Desde
Francia, nos llega este año una pequeña joya de animación muy
conmovedora sobre la extraña relación de amistad entablada entre un
gran oso feroz y una pequeña ratoncita. Se trata de Ernest et
Célestine, con la que el joven
Benjamin Renner debuta en la dirección, arropado por los
co-directores belgas Stéphane Aubier y Vincent Patar (responsables de Pánico
en la granja). Los personajes
provienen de una colección de libros ilustrados infantiles creados
por Gabrielle Vincent, quien en sus dibujos plasmaba con maestría y
sensibilidad los quehaceres cotidianos de Ernest y Célestine. El
guion de la adaptación cinematográfica corre a cargo del novelista Daniel
Pennac (conocido por la estrambótica familia Malaussènne de su saga
literaria cuyo primer libro fue La felicidad de los ogros)
quien no retoma ninguna historia
de los cuentos de Vincent y compone un relato original manteniendo
vivo el espíritu de la autora.
En
Ernest et Célestine
se nos presentan dos submundos paralelos bien diferenciados habitados
por seres antropomórficos. Por un lado, tenemos el mundo de arriba,
el de los osos y, por otro, el de abajo, el de los ratones. Cada uno
de ellos tiene su lugar y no pueden mezclarse porque los
convencionalismos sociales establecen un odio mutuo entre ambas
especies. Ernest es un oso que se dedica a la música ambulante para
ganar unos cuartos y así no pasar hambre. Célestine es una
ratoncita huérfana quien fantasea con los osos porque cree que no
son tan feroces como los pintan. Se ve obligada a subir de vez en cuando al mundo de
los osos a recoger dientes ya que todos quieren que sea dentista. Un
encuentro fortuito entre Ernest y Célestine hará que se forje entre
ellos una fuerte relación de amistad, complicidad y ternura cuando se vean
forzados a huir de ese universo hostil debido a las circunstancias.
Tendrán que vivir como fugitivos mientras sus semejantes se
empeñarán en encontrarles para juzgarles.
“Tierna” sería el adjetivo más adecuado para esta película. El diseño de personajes, así como la elaboración de sus personalidades y cómo está llevada su amistad, los hace fácil de querer. El primer encuentro entre los dos protagonistas conjuga humor con ternura. Célestine está atrapada dentro de un cubo de basura al escaparse del ataque de una familia de osos. Ernest la encuentra ahí y automáticamente piensa en comérsela. La astucia de la pequeña y la bondad del grandullón, les lleva a entenderse al segundo- aunque el resto del mundo considere un pecado esta particular relación- porque, además de la soledad y la incomprensión, comparten sueños frustrados.
“Tierna” sería el adjetivo más adecuado para esta película. El diseño de personajes, así como la elaboración de sus personalidades y cómo está llevada su amistad, los hace fácil de querer. El primer encuentro entre los dos protagonistas conjuga humor con ternura. Célestine está atrapada dentro de un cubo de basura al escaparse del ataque de una familia de osos. Ernest la encuentra ahí y automáticamente piensa en comérsela. La astucia de la pequeña y la bondad del grandullón, les lleva a entenderse al segundo- aunque el resto del mundo considere un pecado esta particular relación- porque, además de la soledad y la incomprensión, comparten sueños frustrados.
La
sutil y sobria animación de Ernest et
Célestine nos
remite de manera instantáne a esos cuentos infantiles de trazos
suaves y acuarela que nuestros padres nos leían antes de ir a
dormir. Si a esto le unimos una fantástica banda sonora, con alguna
canción muy pegadiza, la película se convierte instantáneamente en
una obra redonda. Asimismo, al igual que
los libros en que se basa, la película es muy sencilla en su
estructura y está enfocada a un público infantil pero también los
adultos se enternecerán y disfrutarán con la entrañable historia
de estos dos fugitivos solitarios, de este par de “raritos” que
con su afán de protección el uno por el otro nos transmiten en esta
fábula un mensaje de tolerancia y respeto. No hay ninguna duda,
a menudo, las historias más sencillas son las que más nos
emocionan.
9/10
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