Sin hijos
Año:
2015
Fecha de estreno:
14 de agosto de 2015
Duración:
100 min
País:
Argentina / España
Director:
Ariel Winograd
Reparto:
Diego Peretti, Maribel Verdú, Guadalupe Manent, Horacio Fontova, Martín Piroyansky, Marina Bellati, Pablo Rago
Distribuidora:
Syldavia Cinema
Agua. Aceite. Mezclamos bien para que se homogeneicen. No hay manera, ¿eh?. Son inmiscibles, como Diego Peretti y Maribel Verdú en la última comedia romántica de Ariel Winograd, Sin hijos. No existe chispa ni conexión entre ellos. Ese supuesto romance resulta tan poco creíble que la película se hunde por su propio peso. La elección de la niña protagónica, al menos, tiene sus pros y sus contras aunque nos decantemos más por el estadio de niña patada.
¿Y qué es eso de una niña patada? Aquélla que resulta molesta, cansina. La debutante Guadalupe Manent demuestra desparpajo en su primer papel cinematograáfico pero, al mismo tiempo, da repelús. Quizá sea más la construcción de un personaje marisabidillo y repelente que la niña en sí. Porque, que una niña de nueve años, tenga esa capacidad de análisis del mundo adulto, se comporte como una adolescente y se vista y se maquille como tal (algo impropio de su edad), no parece un reflejo verosímil de la realidad.
La historia de Sin hijos es de una simplicidad alarmante. Peretti interpreta a un hombre divorciado, enamorado de su hija. Se reencuentra muchos años después con una antigua amiga de quien se enamora. Ella, Maribel Verdú, odia a los niños. El personaje de Peretti ocultará a su propia hija (con el beneplácito de la niña, anda que sí) con tal de mantener un romance con la Verdú. Pero ya sabemos que la mentira tiene las patitas muy cortas y, en definitiva, sabemos el cariz que tomará todo.
Ariel Winograd parece haberse especializado en las comedias, decantándose por el género cómico-romántico en sus último trabajos. El problema es que Sin hijos se siente muy lineal, muy monótona, demasiado convencional y poco arriesgada, además de con poca química por parte de sus dos intérpretes principales. Algún momento inspirado tiene, para romper con la desidia propia de un subgénero estancado en los clichés típicos, como ese plano secuencia donde Peretti redecora la casa en función de su visitante femenina.
Sin embargo, eso no le otorga a la película ningún aprobado, ni siquiera por los pelos. Sin hijos no es más que una comedia romántica con piloto automático, sin gracia y sin unos actores que rezumen un especial carisma. Peretti, como cuando se mueve en la comedia, exagera sus rasgos faciales, cual Jim Carrey de la vida, y Maribel Verdú -guapísima, por cierto- es incapaz de equilibrar la balanza. Nada es creíble entre los dos.
4/10
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