El
mundo de los sueños siempre ha dado mucho juego. Ese onirismo, el
mundo misterioso de los pensamientos, la abstracción, las
ensoñaciones nocturnas o diurnas y la fantasía que las recubre ha
atraído siempre cierta expectación de los artistas.
Sobre
esta evasión de la realidad escribió en 1942 su más celebre cuento
James Thurber, La
vida secreta de Walter Mitty.
Este relato nos contaba como un marido imaginaba una vida más
atractiva que la que le había tocado vivir, intercalándose fantasía
y realidad, dejando a Walter Mitty a veces muy bien sin diferenciar
del todo cuál es cada una.
Este
cuento se hizo muy popular en Estados Unidos, incluso se llegó a
adoptar el término “síndrome de Walter Mitty” para hablar de
aquellas personas que suelen fantasear a menudo o adentrarse “en
los mundos de Yupi” que diríamos los españoles.
Este
cuento ya tuvo su adaptación cinematográfica en 1947 protagonizada
por Virginia Mayo y Danny Kaye, un popular cómico de los años
40/50/60.
Ahora,
un popular cómico de nuestra era como es Ben Stiller, es el
encargado de adaptar esta historia a nuestros tiempos, además, por
partida doble: dirigiendo y actuando.
Nuestro
Walter Mitty del siglo XXI trabaja como editor de negativos
fotográficos para la revista Life,
pero recientemente la empresa ha decidido adaptarse a los nuevos
tiempos, trasladando sus funciones al mundo cibernético, por lo que
la siguiente revista será la última que se imprima en papel. Para
ello se le encarga a Walter Mitty el negativo nº 25 del último
envío del ilustre fotógrafo Sean O'Connell, pero para su desgracia
el negativo ha desaparecido. Así, deberá hacer frente a un despido
inminente, una fantasía que le consume su timorata vida real y la
aparición de una nueva compañera que aflorará sus sentimientos
mientras encuentra la manera de localizar al misterioso fotógrafo
para dar con el negativo.
Esta
contextualización entre “lo clásico” (el negativo fotográfico,
el papel) frente a “lo moderno” (la digitalización, las redes
sociales) sirve perfectamente para hacer paralelismos entre la lucha
interna de Walter Mitty, donde se representa lo que querría ser o
desearía que fuera su vida, y la realidad en la que vive. Realmente
sus fantasías no representan carencias, ya que él, como demostrará
a lo largo de la película, si tiene el valor y atrevimiento
necesario para llenar su vida de aventuras, pero necesita
exteriorizarlo para aprender a disfrutar su vida y no encerrarse en
sus pensamientos.
Esto,
dentro de la película, da lugar a escenas impactantes y visualmente
logradas donde es capaz de saltar desde un puente, entrar por la
ventana de un edificio en llamas y rescatar un gato, sin despeinarse
en absoluto.
La
presencia de la nueva empleada Cheryl
(Kristen Wiig, que se dio a conocer en el Saturday
Night Live
en América y aquí nos suene seguramente por su papel en
La boda de mi mejor amiga)
será la chispa necesaria para enfrentar sus fantasías y volver su
vida una emocionante aventura. Bueno, el amor platónico y su madre (la inconísima Shirley MacLaine, muy alejada ya de lo que un día fue...), que le reconducirá en los momentos clave.
Quizás
la mayor pega a tan interesante y atractivo proyecto sea que resulta
un poco inverosímil este repentino coraje que adquiere el
protagonista, aventurándose a viajar a Groenlandia, Islandia o
incluso el Himalaya. Esto a veces resulta más increíble que las
recurrentes fantasías iniciales de Walter, lo que crea en el
espectador una sensación continua de “seguirá soñando, es
imposible que Walter haga eso”, lo que hace que al final, el
mensaje de autosuperación, muy propio de las producciones de Disney,
nos acabe impactando mucho menos de lo que cabría esperar.
Por
fortuna, nos encontramos con un producto que, si bien tiene una
vertiente cómica y desenfadada muy clara, no recurre a chistes
fáciles ni gracias banales de las que suelen abusar las comedias
prefabricadas norteamericanas. Aquí Stiller se pone “serio” y
nos muestra una faceta más madura, sin renunciar a su sentido del
humor particular como ya ha hecho gala en sus otros trabajos como
director (Zoolander
y Tropic Thunder). Además, meter el tema "Space Oddity" de Bowie (A Mitty lo apodan 'Major Tom') siempre es un acierto.
Una
pena que su director y protagonista no haya seguido el camino que
dicta Sean Penn (en el papel anecdótico del fotógrafo Sean
O'Connoll) cuando dice algo así como que la belleza no busca
destacar. Y es que La vida
secreta de Walter Mitty,
en su afán por llamar la atención a toda costa, bien al principio
con las ensoñaciones fantásticas y luego con las aventuras
increíbles de Mitty en la realidad, pierde calado en su mensaje
final. Eso sí, su entretenida evasión y buenrollismo que despide
harán que sus dos horitas parezcan una de las breves “idas de
olla” del bueno de Mitty, lo que al parecer les fue suficiente para los críticos norteamericanos (también supongo influidos en que allí el cuento es más popular) para meterla en su lista de la NBR como una de las diez mejores de este 2013
6,75/10
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