viernes, 7 de agosto de 2015

Mi casa en París. Avanti, o casi.


Título original:
My Old Lady
Año:
2014
Fecha de estreno:
7 de Agosto de 2015  
Duración:
107 min
País:
Reino Unido
Director:
Israel Horovitz
Reparto:
Kevin Kline, Maggie Smith, Kristin Scott Thomas, Dominique Pinon, Michael Burstin, Elie Wajeman, Raphaële Moutier, Sophie Touitou, Christian Rauth, Delphine Lanson
Distribuidora:
Golem Distribución


Aparece París. Y empieza a sonar una melodía que nunca has escuchado antes pero que no te es desconocida. Vas adentrándote en Mi casa en París de la mano de la música y unas hermosas imágenes del París que rodea la que va a ser la casa del protagonista durante los próximos días y, finalmente, para el resto de su vida. Lo tienes que decir: ¡lo sabía!. Sabías que habías escuchado esa música antes, y es que la huella de Mark Orton es innegable. Ya nos condujo por Nebraska en la película de Alexander Payne del 2013 y, en esta ocasión, crea un ambiente idóneo para una historia que, a pesar de todo, no nos cuenta nada nuevo.

Mi casa en París podría calificarse perfectamente como una especie de remake de ¿Qué ocurrió entre mi padre y tu madre? (Billy Wilder, 1972) ya que, básicamente, Horovitz ha reubicado los elementos de la comedia de Wilder en París, con la novedad de haber resucitado a la madre de la co-protagonista y exagerar de manera demasiado artificial los traumas de los hijos implicados en el enredo. Pero no se confundan, la cinta que tenemos ante nosotros no satisface en modo alguno de la misma manera que lo hace el clásico de Wilder.


Pero al menos tenemos a Maggie Smith. Sin duda, es ella quien salva la película en todo momento y por quien merece la pena pasar una hora y media en la butaca del cine. La superficialidad del resto del filme se ve más que compensada por una interpretación impecable de un personaje entrañable y a la vez lleno de fuerza. Smith interpreta a una anciana de 92 años (Mathilde) que durante décadas fue la amante del padre de Mathias, el protagonista, y el encuentro entre ambos a causa de la herencia resulta ser el desencadenante de una fuerte crisis tanto para Mathias como para Chloé, la hija de Mathilde.

Una película que por su estética y su narrativa pide a gritos un guión sencillo y llevadero se mete en berenjenales de los que le cuesta salir. Mathias es un hombre frío e irónico que ha tenido una vida dura y vacía por culpa de, por lo visto, su padre. Cuando Mathias conoce la verdadera relación de Mathilde con su progenitor estalla el drama, y los trapos sucios vuelan por los aires. Al mismo tiempo, Chloé también se descubre como un alma torturada que ha crecido en un hogar marcado por la desafección. Salen a la luz cuestiones como el suicidio, el alcoholismo y -evidentemente- el adulterio, temas complejos que no llegan a ser tratados desde una perspectiva real y mínimamente profunda, sino que son sólo tocados tangencialmente y siempre desde el histrionismo.


Pero no todo son problemas. Además de la genial aparición de Maggie Smith, Kevin Kline nos proporciona momentos realmente divertidos que nos hacen congeniar con su desastroso personaje. Kristin Scott Thomas, por su parte, hace lo que puede en un papel que bien podría estar hecho a su medida, pero que a todas luces se le queda corto. Cabe destacar que la elección de los actores es más que acertada: ¿quién mejor que Smith y Scott Thomas podrían hacer de inglesas-parisinas?

En definitiva, Mi casa en París está en la línea del resto de películas pertenecientes a un subgénero cada vez más recurrente en el cine europeo: edulcorado, poco creíble y que nos arranca unas cuantas sonrisas. Está claro que se trata de una corriente adaptada a nuestra coyuntura actual, marcada por el pesimismo, en la que más de uno sólo espera ir al cine y pensar: fíjate, pues no estoy tan mal.



6/10

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