jueves, 12 de junio de 2014

16º Festival de Cine Alemán. Día 2: Querida Courtney, El extraño gatito y Susurros tras la pared.


Tras disfrutar ayer con Exit Marrakech, la película inaugural del 16º Festival de Cine alemán de Madrid, hoy hemos visto tres propuestas muy distintas entre sí. En primer lugar, Querida Courtney, debut en la dirección (y en el guión) de Rolf Roring. Nos presenta el típico enchochamiento de un adolescente nada popular con la chica más guapa de su clase. Él, Paul Thomas, intenta conquistarla mediante canciones compuestas para ella durante cuatro años, incluso tras haber dejado las clases (le ha dado fuerte al chaval, sí). Estamos a principios de los 90, cuando un grupo de grunge americano comenzaba a sonar fuerte en todo el mundo. Y en esto, nuestro protagonista escucha un hit mundial y descubre que se la han robado. Nirvana le ha robado a Paul Smells like teen spirit. Así, Paul y otros variopintos secundarios, se embarcarán en un viaje por toda Alemania, coincidiendo con una gira de Nirvana en el país, para conseguir que Kurt Cobain firme la cesión de derechos por la canción para que Paul pueda usarla en su disco debut.

La película arranca curiosa mediante las moñas canciones de Paul dedicadas a su Saskia y una constante voz en off que nos explica su enamoramiento. Conforme avanza, la poca frescura que aportaba al género de las comedias románticas, se va diluyendo en post de caricaturizar a los personajes secundarios y darle más empaque a las historias de amor que al interesante punto de partida del robo de la canción. Lo de Smells like teen spirit pasa a un nivel secundario y queda como mera excusa para que el protagonista realice un viaje de autoconocimiento. De hecho, en ningún momento se escucha una sola nota de una canción de Nirvana. Poco a poco, el guión va caminando por lugares aún más comunes, muy previsibles y acaba aburriendo al espectador. Una pena pues la película partía de una buena premisa. Eso sí, si te mola la música grunge, la banda sonora se deja escuchar. 


Pasamos a la película controvertida de la jornada. En el libreto de los cines, la película se presentaba como un cruce entre cine surrealista, La metamorfosis de Kafka y el cine de Bela Tarr. Con esa presentación, no es de extrañar que gran parte del público se saliese antes de acabar la proyección. Estamos hablando de El extraño gatito (en realidad, una gata), el primer largometraje de Ramon Zürcher. La película se debe entender más como un ejercicio de estilo por parte de su director donde priman los planos estáticos, los fuera de campos y el escaso uso de la música. La historia en sí es fútil, banal: una familia en su cotidianidad. Zürcher apuesta por un desarrollo lento, centrando la cámara en los pequeños detalles que pueden hacer un día diferente de otro. Pero claro, es un tipo de película que, para el espectador medio, carece de interés pues no ocurre nada extraordinario, no tiene un elemento destacable ni espectacular. Comprendemos a los desertores de la sala.


Y la última película del día fue el telefilm Sususrros tras la pared del también debutante en el largo Grzegorz Muskala. Vaya por delante que no somos reacios a este tipo de producciones para la pequeña pantalla pero, Muskala, con la parte final de su película, es digno del "multicine de Antena 3". Debemos reconocer su gran trabajo en cuanto a la ambientación malsana, la iluminación de colores cálidos y opresivos y la sugerente puesta en escena inicial. En Susurros tras la pared, un joven estudiante universitario se muda a un piso cochambroso. Su casera cohabita en el apartamento de al lado y, cuando el joven va a firmar el contrato, ella le seducirá comenzando, así, una espiral de decadencia, de locura y de desconcierto. Sin embargo, todo esto se desaprovecha con el devenir de los minutos mediante la introducción de secundarios superfluos -especial mención a Robert, el antiguo inquilino del piso- o de acciones incoherentes con lo ya mostrado. Incluso hay lugar para las escenas pretenciosas tipo el folleteo entre plásticos. En picado va cayendo la trama hasta llegar a un tramo final infumable, lleno de estupideces y sinsentidos que provocaron las carcajadas de más de uno. El pobre Muskala, en el coloquio posterior, "reconoció" buscar las risas del respetable. Ya, y nosotros nos lo creemos. No te curras tanto el ambiente, muy a lo No amarás de Kieslowski, para rematar tan torpemente una película. Y para esto hizo falta más de un guionista...


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