El cine, al igual que en
cualquier otro medio artístico, es susceptible de ser visto de una manera
trivial, sin profundizar en el verdadero significado de las obras. Muchas veces
desgajamos el entretenimiento, pero dejamos intacto el subtexto, donde reside
el genio del autor capaz de plasmarlo. En la época dorada de Hollywood uno de
los cineastas más influyentes desarrollaba su obra, atrapando al público con
sus relatos, siendo capaz de darles lo que querían. Alfred Hitchcock tenía el
éxito, pero no el reconocimiento. Hasta que un fervoroso admirador, conocido
por el nombre de François Truffaut, le entrevistó en 1962 durante ocho días en
un hotel de Beverly Hills. Con la publicación del libro que recoge ese diálogo,
la filmografía de Hitchcock quedaba desmenuzada tanto formal como
psicológicamente. Hitchcock pasaba a ser un autor, cuyas innovaciones han dado
paso al cine que vemos hoy en día.
El pasado viernes se estrenaba el documental Hitchcock/Truffaut centrado en este encuentro. Con motivo de la llegada a España de este título tuvimos la oportunidad de hablar con su coguionista, Serge Toubiana, un erudito del cine que ha ejercido de redactor en jefe de Cahiers du cinéma y de director de la prestigiosa Cinémathèque française. Por lo que su voz tiene una sabia resonancia digna de ser escuchada con atención. Toubiana rememoró su primer contacto con el libro El cine según Hitchcock y lo que supuso para él: “Vi las peliculas de Hitchcock gracias a la mirada de Truffaut. Leí el libro cuando se publicó. Era muy joven. Tenía 17 años. No conocía nada de cine. Me gustaba el cine, pero no entendía nada. Por tanto, aprendí a amar el cine gracias a ese libro. Truffaut me hizo entrar en la obra de Hitchcock.” Además, analiza el punto de inflexión que supuso esta publicación del artista de la Nouvelle Vague a la hora de comprender el cine: “Comprendes esa dimensión secreta que hay en las obras. Esa dimensión secreta pero visible, y de repente lo que para ti es una intuición de espectador se convierte en un conocimiento. Cuando veo una película de Hitchcock, aunque me sigan sorprendiendo cada vez, la entiendo, la comprendo en su dimensión secreta, escondida, mística, sexual, religiosa. Entiendo mucho la metafísica, pero antes quizá íbamos a ver las películas de Hitchcock solo por el placer del espectador. Pero cuando tienes la lectura que Truffaut ha suscitado, ganas en libertad.”
El documental está construido a partir de las opiniones de
reconocidos cineastas actuales, tomando la conversación entre Hitchcock y
Truffaut como guía, pero hubo un elemento imprescindible para concebir el
proyecto: “Hemos hecho la película porque
encontramos las voces, no porque estuviera el libro. Sino porque oímos las
voces. El audio que encontré un día, de repente dije: ‘Pero si las tenemos ahí,
no están muertos’. Las voces dan una presencia, aunque sea una presencia de
fantasmas, pero están ahí.” Gracias a esos audios -que puedes escuchar
aquí- podemos cerrar los ojos y situarnos en esa habitación de hotel, siendo
testigos del análisis de la obra del director británico. Dentro de ese repaso a
su filmografía, en la película son esenciales los segmentos dedicados a Psicosis y Vértigo, de las que nos habla Toubiana: “Me encanta cuando Hitchcock habla de Psicosis y dice que es puro cine.
Para nosotros actualmente quiere decir muchas cosas. Hitchcock inventó una
forma, un relato, que se basa únicamente sobre la potencia del cine, es decir,
qué puede crear el cine de miedo, de terror, de seducción con las imágenes, con
el montaje, con la música, con el ritmo, sin diálogos, sin el teatro. Y
Psicosis es un momento en el que va hasta el final de su fantasía de controlar
al público. Es él el que controla las emociones, juega con las emociones del
espectador y eso le da una fuerza increíble. (…) Y diría que en Vértigo es casi
lo contrario. Está casi en un régimen contemplativo, melancólico, de ensoñación
erótica. Y es muy emocionante y muy emotivo, porque es otra dimensión de Hitchcock.
Dimensión erótica, sexual, trivial, que se abstrae de la realidad. Ahí vemos a
James Stewart completamente atrapado en su fantasía de seguir a una mujer
ciegamente por las calles de San Francisco y en realidad ya no existe. La
imagen es casi como pictórica, entre niebla. Estamos en una fantasía de
erotomanía morbosa. Se trata de resucitar a una muerta para hacer el amor con
ella, y estamos en otra verdad de la obra de Hitchcock que es muy potente. Es
sobre la que es prudente, y Truffaut le ayuda a decir cosas esenciales.”
Si algo deja claro la cinta es el
impacto que Hitchcock ha tenido en generaciones posteriores, y Toubiana
enfatiza en este aspecto: “Tarantino
revisita el cine, revisa el cine. Con mucho talento y mucho genio. Pero lo
revisa. Y Hitchcock lo inventa. Inventa formas nuevas. Es como un poeta que
inventa. Experimenta. Asume riesgos. Y sobre todo respeta la ley de los
estudios, porque es puritano. Pero detrás están el pulso, la poesía, el deseo…
el caos íntimo, que es muy fuerte en Hitchcock. El caos entre la culpabilidad,
la ley, la inocencia, el deseo sexual… Es violento en Hitchcock, pero esa
violencia está escondida. Hoy Tarantino puede hacer todo lo que quiera, pero de
cierto modo se aprovecha de la libertad que Hitchcock suscitó en el cine
gracias a Truffaut." Toubiana reconoce el refugio que Hitchcock encontró en los
estudios, aunque en una carta a Truffaut le mostrara su inquietud acerca de
cómo habría sido su cine de haber sido más libre, lejos de las restricciones de los estudios, como el del cineasta galo.
Pero eso no significa que no se mostrara como era en su cine: “Hollywood dio a Hitchcock el tamaño de su genio con respecto a Inglaterra. Me encantan las películas inglesas de Hitchcock, pero Inglaterra era un país pequeño al que no le gusta el cine. Han tenido dos genios los ingleses: Chaplin y Hitchcock. Los mayores cineastas del mundo, y no los supieron amar ni conservar. Y os garantizo que todavía hoy no miden que han tenido dos genios como ellos. (...) Hitchcock no tenía que demostrar demasiado su auténtica
personalidad porque el estudio imponía algo un poco uniforme para el
espectador. La lógica del espectáculo es que funcione. Y eso es lo emocionante.
Cuando un cineasta muestra muchas cosas y al mismo tiempo esconde la parte más
íntima de su ser. Están sus pulsos íntimos, y que se puedan adivinar a partir
de ciertos personajes. Y eso Truffaut lo explica muy bien en el libro. Hitchcock
es un genio un poco impedido, un poco culpable. Sin duda por su físico, y también
porque era católico. Entonces no tenía derecho a expresar sus pulsos sexuales, pero
se ven en las películas, están ahí. Es increíble.”
En cuanto al panorama
cinematográfico actual, Toubiana reconoce su interés por un director un tanto
controvertido, cuya filmografía considera susceptible de ser mejor valorada con
el paso del tiempo como ha pasado con Hitchcock: “Estoy intrigado por Lars Von Trier. Es un tipo muy interesante, extraño,
muy raro. Hace películas muy buenas. Muy secreto, muy torturado, fóbico.” Y
si hace ya más de medio siglo Truffaut y Hitchcock protagonizaban una de las
conversaciones más trascendentes del cine, Toubiana elige a los cineastas que
podrían recrear hoy en día tal evento de repercusión inestimable. En el papel
de joven realizador y entrevistador: “En
el documental me gusta mucho lo que dice Fincher. Creo que Wes Anderson también
es muy interesante.” Y en el del veterano menos valorado de lo que debería:
“Polanski me encanta. Creo que falta un
libro auténtico con un diálogo con él sobre la puesta en escena, sobre la dirección,
porque realmente es un director. Y creo que es un gran director. No hay un
libro sobre el trabajo, la dirección, la concepción, la culpabilidad, la
soledad, el abandono, los traumas. Que son los grandes temas de su obra.” Si
algo demuestra la grandeza del cine es que hoy en día todavía contamos con
grandes artistas del medio, que marcarán a las generaciones venideras como
hicieron -y siguen haciendo- Alfred Hitchcock y François Truffaut.
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