Papusza
Año:
2013
Fecha de estreno:
28 de Agosto de 2015
Duración:
125 min
País:
Polonia
Director:
Joanna Kos y Krzysztof Krause
Reparto:
Jowita Miondlikowska, Zbigniew Walerys, Antoni Pawlicki, Artur Steranko, Andrzej Walden
Distribuidora:
Pirámide Films
En 2013 la
cinematografía polaca daba a luz una sinfonía visual mejor conocida como “Ida”,
cuya espectacular fotografía pondría de rodillas al mundo cinéfilo y hasta se
daría el lujo de cruzar el charco y hacerse con nada más y nada menos que el
premio Oscar a Mejor Película de Habla No Inglesa. Ese mismo año, silbando
bajito (muy bajito), Polonia se enorgullecía de parir otra obra, cuya magnitud
visual era tan o quizá más grande que la reconocida “Ida” y cuyo olvido no puede deberse a otra cosa que a haber nacido en el año
equivocado. La película en cuestión, y que hoy nos ocupa, es Papusza de la
dupla de habituales en el Festival de Valladolid y repetidamente merecedores de
premios, Joanna Kos y Krzysztof Krause, directores que por esta cinta fueron
galardonados como mejores directores en el Seminci 2013.
Papusza es, ante
todo, una obra que encuentra su razón de ser en su afán por el preciosismo.
Cada minuto, cada plano, cada secuencia, tiene como finalidad que el espectador
se levante a aplaudir ese blanco y negro estilizado, y el juego de luces y
sombras de la fotografía de Krzysztof Ptak. Y lo logra realmente, pues la
fotografía es sin lugar a dudas lo que da a esta cinta su distinción
fundamental. Sin embargo, en un movimiento que la emparenta también con su
hermana melliza “Ida”, el afán por el preciosismo resulta un artificio
demasiado caro para la buena salud del resto de los elementos de la película,
que no sólo no llegan a la misma altura que la fotografía, sino que muchas
veces dejan notar que han sido perjudicados por el esfuerzo desigual que han
hecho sus creadores.
Primeramente, porque
el afán preciosista tiene como efecto colateral que los hechos y los personajes
de la cinta se vean desde un prisma demasiado lejano y frío. El artificio
atenta contra la naturalidad y contra la humanidad de lo que se muestra, y los directores no terminan de resolver
nunca esta contradicción: el biopic sobre la poeta gitana expulsada de su
comunidad por no respetar las estrictas normas de una comunidad cerrada, intenta
ser un cuento humano que carece de humanidad. Por momentos no se sabe que se
nos está contando, pues mientras el personaje de Papusza es mal delineado a
partir de escasos trazos, la dirección pone todo su esfuerzo en conseguir con
sus planos hermosas postales de los viajes de la comunidad gitana. Tampoco se
entiende la opción tomada por quienes escribieron la obra de contar la historia
de esta mujer a través de saltos temporales: pasado y futuro van y vienen sin
orden ni concierto, en una decisión narrativa que no puede entenderse de otra
forma sino como caprichosa.
En el peliagudo tema
de la discriminación étnica, la cinta acumula algunos méritos. Intenta evadir
el planteo maniqueo Modernidad/Tradición, que bien podría abordar un biopic
“académico” sobre una vida como la de Papusza, y logra dibujar de forma
consistente la cotidianeidad de este grupo de gitanos, con todos sus grises y
con todas sus contradicciones. Pese a esto, y producto de lo mismo comentado
más arriba, la lejanía de la mirada de los autores provoca que no podamos
compartir las sensaciones de los personajes, a menos que ellos se sirvan de un
guión demasiado expositivo para hacérnoslo saber: conocemos el miedo de la
comunidad a todo lo externo, porque tienen una conversación “casual” sobre
Hitler, sabemos que Papusza es inteligente porque en una conversación “casual”
cita a Schopenhauer, etc. Y muchas veces los personajes sacarán conclusiones
que se supone debería sacar el público. El mensaje está muy masticado, porque
la película no confía (y hace bien) en su capacidad para transmitirlo.
Pese a todo, uno
puede perderse en sus escenas. Ya sea una pelea alrededor de una fogata, la
enloquecida Papusza a las puertas de una expulsión por parte de su comunidad, o
la hilarante forma en que los gitanos se revelan frente a un guardiacárcel;
todo está preciosamente filmado y ayuda a olvidar (al menos hasta que otro
artificio intente encauzar la historia nuevamente) los errores que se acumulan
en la narración y el tedio que produce la historia cuya protagonista no está lo
suficientemente bien delineada como para comprenderla.
Lo dije sutilmente antes: muchos de los defectos de Papusza también los vi en Ida, por lo que esta declaración puede ser un buen barómetro para saber cómo tomarte esta crítica si estás entre los que disfrutaron mucho de la cinta de Pawlikowski. Para el resto, Papusza puede ser una película complicada de recomendar; aunque si uno tiene en cuenta que algunas películas pagan la entrada por ser "entretenidas", bien pueden pagarlas otras por ser un invaluable placer estético, placer que como es obvio se acrecienta cuanto más grande sea la pantalla.
6/10
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