jueves, 16 de marzo de 2017

Safari. Orgullo salvaje.

Título original:
Safari
Año:
2016
Fecha de estreno:
17 de Marzo de 201
Duración:
91 min
País:
Austria
Director:
Ulrich Seidl
Reparto:
Documental
Distribuidora:
Noucinemart




Como todo tema susceptible de ser debatido, la caza cuenta con adeptos y detractores. Por ello conviene contextualizar los ritos y costumbres de ese hobby tan extendido, que tan certeramente plasmó Carlos Saura en su simbolista retrato de la España de los vencedores, La caza. Ahora es el turno de Ulrich Seidl. El provocador cineasta austriaco se desplazó a Namibia para seguir con su cámara a varios turistas europeos, que encuentran en el fusilamiento de animales salvajes unos fogonazos de adrenalina incomparables. El documental exhibe una atractiva estética, con una simetría y unos juegos de colores que provocarían un orgasmo precoz a Wes Anderson, y, sobre todo, un valioso tono irónico, mordaz y perversamente cómico.


Seidl no cae en un discurso que ataque a sus protagonistas directamente, sino que deja que ellos mismos se pongan en evidencia. Buena parte del metraje está dedicada al ejercicio de la caza, a mostrar cómo se vive el proceso de localizar, rastrear y derribar a la presa. Y otra considerable porción del tiempo se cede a los alegatos de los turistas acerca de la caza, con discusiones acerca de los mejores calibres dependiendo del grosor de la piel del animal y sobre las características de los trofeos más preciados. Pero lo que más llama la atención es cómo ellos mismos revelan con sus palabras lo que esconde esa práctica: racismo, con un discurso condescendiente hacia los nativos africanos; hipocresía, ya que se vende emoción y a veces se termina en ronquidos del propio cazador; el carácter hereditario de estas aficiones, que se transmiten de una generación a otra como algo triunfal… Incluso nos encontramos con conversaciones existencialistas que buscan justificar la ejecución comercializada. Todo un catálogo de argumentos que contextualizan al detalle una realidad que nos puede sonar lejana en el viejo continente.

A los ocres y verdes de la sabana africana se les suma el rojo de la sangre que envuelve el proceso de despedazamiento de los animales recién derribados. Seidl también refleja los laboriosos rituales de extracción de la piel -el trofeo por excelencia- y desmembramiento de unos restos todavía calientes. Tan explícita es esa exposición que no nos priva de presenciar la extirpación de los masivos intestinos de una jirafa. No se queda ahí y también revela qué sucede con aquello que podía parecer inservible. Ahí entran los nativos, de los que Seidl compone unos desgarradores retratos, en los que los namibios apelan directamente al espectador con sus desamparadas miradas. La sorna con la que se muestra la actividad de la caza no lleva ligada un juicio directo que la desprecie, pero esos ojos nativos carentes de esperanza valen para sembrar con eficacia preocupación en nuestro pensamiento.

7/10

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