Siempre
he tenido cierta debilidad ante las óperas primas. Ver la evolución
de un director de sus pequeños pasos en el cortometraje al gran
salto que supone el largometraje me parece un ejercicio estimulante
como espectador y crítico.
Porque,
pese a lo que les pueda parecer al espectador medio menos puesto en
los entresijos del séptimo arte más allá de los estrenos más
sonados y las estrellas mediáticas, la mayoría de directores no
“surgen de la nada” cuando estrenan un largometraje, sino que han
tenido una previa carrera en el mundo del cortometraje, en anuncios
de televisión o videoclips que han ido formando su estilo.
Diego
Quemada-Diez, de origen burgalés aunque ya lleva dos décadas
instalado en el continente americano, empezó como asistente de
cámara del director de fotografía de Ken Loach en Tierra y
Libertad (Diego reconoce que Loach fue una gran influencia para
él y en La jaula de oro se aprecia este dato) y un año más
tarde a las órdenes de Isabel Coixet en Cosas que nunca te dije.
Después
de esto emprendió su primer cortometraje Una mesa es una mesa
como trabajo de graduación en el Instituto Americano de Cine
(AFI), que recibió un premio de la Asociación Americana de
Directores de Fotografía (ASC). Gracias a este premio trabajó como
operador de cámara en 21 Gramos, y después siguió
trabajando junto a otros directores como Meirelles, Tony Scott,
Oliver Stone o Spike Lee.
En
2006 llegaría su segundo cortometraje, I want to be a pilot, que
pasó por Sundance y ganó más de cincuenta premios internacionales.
Ese mismo año hizo otro corto documental, La morena, que le
reportó una beca del Cinéfondation, lo que hizo posible su primer
largometraje, La jaula de oro.
Así
pues, viendo su trayectoria, su influencia de Ken Loach y sus
anteriores cortometrajes, La jaula de oro es la película que
se esperaba de Diego Quemada-Diez. Contiene el compromiso de denuncia
de I want to be a pilot con la contención de Loach, creando
una docuficción sobre tres jóvenes de los barrios bajos de
Guatemala que emprenden un viaje hacia Estados Unidos buscando una
vida mejor.
Las
idas y venidas de trenes son una constante en la película, al igual
que las tensiones entre Juan y Chauk, un joven guatemalteco y un
indígena de la sierra de Chiapas, creando así una metáfora de las
fronteras raciales, que deberán superar si quieren llegar a su
destino (otra frontera).
Filmada
en super 16, Diego deja a un lado la estética en pos de llevar su
mensaje sobre el drama de estos inmigrantes que arriesgan su vida por
una esperanza que nunca saben si alcanzarán. El director quedó
conmovido cuando estuvo dos meses en casa de un amigo cerca de las
vías del tren y veía como todos los días llegaba lleno de
inmigrantes que llamaban a su puerta en busca de comida y les
relataban sus historias. Historias que se concentran en la mirada y
gestos de estos tres jóvenes que protagonizan su película, Brandon
López, Rodolfo Domínguez y Karen Martínez. Además, Diego confía
en su instinto e improvisación, ya que no les dejó leer el guión,
sino que les leía la escena en concreto que rodaban en ese momento,
para que fueran ellos mismos. El resultado son actuaciones veraces
que Cannes supo reconocer con un premio en la sección Una cierta
mirada y que se convierten en el alma de la película.
Este
tipo de películas corren un riesgo, y es que, como valor moral y
cine denuncia destacan, pero como valor puramente cinematográfico no
suelen aportar demasiado. En concreto La jaula de oro no sale
tan mal parada en este aspecto, pese a estar grabada en super 16, no
se encuentra descuidado su fotografía, y el ritmo, pese a que a
veces se pueda hacer algo reiterativa por la historia, el enfoque de
narrar el viaje como una aventura hace más ágil el proceso, apoyado
por ciertas metáforas, sobre todo en su parte final, que daría su sentido al título, donde despunta
y finaliza dejando buen sabor de boca (amargo por el mensaje). Quizás
el subrayado musical le sobrase, ya que encuentro redundante
acompañar la tristeza visual del mensaje con una banda sonora
melancólica.
Por
lo demás, un duro golpe a la conciencia del espectador.
6,5/10
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