Las despedidas siempre son amargas. Y si no que se lo digan a los Dunphy, que esta semana en Modern Family tienen que despedir a una de sus integrantes más ilustres. El capítulo anterior de la serie fue más o menos divertido, pero este es de los clásicos: risas y emociones al tiempo. ¡Alerta spoiler!
Ha llegado la hora de que Alex de el salto y se mude a la universidad. Está cerca (solo lleva una maleta), pero la idea de tener que dejar el nido y volar sola hace que su familia tenga los sentimientos a flor de piel. Alex racionaliza los abrazos de despedida a cinco segundos por familiar, aunque su madre no duda en tomar prestados los de Luke, intentando que aquello sea lo menos dramático posible compilando en ellos todo lo que tiene que decirle a su hija.
Será su hermana Haley la que le acompañe a la que será su nueva habitación, un momento aquel con el que Alex ha soñado toda su vida y que, sin embargo, se ve empañado por algunos cambios imprevistos.
Su nueva compañera de habitación no es la que tenía que ser y se nos presenta en escena Maisie, una muchacha especialmente extraña que hasta domina el idioma Wookiee. Cuando Alex trata de deshacerse de ella y buscar un nuevo compañero, Haley se lo impide: ella misma ha tenido que convivir con una friki mucho tiempo (la propia Alex) y puede asegurar que ya la hecha de menos.
Pero es que no solo Alex se ha hecho mayor. El entusiasmo que otrora despertaba en Luke estar con su padre parece que se ha ido apagando. El joven, enfundado en un estilo que podríamos calificar de hipster y tras unas gafas falsas, prefiere estar con su uniformada pandilla de modernos que acompañar a Phil a vender una casa hasta ahora invendible. El hombre no tarda en recordar como él mismo llegó un punto en el que cambió aquel tiempo con su propio padre por sus propios intereses.
Traición
Dejando de lado la historia emotiva, el toque de humor lo ponen los Pritchett. Toda la familia ha sido invitada a un partido de fútbol de Lily por parte de sus padres. Y ninguno quiere ir. En casa, en plena búsqueda de una escusa, reciben la visita de Claire. Con el drama del nido vacío, había decidido aprovechar la piscina de su padre y colarse en casa. Aunque tenía escusa con Cam y Mitchell (debía ser ella la que llevase a Alex a la universidad) comete el error de coger el teléfono fijo de Jay cuando su hermano les llama.
Nerviosa, y tratando de escaquearse del partido, Claire asegura que no puede hablar pues Jay ha sufrido un accidente y le cuelga. Preocupado, Mitchell trata de llamar a todo el mundo, hasta que Gloria le coge el teléfono y lo termina de arreglar: le cuenta que Jay se ha disparado en el pie. ¿Pero qué pueden hacer? Ya no pueden dejarse caer allí como si nada. Y más sabiendo que Cam no les creería nunca, ni eso ni ninguna excusa futura que sea verdad.
Gloria aparece entonces con una pistola de balines asegurando que solo siguiendo con la mentira pueden salir del lío en el que están metidos. Sin querer (solo nosotros sabemos que la puntería de Gloria es excelente, incluso de espaldas) le dispara a su marido justo donde lo necesitaban, en el pie. Al final aparecen -tarde- en el partido de Lily, pero no sirven de nada el dolor de Jay y su cogera, ya que Joe les traiciona contándo lo que verdaderamente pasó.
El partido
El partido de Lily para Mitchell y Cam parece ser un descanso: mientras Mitchell trata de ganar algo de dinero ayudando con contratos y testamentos, Cam se ocupa de alquilar el piso de arriba, algo que no está siendo nada sencillo. Lo que pasa es que el entrenador del equipo de su hija no puede aparecer y es Mitchell el que tiene que dirigir a las niñas hacia la victoria. Con la ayuda de Cam todo podría salir bien, pero es expulsado del campo cuando asegura que aquello ni si quiera es un deporte de verdad.
Desde el parking y con unos prismáticos, Cam trata de pasarle a su marido las instrucciones necesarias. Pese a la distancia y a las mentiras de su familia, ambos se dan cuenta de que forman un gran equipo juntos y consiguen que el equipo de Lily gane el partido.
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