Han pasado un buen
puñado de semanas desde que Legión, la ficción de Noah Hawley (creador de
Fargo) sobre uno de los más poderosos mutantes de Marvel, puso fin a su primera
temporada y por lo tanto ya ha comenzado ese proceso mediante el cual hablar de
la serie se vuelve tema viejo. Sin embargo creo que vale la pena retomarla y
analizar punto por punto lo que esta gran serie es y significa en el panorama
de las ficciones sobre superhéroes, pues Legión viene a confirmarnos que no
hace falta rechazar la esencia misma del cómic (como la reciente Iron Fist de
Netflix), ni convertirse en una pedantería gigantesca e infumable (la Batman v
Superman de Zack Snyder), ni realizar una oda a la violencia gratuita sazonado
con pizcas de drama enlatado (la Logan de Mangold), para encontrar esos caminos
alternativos a lo mainstream; a veces la puesta y el riesgo formal lo es todo y
quienes trabajan en Legión lo han entendido a la perfección.
La
esquizofrenia narrativa como recurso
David Heller es uno
de los mutantes más poderosos del universo Marvel, un telépata con poderes tan
inmensos que bien podrían destruir el planeta. En el marco de la conocida
guerra que la humanidad desata contra estos temidos seres, un David inconsciente
aún de sus habilidades se convierte un arma de la que ambos bandos intentarán
hacerse para poner la balanza a su favor. Hasta aquí, bien podría ser el
planteo inicial de una ficción de superhéroes del montón, con mucha acción y
cosas vistosas de por medio para llenar las butacas del cine con familias
ávidas de pasajeros entretenimientos. No es así, sin embargo, como Legión
decide encarar su historia, ya que la dichosa guerra entre humanos y mutantes
no llega nunca a verse en primer plano y actúa sólo a modo de fondo para
desarrollar una mirada introspectiva hacia el propio héroe.
Quizá lo más original
de la serie sea que, por la naturaleza esquizofrénica de los poderes de este
particular personaje, la mirada introspectiva de la que hablábamos se vuelve
literal, en el sentido que gran parte de la serie la pasaremos dentro de la
cabeza de David y por lo tanto la narración se volverá tan caótica como lo es
la memoria y el intelecto del mutante. Ya el piloto era toda una declaración de
intenciones, en cuanto planteaba distintos niveles de realidad y nos dejaba
totalmente desconcertados durante buena parte de su metraje, tratando de armar
pieza a pieza el imposible puzzle que es la memoria de Heller.
Esto denota el enorme
talento de productores y escritores que han sido capaces de entender cuáles son
los elementos que el personaje ofrecía como novedad y los han sabido explotar a
la perfección.
El
minimalismo de la puesta y excentricidad de la acción
La naturaleza de los
mutantes que se ponen en juego en esta serie, da para escenas de acción
grandiosas que sólo una productora de cine importante podría pagar. Es el gran
problema que todas las series de superhéroes están afrontando hoy en día y no
logran solucionar, ofreciendo momentos de acción CGI demasiado falsos.
Legión es la primera
serie que utiliza a su favor la puesta en escena para disimular la evidente
falta de recursos de la que dispone y lo hace mediante un minimalismo que muchas
veces pone la acción fuera de campo pero dentro de la perspectiva de los
personajes en escena. De esta forma, uno de las más importantes explosiones de
poder que el David tendrá en la serie será vivido por otros personajes a través
de monitores, pero sosteniendo la tensión tal como si lo estuviésemos viendo
frente a nuestros ojos. Y esto es sólo un ejemplo.
También, se van a
tomar prestados todo tipo de recursos formales para que momentos filmados con
simpleza tengan un impacto mayor en pantalla. El ejemplo más claro es cuando la
mente de David se está volviendo particularmente terrorífica y la
extraordinaria Aubrey Plaza aparece con
un look digno de película de Burton, al tiempo que la serie muta a película
muda con intertítulos; y todo sin la más mínima vergüenza. Así de caótica es la
mente de Heller, así de locos están Hawley y compañía.
El
superhéroe y lo súper-heroico
Y si algún fan de los
X-Men podía albergar alguna duda con respecto a la fidelidad a los cómics y al
respeto que se le tendría al carácter aventurero/comiquero de las historias de
David como el mutante Legión, creo que el gran plano secuencia con el que
cierra el piloto despejó todas las dudas. Y es que lo más sorprendente de
Legión, es que pese a que sus inquietudes formales y narrativas pasan por el
costado de lo que habitualmente entendemos como ficción súper-heroica, sigue
ofreciendo otras lecturas más sencillas que la emparentan con sus hermanas: el
camino de autodescubrimiento del héroe, el entorno familiar complejo, la
división maniquea entre héroes y villanos y la colección de mutantes con
poderes llamativos (no tan vistosos pero todos muy imaginativos).
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