jueves, 17 de marzo de 2016

El recuerdo de Marnie. Cuando Ghibli estaba ahí.

Título original:
Omoide no Mânî
Año:
2014
Fecha de estreno:
18 de Marzo de 2016  
Duración:
103 min
País:
Japón
Director:
Hiromasa Yonebayashi
Reparto:
Animación
Distribuidora:
Vértigo Films





Cuando te acostumbran a la calidad incesante, resulta complicado asimilar un tropiezo que dista de esa tendencia general basada en nunca repetirse ni asemejarse a nada ya visto por nuestros ojos. Esa fascinación irrefrenable es sobre la que se ha cimentado el Studio Ghibli, con una cantidad indecente de obras maestras. Pero no todo puede ser perfecto, y más si las grandes mentes creativas del estudio ya han puesto –o no tardarán en poner- punto final a su obra. Sería injusto exigir a los nuevos talentos de la casa unas habilidades imaginativas y narrativas equiparables a las de Hayao Miyazaki e Isao Takahata, pero lo que sí que cabría esperar es que se mantenga la calidad que ha dado prestigio al estudio. Porque el escudo que supone tener el nombre de Ghibli cubriendo las espaldas protege al cineasta y da eco a su obra, pero también se debe ser consecuente con la firma bajo la que se trabaja. Hasta ahora las incursiones de los nuevos autores se podían sentir como prometedoras, a falta de un despegue definitivo, y a sabiendas de que Miyazaki llegaría al rescate con sus regalos al universo, algo que ya no sucederá. Hiromasa Yonebayashi es uno de esos jóvenes realizadores que aspiran a ser la segunda ola del estudio. Tras Arrietty y el mundo de los diminutos estrena El recuerdo de Marnie, que cae en la trampa de la esterilidad emocional y la futilidad narrativa con una historia tediosa.


Puede ser drástico calificar de fracaso a la última película de Ghibli, así que lo podemos dejar en estrepitosa decepción. La película no pierde la lírica distintiva del estudio, pero en esta ocasión sorprendentemente se siente vacua y redundante. Es más un intento de buscar el tono adecuado para que parezca una película de Ghibli que un ejercicio de innovación y autoría personal, lo cual resquebraja el esfuerzo. La niña protagonista, la música que envuelve a la imagen y la presencia protagónica de la naturaleza son tres requisitos esenciales para una película de Ghibli, pero obviamente solo cumpliendo con eso no se llega a la altura marcada por los patriarcas del estudio. Por lo tanto El recuerdo de Marnie se queda en tierra de nadie, sin emocionar a pesar de sus continuos intentos de meternos en la piel de la desorientada protagonista, cuyo desasosiego sentimental se transmite al espectador de una manera cansina y repetitiva.

Es original el contacto directo e intergeneracional con el pasado familiar de la niña, eso no se puede negar, pero el camino tomado para mostrarlo desemboca en la pérdida de interés progresiva en las dos figuras protagonistas y en la misteriosa relación que las une. Algo aún más obstaculizado por el subrayado de lo obvio en el que se convierte la película durante su tramo final, en el que se evidencia sin miramientos lo mismo una y otra vez. La curiosidad que se puede despertar por desentramar el caos emocional de la protagonista se va disipando al mismo tiempo que su personaje va resultando menos creíble, con una relación maternal lejos de lo real y un pasado dramáticamente excesivo. Todo esto nos lleva a estar ante un melodrama, y no de los que avanzan ágilmente. 


Lo más reprochable de la película es que no atrapa, la animación no cumple con su función de evocarnos un mundo que trasciende a lo que tenemos ante nosotros habitualmente, sino que se queda en el estrato de lo superficial. Lo cual significa que la innovación es nula. El recuerdo de Marnie emocionará a los que tengan el gatillo emocional sensible, pero para eso mejor remontarse a los tiempos en los que Ghibli nos embarcaba en viajes sentimentales inexplorados y tremendamente entretenidos.

4/10

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