jueves, 12 de diciembre de 2013

Alí ojos azules (Alì ha gli occhi azzurri). La floja búsqueda de una identidad.



Pasolini ya advertía en su poesía Profezia de la falsa tolerancia y el consumismo conformista de las futuras generaciones italianas. Viviríamos en una sociedad homogeneizada donde se impone el ser igual que tus semejantes, olvidándonos de aquello que nos hace únicos en pos de una integración cultural total. Alì, de ojos azules, es uno de tantos hijo de inmigrantes; como el Nader de la película de Claudio Giovannesi, un adolescente italiano hijo de egipcios quien intenta olvidar sus raíces, mimetizarse junto a los otros chicos de su barrio, y por ello usa lentillas azules o come cerdo. Cuando se enamora de Brigitte, una italiana, sus padres se oponen porque va en contra de su religión. Nader se rebela y se marcha de casa a vivir en la calle, solo, hambriento, mientras trata de responderse sobre quién es en realidad.

Alì ha gli occhi azzurri nos narra cómo es la vida de Nader y de su mejor amigo Stefano durante una semana. Ambientada en la periferia italiana, donde los contrastes multiétnicos están más acentuados debido al carácter marginal de las zonas, este largometraje nace de la preocupación de Giovannesi por la integración cultural de los adolescentes hijos de extranjeros en Italia. Hace un par de años presentó el documental Fratelli d'Italia en el cual ya nos introducía al personaje de Nader y, ahora, ha decidido ficcionar su historia para mostrar el conflicto interno del muchacho y las complejidades inherentes de un adolescente cuyos valores principales son el amor y la amistad. Nader se debate entre hacer caso a su corazón o hacérselo a su herencia religiosa; tema bastante complicado. 


El problema de este largometraje es que, a pesar de sus buenas intenciones y de su interesante estilo a caballo entre el documental y el neorrealismo, la reflexión sobre el ser uno mismo va diluyéndose a favor de contar tan sólo una historia superficial. Las motivaciones de Nader no reflejan las turbulentas sacudidas de sus contradicciones internas y las resoluciones de las subtramas no tienen fuerza debido a que el director omite los porqués del adolescente cuando cambia de opinión ante algo de su alrededor. Tampoco ayuda que el joven actor -no profesional- protagonista se limite a poner cara de chungo durante todo el metraje pues así nos resulta difícil empatizar con su problema. En el cómputo global, la balanza se decanta por el lado negativo ya que una cosa es qué nos quiere contar el autor y otra muy distinta, el resultado final.


5/10

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