Vuelve
Disney a la animación mezclada con un musical. Si el año pasado
Rompe Ralph tiró de
nostalgia ochentera para encandilar a los más grandes, este año con
Frozen nos hacen
recordar nuestra más tierna infancia, cuando rayábamos nuestros vhs
de Pocahontas, Aladdin y
compañía, gracias a la magia de sus historias de amor y, sobre
todo, sus pegadizas melodías.
La
historia de Frozen: El reino del hielo nace
del cuento La princesa de hielo
del danés Hans Christian Andersen. Se nos narra la vida de dos
princesas hermanas. La primogénita, Elsa, nació con una “maldición”
que le hace convertir en hielo todo lo que toca y un día jugando con
su hermana pequeña, Anna, la hiere sin querer. Para proteger a sus
seres queridos, Elsa tiene que vivir aislada en el castillo sin ver a
nadie para que su secreto no trascienda. Sus padres mueren y, cuando
Elsa cumple la mayoría de edad debe asumir el trono y abrir las
puertas del castillo. Pero un pequeño enfrentamiento con su hermana
hará que todo el mundo descubra sus poderes mágicos y Elsa huirá a
la montaña del norte desencadenando tras de sí un invierno eterno
en el reino de Arendelle. Anna tendrá que ir en busca de su hermana
para que vuelva a su reino y así ponerle freno al frío.
Elsa
es un personaje fascinante, cargada de conflictos internos que le
impiden ser feliz, una especie de 'bestia' maldita. Lástima que su
papel no sea tan protagónico siendo más interesante (daría mucho
juego sus años de soledad) que el de su hermana Anna, una joven
vivaz en busca de la amistad y del amor, que anhela la compañía de
su hermana recluida. La película, mediante el entramado de
interrelaciones entre los distintos personajes, incide en la
importancia de los lazos fraternales y, sobre todo, del amor
verdadero, un mensaje universal del cual Disney ha hecho gala en
muchos de sus clásicos y que en esta película a algunos les podrá parecer
harto ñoño y previsible. Entre la galería de secundarios nos
encontramos a Olaf, un muñeco de nieve viviente que llena de
comicidad Frozen, sin
ser tan ridículo como el vídeo promocional con el cual se vendía
la película, y hará las delicias de los más pequeños de la casa.
El diseño de estos personajes es muy vívido, muy real, así como
los inmensos e inmaculados paisajes nevados, hechos con mimo, que les
acompañan. La magia de Elsa da pie a un despliegue visual
impresionante donde se juega con el espacio y sus poderes.
Han
pasado ya un par de días desde que vimos Frozen
y no podemos quitarnos de la cabeza sus canciones. For the
first time in forever y Let
it go resuenan una y otra vez en
nuestra mente. Son pegadizas, son profundas y encajan como un guante
en la historia. Porque Disney ha vuelto a sus orígenes en una
película con princesas que viven cantando lo que les ocurre. Y es
francamente fascinante escucharlas y sentirlas, es como estar de
nuevo, como decíamos, ante La bella y la bestia, Aladdin o
El rey león. Las
voces de Idina Menzel y Kristen Bell desbordan belleza, melancolía,
musicalidad y armonía. Un 10 en ese aspecto.
Excelente
debut de Jennifer Lee tras las cámaras quien, junto al veterano
animador Chris Buck (Tarzán, Locos por el surf) dirige
este nuevo clásico Disney. Y es que, retomando unas raíces
tradicionales en Frozen: El reino del hielo,
la compañía del ratón parece querer reclamar de vuelta su trono
como reyes de la animación.
7/10
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