primero en celebrar cuando toca el monigote como yo les llamo. Pongo la mejor
de mis sonrisas y lo agradezco. Pero pobre de aquel que viva pendiente del
reconocimiento de los demás. Yo me dedico a algo que no es competitivo, y yo lo
sé. Se sabe quién mete más goles, quién llega el primero a la meta… Pero quién es
el mejor o la mejor en esto como siempre depende del criterio de unos o de
otras. Cuando te toque a ti, de puta madre. Y si no te toca, a otra cosa
mariposa. Fernando Fernán Gómez lo decía [se aclara la garganta para citar a su
ilustre amigo], ‘Van a ser muchas más las veces que no que las que sí.’ Que te
digan, ‘Eres el mejor.’ Pobre de ti si cada vez que te digan que eres el mejor,
si te lo dicen alguna vez, que vayas y te lo creas. Porque la has cagado.”
Y nos despide con una reflexión, y una nueva cita de su idolatrado colega, que
Mario e Ingrid deben escuchar atentamente, para proseguir con unas prometedoras
carreras, que con Toro han dado un paso más en madurez: “En un oficio como este, ejercido en un país como este, como decía mi
amigo Fernán Gómez, ‘La mayor medida del éxito es la continuidad en el trabajo.’
Estar ahí siempre, entrenado para encajar los golpes que van a venir. Para no
perder el equilibrio.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario