Ocho
años han pasado desde el debut cinematográfico de Cate Shortland.
Su primer largo, Somersault, sobre
las primeras experiencias amorosas y sexuales de una adolescente,
arrasó en los premios de la
Academia australiana. Ocho años después regresa a la gran pantalla
con Lore, con la que
apuesta de nuevo por una joven protagonista femenina capaz de
reflejar en su cara los conflictos que le plantean sus creencias
nacional-socialistas cuando su mundo se desmorona. Lore es
la historia de Hannelore, una adolescente de unos 15 años, quien se
ve obligada a cuidar de sus cuatro hermanos menores en el marco de la
Alemania post Segunda Guerra Mundial tras la victoria de las tropas
aliadas. Su padre, un antiguo oficial de las SS, huye de casa y su
madre, tras la muerte del führer, abandona a sus hijos para que
logren sobrevivir. Lore, ahora a cargo de su familia, y sus hermanos,
tendrán que recorrer la Alemania dividida hasta llegar a Hamburgo a
la casa de su abuela.
Esta
historia es una adaptación de la novela El cuarto oscuro
de Rachel Seiffert, libro que
fascinó a la australiana Shortland y decidió llevarlo al cine. Por
ello, a pesar de que Lore sea
en su mayor parte una producción alemana, ha sido seleccionada por
Australia como candidata al Óscar a mejor película extranjera. La
película fue rodada en alemán para conseguir un fiel reflejo a la
realidad retratada. Por ese motivo, Shortland unió sus fuerzas a las
del guionista Franz Rodenkirchen y entrevistó a viejos berlineses
involucrados de alguna forma con el horror nazi, para poder entender
a Lore, su personaje principal.
Y
es que Lore es un personaje complejo psicológicamente. Reúne en sí
misma las contradicciones de haber crecido educada con una ideología
radical y, con el fin de la guerra, se pone en entredicho todo
aquello en lo que siempre ha creído; empieza a comprender que sus
padres han sido unos monstruos y ella también por extensión debido
a su educación. Sus conflictos morales se acrecentan cuando conocen
a Thomas, un joven judío con quien se alían para sobrevivir. Se
crea entre ellos una relación de amor-odio, incluida la tensión
sexual. Lore no puede confiar en él porque así se lo han enseñado
pero, poco a poco, irá comprendiendo que la realidad es muy
distinta. La intención de Shortland con la película era clara:
“entender cómo una persona crece sabiendo que aquellos cercanos a
él han cometido crímenes atroces y que el genocidio tuvo lugar en
medio de su vida cotidiana”.
Esta
vez vemos el fin de la Segunda Guerra Mundial desde la perspectiva de
una adolescente, alguien abocado a perder su inocencia de golpe
cuando tiene que lidiar con la aspereza de su entorno, con el hambre,
con la mendicidad. Cuando tiene que convivir con un ambiente hostil,
donde los muertos se amontonan por la calle, donde las escenas
mórbidas son el pan de cada día. Las tomas amplias en las escenas
nos dan esa sensación de inmensidad y de temor para unos niños que
están descubriendo otro mundo. Hay un gran contraste entre la
belleza de los paisajes de Alemania y la desolación de cómo ha
quedado el país tras la derrota. Ese sentimiento de miedo se acentúa
en las opresivas tomas cortas de la cara de Lore, encarnada muy
solventemente por la debutante Saskia Rosendahl quien es capaz de
transmitir sólo con su intensa mirada azul su desesperación,
indefensión y contradicción.
A
nivel formal, Lore es
de gran belleza por cómo explota la fotogenia de sus áridos
paisajes y juega con los silencios en la narración. Pero, al mismo
tiempo, a la directora se le notan sus ansias de hacer algo artístico
por lo que no es difícil desconectar de la historia. Lore
ayuda a comprender el punto de
vista de una adolescente perdida, afectada por las acciones de sus
padres, quien se va alejando de la sociedad por los horribles
descubrimientos que está haciendo. Además, una revelación sobre el
personaje de Thomas le hará darse cuenta de lo importante que es
cuestionarse ciertas actitudes.
6/10
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